Cuidado, presidente electo

Algunos presidentes de nuestro continente, Trump y Bolsonaro por ejemplo, han seguido tácticas que no han sido positivas para los países que gobiernan y tampoco para ellos. Bolsonaro tiene la popularidad más baja de cualquier presidente reciente en Brasil en los inicios de su gobierno y Trump está por debajo de su contrincante demócrata en las encuestas, lo cual no es lo normal para un presidente en funciones que busca la reelección.

Esos presidentes gobiernan por Twitter, no de cara al pueblo, no existe un dialogo entre estos últimos y sus gobernantes que permita reflexión, corregir rumbo, formar ciudadanía y patria y construir democracia. Esos gobernantes se pelean con los que deberían ser sus aliados naturales, países vecinos o que han sido aliados estratégicos por décadas, y, más peligroso aún para los gobernantes, se pelean con la prensa. Confrontan a aquellos que necesitan para gobernar o resolver los problemas nacionales, sean estos los partidos de oposición, posibles aliados, incluso sus mismos correligionarios. Se rodean de personas cuyas cualidades principales son serles leales o que, por lo menos, prometen serles leales. Esos gobernantes desvían la atención de los que son sus problemas, los problemas de la nación, problemas la mayoría que heredaron pero que ellos prometieron resolver, hacia problemas menores o creados por sus redes sociales.

Esos gobernantes deterioran los valores morales, inculcan el odio, crean noticias falsas, mienten y utilizan las instituciones del Estado. Esas actitudes y posiciones, más basadas en sentimientos que en análisis y políticas, han llevado a esos gobernantes a tener que dar marcha atrás, incluso a rechazar lo dicho o propuesto por ellos mismos.

Todo ello produce daños graves a sus países. Los valores morales y éticos caen a niveles muy bajos, las nuevas generaciones enfrentan una crisis de valores que produce, entre otras cosas, masacres, el vivir con miedo y con una vigilancia constante que produce grandes ineficiencias. La violencia, en vez de disminuir, crece; la atención del quehacer público se desvía a problemas creados en la internet y a otros, llevando a una falta de atención a los problemas más importantes para los países; los gobernantes siguen acusando a las administraciones anteriores o a sus oponentes políticos de los problemas, olvidándose —más bien tratando de desviar la atención— de que son ellos los que ahora gobiernan y que esos problemas ahora son sus problemas. Todo ello lleva a una sociedad polarizada, discriminadora, no inclusiva, con crisis moral, con problemas que crecen, con gobiernos débiles, que cambian constantemente sus funcionarios.

Algunos ejemplos relevantes para nosotros de lo anterior. Trump hace del muro una de sus principales batallas. ¿En qué soluciona el muro los problemas de Estados Unidos? Los centroamericanos tenemos claro que en nada, pero que sí es un problema que desvía la atención del electorado estadounidense. Pero lo que sí es claro para los latinos en Estados Unidos es que los discursos de Trump sobre el muro y nosotros crean odio y discriminación en esa nación. En Estados Unidos y en Brasil se trata de imponer orden con base en mano dura y ataques a grupos estereotipos; ello hace que la violencia y la discriminación aumenten, los niños entran a las escuelas a través de detectores de metal, cada vez son colas más largas al pasar seguridad en aeropuertos, y se dan hechos de masacres basadas en odio. Trump ataca, luego busca, luego los vuelve a atacar y a buscar, a AMLO, a Kim e, incluso ahora, a Venezuela, a Cuba y a Rusia, según sean sus necesidades.

Se confronta a la prensa y se trata de distraer la atención con el muro o con noticias falsas, pero la prensa se mantiene enfrentando las intimidaciones, buscando constantemente la verdad, reportando desde varios ángulos, dando voz a los sin voz, y la popularidad de los gobernantes cae.

La gran mayoría de los salvadoreños queremos que su gobierno sea exitoso, presidente electo, pero cuando reflexionamos en los ejemplos anteriores y observamos muchas de sus actitudes y procedimientos, nos preocupamos. Hay muchas similitudes, muchos peligros, y, en nuestro caso —siendo país pequeño, pobre y con una democracia joven—, las consecuencias para El Salvador y para su gobierno podrían ser peores que para los países grandes.

Algunos ejemplos en su caso, presidente electo. Antes de empezar su gobierno ya se peleó con los países vecinos, los cuales necesitamos, con los cuales hemos trabajando a pesar de diferencias grandes entre gobiernos. En el mundo internacional El Salvador pesa poco. Centroamérica unida es mucho más respetada. En buena medida, la gobernabilidad de su periodo presidencial va a depender de que logren los votos necesarios en la Asamblea Legislativa para pasar leyes, aprobar endeudamientos, etcétera. Antes de empezar, usted ya está en franco enfrentamiento con los partidos políticos cuyos votos va a necesitar.

El Estado que herede y su toma de posesión se hubieran visto beneficiados de mayor armonía entre ustedes y el gobierno saliente. Usted ya se peleó y cerró espacios con la prensa de mayor respeto en el país. Pocos gobernantes y gobernados se han beneficiado de confrontaciones entre los medios y los presidentes.

El país está por salir a los mercados internacionales a prestar plata, mucha plata para nuestras finanzas —$1,300 millones que ya fueron autorizados por la Asamblea—. Uno de los factores que afecta el precio al cual nos presten esa plata son las señales que usted mande a esos mercados internacionales. Hasta ahora ellos no han recibido ninguna señal; ello hace que, ante la incertidumbre, las tasas de interés para el país suban, lo que significa varios millones de dólares anuales en costos financieros. Declaraciones suyas sobre los principios que regirán su gobernar en el campo de las finanzas públicas, señales de acercamiento con los partidos políticos cuyos votos necesita para gobernar y el anunciar su próximo ministro en esa área —siempre que esa persona traiga calma a los mercados— serían señales bien recibidas.

Los ciudadanos hemos sabido muy poco de usted y de su próximo gobierno en estos meses desde que fue electo, excepto por los mensajes cortos de sus tuits. Ello nos crea, sobre todo al tener en cuenta los ejemplos de Estados Unidos, Brasil y otros, ansiedad y preocupación. Las preguntas sobre cómo ustedes van a gobernar y solucionar los problemas del país se mantienen. Es más, en algunos casos crecen. A algunos entretienen las disputas que usted ha planteado desde que fue electo, como el lugar de su toma de posesión, la confrontación con el gobierno saliente, etcétera, pero lo que esperamos ahora son noticias y acciones sobre los problemas nacionales.

Decíamos antes que esas actitudes y posiciones no han sido positivas para los países grandes y sus gobernantes y que eran más peligrosas para nuestro país pequeño y más vulnerable. En un artículo anterior en esta revista, yo señalaba que nuestra política con Estados Unidos debe ser de socios, no de sumisos (“Socios sí, sumisos no”, Revista Factum, 26 febrero de 2019). Hasta ahora sus actitudes y relacionamiento con el gobierno actual de Estados Unidos van más en la dirección de sumisión.

Su recién nombrada canciller agrava esa tendencia cuando dice que Estados Unidos “es la mano que nos alimenta”, cuando es al revés. La mano que alimenta a Estados Unidos, limpia sus platos, construye y limpia sus edificios, etcétera, es la salvadoreña. Los mensajes de las altas autoridades son importantes para definir actitudes y políticas, para nuestros valores, autoestima y posicionamiento internacional.

Por estos primeros signos, porque estamos convencidos de que lo mejor para nuestro país es que su gobierno sea exitoso, y porque todavía tenemos esperanza, es que decimos: ¡Cuidado, presidente electo!


*Mauricio Silva ha trabajado por más de 40 años en administración pública. Ha sido director y gerente de varias instituciones en El Salvador y experto en el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

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