Stephanie Chaves: “Las mujeres estamos tomando el poder y no vamos a soportar más mierda”

La página de Facebook de la ilustradora costarricense Stephanie Chaves está llena de dibujos coloridos. También de penes dándose besos, copas menstruales sonrientes, vulvas de todos los colores y orgías de lesbianas. Todo con un trazo influenciado por Nickelodeon. De vez en cuando también aparece ella, la artista, con sangre menstrual en la cara, orinando en un servicio sanitario, mostrando con naturalidad sus senos. Factum habló con Stephanie, con la ilustradora, la artista y la activista que no deja a nadie indiferente cada vez que decide provocar incluso a las sensibilidades más renuentes.

Fotos cortesía de Stephanie Chaves

[NSFW: algunas de las ilustraciones de Stephanie Chaves podrían ser Not Safe at Work/Podrían ser no apropiadas para ver en el trabajo]


¿Está obsesionada con el sexo? Sí, pero no. Stephanie Chaves es una artista contemporánea que lleva cuatro años educando en temas de feminismo, derechos humanos y educación sexual. Su trabajo como divulgadora inició en su natal Costa Rica y la ha llevado a países como México, Perú o Argentina. En redes sociales es una figura polarizante, gracias al tono directo y por momentos abrasivo con el que expone sus ideas y confronta a quienes le siguen. 

Chaves formó parte en 2018, junto a trece artistas centroamericanos, de RAPACES – GENEROS.AS, residencia artística orientada a problemáticas de género convocada por el Centro Cultural de España en El Salvador. Los proyectos desarrollados estarán en exposición desde hoy, 8 de marzo, en las instalaciones del CCESV.

Revista Factum aprovechó su estadía en el país para hablar con ella sobre llevar el feminismo de las redes sociales a la vida y la influencia del arte en las sociedades.

A través de su proyecto de sexualidad ilustrada, la costarricense Stephanie Chaves lleva cuatro años compartiendo su visión acerca de feminismo, derechos humanos y educación sexual.

Tanto en tu obra como al expresar en redes tu vida personal tenés un tono muy directo. ¿Cómo mantenés el balance entre el aprendizaje constante sin sacrificar tu voz?

Creo que de lo que estamos hablando es de muchos hombres, mujeres y personas dentro del género no binario que se sienten muy en su derecho de criticarme porque soy una persona agresiva y hablo directamente. Eso es claramente demasiado machista. Cuando una mujer se enoja es como «¿por qué sos tan agresiva?», pero los hombres lo pueden hacer. Dicen que mi tono de voz es regañón y agresivo. Yo aprovecho eso para seguir adelante y hacer lo que me dé la gana. La gente siempre va a decir comó uno tiene que hacer las cosas o cómo debe ser uno; yo me paso eso por el ojete. Hago que no me importe, porque no voy a ser como la gente cree que yo debería ser. Yo voy a ser como debería ser y punto. Claramente, siempre estoy aprendiendo, deconstruyéndome. Y una cosa no tiene que ver con la otra. Que esté enojada porque haya tantas violaciones no tiene nada que ver.

Tocás temas de sexualidad muy explícitos en un estilo sencillo y vibrante. ¿Qué te inspiró o ayudó a definir tu estética?

El mío es un proyecto de sexualidad ilustrada que lleva mi nombre. Se define en tres grandes áreas: arte contemporáneo, activismo e ilustración. Hago un poco de cada una. Inició como un proyecto de sexualidad, nada más, pero con el paso del tiempo me metí en derechos humanos y feminismo. No pude evitar sentirme interpelada estos temas. Algunas personas que pertenecen a estos ámbitos se ven ofendidas porque esté abarcando tres áreas de trabajo en una. Deberían ofenderse por la cantidad de mujeres que matan, no porque alguien esté viviendo tres cosas a la vez. 

Los colores planos, sin sombra, con línea negra y súper brillantes son intencionales. Es una línea que saqué desde mi infancia. Veía Nickelodeon y eso realmente caló mi estética visual. Muchísimas personas me han dicho que gracias al estilo visual es que mi obra puede identificarse fácilmente. Uno hace lo que le gustaría ver, como artista. No me gustan las cosas con colores cafés, con sombras. 

¿Cuál es la lucha feminista, para vos?

La lucha feminista es que la mujer deje de estar subordinada al servicio del hombre. Que tanto hombres como personas que se identifican con otros géneros estén libres de toda presión y dominación. El patriarcado y el sistema machista son sistemas socioculturales que nos permean a todos. Está interiorizado, normalizado en todas las situaciones y en nuestras cabezas. La lucha es empoderar a las mujeres con respecto a su sexualidad, su cuerpo, su autonomía, su forma de ser y actuar; hacer reflexionar a los hombres en las formas que ejercen poder con otras personas. 

Sos hija de comerciantes con un pensamiento tal vez más conservador. Tu mamá tiene un puesto en el mercado en Costa Rica. ¿Fue duro compaginar tu quehacer artístico y tu posición con tu familia?

Sí, fue difícil. Pero, ¿qué en la vida no lo es? Siempre ha sido difícil hablar con mis papás sobre derechos humanos, sexuales y reproductivos o feminismo. Siempre fui como la hija rebelde, que no me dejaba, que peleaba de vuelta. Siempre fui la persona que me paré enfrente de mis papás y dije: «¡ya!». Lo sigo siendo y me siento orgullosa. No quiero ser una persona que baje la cabeza. Perdono a mis papás por lo que me hicieron, a la sociedad por todo lo que se me hizo, pero me empoderé con respecto a lo que sucedió. Siento que es un ejemplo para poder empoderar a otras mujeres, hacerlas sentir libres y cómodas en su propia piel. Te pasó esto, pero puedes quedarte ahí o sanar. Liberate, sentí amor, compasión por vos y seguí empoderando a otras mujeres.

Alguien me preguntó hace poco si le tenía miedo a los hombres. No, yo no le tengo miedo a los hombres. Le tengo miedo a las mujeres. Hemos aguantado tanta mierda que en cualquier momento puede pasar lo peor…

A los hombres se les construyó que tenían poder, se lo creyeron, lo ejercen. Pero las mujeres estamos tomando el poder y no vamos a soportar más mierda.

Stephanie Chaves posee la convicción de que no debe moderar su mensaje. Y una de las cosas que más le alimenta es contrariar a quienes le digan o le sugieran cómo debe pensar y comportarse.

¿Lograste un cambio ahí?

Con mi papá y mamá hubo un cambio. Pude hacerles cambiar muchas cosas. Antes lo veían demasiado extraño, pero empecé a hablarles de sexualidad y de género. Ellos no estaban muy seguros de lo que estaba haciendo, hasta que vieron que daba charla en distintas universidades, que ha sido un honor. Me comenzaron a llamar de demasiados países y espacios para enviar mis piezas en galerías, tiendas y bares en América. Ellos vieron que estaba empoderando personas de la manera correcta, que estaban haciendo un cambio social y que era también un fenómeno nacional.

¿Se puede ser artista y activista al mismo tiempo?

Totalmente. Ser activista me da demasiadas herramientas, temáticas, vivencias, experiencias, historias. Demasiadas narrativas que, a mí parecer, son importantes para destacar en mi trabajo. Yo no puedo hacer cosas artísticas creadas según la inspiración del momento o demasiado vagas. Para mí, el arte es un ente educador y es necesario que se utilice en pro de la sociedad, para reflexionar, enseñar, cambiar comportamientos y maneras de pensar.

En tus redes sos muy abierta a compartir tu vida como recurso didáctico y también para mostrar compromiso con tus principios. ¿Desde qué cosas cotidianas inicia el cambio hacia sociedades más igualitarias?

Al ser una mujer feminista, empoderada con mi vida sexual y mi vida personal, creo que el cambio inicia con las pequeñas acciones. En esta residencia artística me di cuenta de muchas cosas. Una de las frases que me quedó muy grabada fue la de una chica de Costa Rica: «un humano a la vez». El cambio empieza por nosotros mismos. Es más una convicción. Suena demasiado a evangelizar, pero es real. Es un cambio de perspectiva. Cuando lo  tenés y entendés que estás oprimiendo a otras mujeres por cómo vos, hombre, te comportás, sos la misma persona persona sin mecanismos de opresión. Hay pequeños cambios, como dejar de interrumpir a las mujeres, dejar de decir «qué zorra esa mae», dejar de mirarlas de abajo o arriba. Ese tipo de acciones súper pequeñas –y maneras de pensar– empiezan a cambiar. Luego es un desborde de acciones con perspectiva de género. En cada una de esas cosas se ve el cambio. En la manera como te abordás a ti mismo en el espacio y a las demás personas.

Por ejemplo, en la residencia estábamos con la chica que cocina. Lo que iba a hacer para la cena me parecía que era muy poco y  comenzamos a cocinar juntas. Entonces llegó un chico a la cocina y dijo: «¿me pueden cocinar un huevito aparte?». Yo me le quedé viendo como: «Mae, ¿qué putas? Yo no soy su mamá». Luego dijo: «yo me lo cocino». Y pensé: «¡exacto!».

¿Cómo afecta a las sociedades latinoamericanas acercarse a la sexualidad y al género de maneras tradicionales?

La manera tradicional de acercarse a la sexualidad es la manera machista. Desde la opresión, desde la dominación, la culpa, la vergüenza. Si te  violaron, vos sos la sinvergüenza y la culpable. Nos enseñaron que la mujer es la que tiene la culpa de todo. Básicamente, en Eva es donde se inicia el pecado. Desde las iglesias cristianas y católicas se ha usado la sexualidad de la mujer como método de control. No puede disfrutarla porque la etiquetan de puta. Es siempre el hombre quien ha tenido la libertad hasta de violar sin ir a la cárcel, de violentar el cuerpo de las mujeres de manera individual o en colectivo. Hasta 30 hombres han violado a una sola mujer en Brasil y han quedado impunes. O el caso de las violaciones correctivas: te quieren quitar lo lesbiana por medio de que los papás paguen a hombres y te lo quiten. Es la falta de tolerancia, la falta de empatía y de amor que existe a la otredad, a la diferencia. 

Si usted entiende la otredad se va a entender más a usted mismo. Pero si usted está encasillado, enajenado y obsesionado con oprimir a lo que es diferente, todo va a salir mal. Uno tiene que aprender que todos somos diferentes y que está genial serlo. Que hay que respetar y aprender la diferencia. La gente solo quiere imponerse. Son los sistemas de control y dominación que se encuentran en la sociedad centroamericana y a nivel mundial también. En Suecia hay machismo, en Escocia. El machismo es un sistema de opresión a nivel mundial. 

Stephanie explica que su proyecto se define en tres grandes áreas: arte contemporáneo, activismo e ilustración. Muchas veces suele hacer arte y activismo a través ilustraciones que pueden provocar sensibilidades en lo que para algunas personas pueda ser “sagrado”; aunque para Stephanie no lo sea.

¿Qué impacto buscás que tenga tu trabajo a ese nivel?

Que la gente comience a pensar. Cuando la gente empieza a criticarse lo que han hecho, lo que han recibido, lo que han permitdo que pase, todo empieza a cambiar. Se empiezan a enojar, a putear que la gente los quiera oprimir.

Existe esta idea de que hay una manera única de cómo vivir su vida. Cuando usted se da cuenta que esa manera no es real y no existe, usted entiende que le han quitado muchas cosas. Que la han tratado de  dominar, de humillar, de bajar y pisotear muchísimo.

Cuando usted se da cuenta, se libera. Cuando se libera, usted es dueña de su cuerpo y hace lo que usted quiera. Otras mujeres van a  verla y van a hacer a su vez lo mismo. Usted, al empoderarse, empodera y libera a otras. También cuestionarse en grupo. Intercambiar vivencias y situaciones donde todo pasó de la manera incorrecta. Sanarlo en grupo es de las mejores maneras, con las personas correctas. Saber que si uno quiere sanar ciertas cosas es necesario buscar a la persona correcta, con perspectiva de género, para que le aporte, en vez de hacerla sentir más culpable. 

Tenés una presencia importante en redes sociales, especialmente en Instagram y Facebook. ¿Cómo se es feminista más allá  de la imagen compartida en redes, la camiseta bonita  o del slogan?

Tengo treinta mil seguidores en Facebook y en Instagram tengo catorce mil. Es una buena manera de hacer conciencia, de abrir un espacio para el debate y la reflexión. Para entender que las personas aprenden y quieren ser parte de un grupo. Cuando muchísima gente en Costa Rica, Colombia, Bolivia o El Salvador comienza a seguirme, quieren ser parte de un grupo, quieren ser feministas. Empiezan a repostearme. Pero muy pocas personas, probablemente, no estén entendiendo lo que están posteando. Se necesita comenzar por un lado y es digno de admirar.

Por otro lado, hay que tomar una posición al respecto. ¿Qué más estoy haciendo, además de publicar? Me he dado cuenta en esta residencia –y me da tristeza, pero es la realidad en la que vivimos– que hay personas que se consideran feministas,  pero publicar lo que sea que creás que tenga perspectiva de género no te hace feminista. No podés ser feminista en redes, no funciona. Tenés que ser feminista en la vida real. Enfrentar la vida con perspectiva de género, desde la sororidad, desde el amor, desde la empatía a otras mujeres. Confrontar a los hombres que están tratando de dominar a las mujeres y ponerles un alto.

¿Cómo se amarra eso? Si sos hombre, cuestionándote tus privilegios; estar dispuesto a aprender y a sentirse humillado por lo que se ha hecho; y pedirse perdón a sí mismo. Las mujeres, a seguir delante; saber que hay un gran camino que seguir, que va a ser difícil y doloroso, pero es necesario hacerlo. Hay que salirse de la zona de confort para poder entender y ejecutar acciones con perspectiva de género. Llevar lo que decís en redes a la vida real. Eso lleva trabajo, tiempo. Examinar quién sos, qué has hecho, qué has dicho. Ver alrededor qué está pasando, pero también ver a usted misma, ver qué está haciendo mal y qué puede hacer mejor. 

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