Copa de Oro, sucia desde 1996

En Estados Unidos los anuncios de la Copa de Oro, el torneo de fútbol más importante en la región que va de Panamá a Canadá e incluye al Caribe, ya saturan los entretiempos de los partidos de la Copa América. Las entradas ya se venden a todo tren por los servicios de boletería online –un tercio del estadio M&T de Baltimore, donde se jugará uno de los cuartos de final el 18 de julio y las sillas cuestan entre 37 y 172 dólares, por ejemplo, ya está vendido– y los bares latinos en el área metropolitana de Washington ya anuncian especiales de cerveza y parrillada para las tardes futboleras. Todo, en apariencia, normal. Sin embargo, cuando la XIII edición de la Copa de Oro arranque, el próximo 7 de julio, al engramillado del Toyota Stadium en Frisco, Texas, saltará, además de las selecciones de Panamá y Haití, el hedor de la corrupción que ha carcomido a CONCACAF, la confederación organizadora, a FIFA, a varias de las federaciones que dirigen el fútbol en los países participantes, a Traffic, la empresa que pagó sobornos a federativos para garantizarse los derechos televisivos y de publicidad del torneo, incluso a seleccionados nacionales salvadoreños que alguna vez jugaron en este torneo.

 

“FIFA y sus miembros y organizaciones constituyentes… y los cargos relativos a eventos en los que se hicieron pagos indebidos con un propósito u otro… hacen que se identifique a FIFA y a las organizaciones que lo constituyen con lo que llamamos una empresa RICO, que es el acrónimo (en inglés) de Empresa Criminal Influenciada por la Corrupción.”.

–Juez Raymond J. Dearie. 25 de noviembre de 2013.

 

La selección de El Salvador debuta el 8 de julio de 2015 en la XIII edición de la Copa de Oro en California. Este es el primer torneo regional de la azul y blanco tras el escándalo de amaños –partidos arreglados por los jugadores- que sacudió al fútbol salvadoreño en 2013, por el que 22 futbolistas fueron investigados y 14 de ellos suspendidos de por vida. Un combinado nacional hecho casi desde cero saltará a la cancha del StubHub Center a enfrentar a Canadá.

Aficionados salvadoreños felicitan a jugadores de su selección después del triunfo 4-1 sobre San Cristóbal y Nieves. Foto de Frederick Meza.

Aficionados salvadoreños felicitan a jugadores de su selección después del triunfo 4-1 sobre San Cristóbal y Nieves. Foto de Frederick Meza.

Los ecos de la trampa, los escándalos, los partidos arreglados, del fútbol vilipendiado estarán en esa cancha, no solo por el pasado reciente de la Selecta, también, y sobre todo, por el hedor de la cloaca abierta que es la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y la Confederación Centroamericana y del Caribe de Fútbol (CONCACAF), los entes organizadores de la Copa de Oro, desde que el 20 de mayo de 2015 un proceso judicial abierto en Nueva York destapó una verdad no contestada hasta ahora: ambas instituciones han sido hogar de las más nefastas prácticas de corrupción desde hace al menos tres décadas.

Entre los procesados en Nueva York hay dos expresidentes y un secretario general de CONCACAF y dos expresidentes de federaciones nacionales centroamericanas –de Costa Rica y Nicaragua- adscritas a la confederación, además de dos exejecutivos que Traffic, una empresa de marketing que entró en tratos oscuros con esos federativos para pagar sobornos por derechos de explotación de marcas de selecciones nacionales y de la misma Copa de Oro.

Uno de esos procesados, Jeffrey Webb, de Islas Caimán, era el presidente de la CONCACAF cuando fue arrestado el 27 de mayo de 2015 en Zúrich, Suiza. Otro de los procesados, Charles “Chuck” Blazer, estadounidense, fue el secretario general de la confederación desde 1990 hasta 2011.

[Este es el documento con los cargos del Gran Jurado]

Fue él, Blazer, quien inventó el manual de la corrupción en CONCACAF. Según la confesión que hizo el 25 de noviembre de 2013 ante el equipo de acusadores que dirigía Loretta Lynch, entonces fiscal del distrito este de Nueva York en Brooklyn y hoy fiscal general de los Estados Unidos, la corrupción ha estado presente al menos en 7 de las 12 ediciones de la Copa de Oro realizadas hasta ahora: en los cinco torneos jugados desde 1996 hasta 2003 y luego en los de 2011 y 2013, Blazer, Webb y otros miembros de CONCACAF recibieron sobornos para entregar los derechos de mercadeo y transmisión televisiva a Traffic International, una empresa de promoción deportiva basada en Miami.

El esquema de corrupción en CONCACAF está, según la acusación elaborada hace dos años por la fiscal Loretta Lynch, al centro del escándalo que ha sacudido a la FIFA y al mundo del fútbol. Los negocios ilícitos en la confederación del balompié centroamericano y caribeño están descritos en seis de los 12 “esquemas criminales” presentados por los fiscales neoyorquinos a Raymond J. Dearie, el juez que lleva el caso en Brooklyn. En 2012, ya cuando Webb era el mandamás, CONCACAF y al menos cuatro federaciones centroamericanas entraron en tratos debajo de la mesa con Traffic para, de nuevo, cobrar sobornos por la cesión de derechos de futuras ediciones de la Copa de Oro y, esta vez, también de la liga de campeones de la confederación a partir de 2013. A este último esquema los fiscales estadounidenses los listan como el número 11 de las empresas criminales asociadas a FIFA en la acusación (requerimiento) presentado al juez Dearie y anexo al expediente judicial 13-CR-602, del que Factum tiene una copia.

“El acusado Jeffrey Webb dirigió al co-conspirador #4 para buscar sobornos en conexión con estas negociaciones (con Traffic). Así, además del precio del contrato (de 15.5 millones de dólares por la edición 2013 de la Copa de Oro y las ediciones 2013-2014 y 2014-2015 de la liga de campeones de CONCACAF), el co-conspirador #4 solicitó a Traffic pagar a Webb un soborno de 1.1 millones, a lo que la empresa accedió”, explica el expediente judicial detalles del soborno.

Para recibir el pago ilegal, Webb creó una empresa fantasma de confección de uniformes deportivos. De acuerdo a testimonios revelados en ese expediente del tribunal neoyorquino –en este proceso aún hay varios documentos sellados por petición del gobierno de los Estados Unidos–, dos de las federaciones centroamericanas involucradas en el esquema criminal número 11 son las de Costa Rica y la de Nicaragua.

Conspiración criminal


[Este es el informe sobre Chuck Blazer]

El 25 de noviembre de 2013 a las 10 de la mañana, Chuck Blazer se sentó frente al juez Dearie, la fiscal Loretta Lynch y otros tres fiscales asistentes. Al ex secretario general de CONCACAF y ex directivo de FIFA le acompañaban cuatro abogados del bufete Friedman, Kaplan, Seiler & Aldeman. En la corte estaba también Ronald E. Tolkin, el secretario del tribunal, y dos agentes federales, uno del FBI y otro de Servicio de Impuestos Internos (IRS, en inglés). En total, 10 personas que escucharían ese día en el edificio de la corte, en el 225 de la plaza Cadman Este de Brooklyn, Nueva York, lo que Blazer tenía que decir sobre la corrupción en el fútbol tras haber llegado, semanas antes, a un trato con la fiscalía para ver sus penas reducidas y lograr inmunidad en algunos casos tras declararse culpable de 10 cargos por cuatro delitos y aceptar colaborar con los fiscales para construir acusaciones contra otros oficiales de FIFA.

Lo que Blazer dijo en esa reunión, que es la base principal de las acusaciones hechas en mayo de 2015 contra los otros 14 hombres implicados en el escándalo FIFA, se mantuvo en secreto de sumario hasta el 11 de junio de 2015, cuando el juez Dearie resolvió hacer público el testimonio a petición de al menos 7 medios de comunicación estadounidense.

Aquel día de otoño de 2013, Blazer, entonces de 68 años, llegó al tribunal en una silla de ruedas, agobiado por los efectos de 20 semanas de quimioterapia a los que era sometido debido a un cáncer de recto, una diabetes tipo II e irregularidades de arteria coronaria.

—…La prognosis (por el cáncer) es buena… y estoy respondiendo bastante bien…, contestó Blazer al juez a una pregunta sobre su estado de salud.

—Buena suerte, respondió Dearie…, Entonces, es capaz de concentrarse y participar en este procedimiento dada la gravedad de las acusaciones en su contra.

—Sí, señor, concedió el imputado.

Después, Dearie y Blazer entablaron un diálogo en el que el juez le aclara al acusado sobre “la gravedad de las acusaciones” y, de paso, le explica que los sobornos relacionados a los derechos de la Copa de Oro son “una conspiración criminal”. Así la conversación anexa al expediente “Estados Unidos vs Charles Gordon Blazer”, número correlativo 13-MC-1011, del que Factum también tiene copia:

—Es una conspiración… de estas organizaciones, cuya misión es promover el deporte alrededor del mundo… y del rol de estas organizaciones en la selección de sedes para las copas el mundo y copas de oro… Se alega que esta conspiración (es) para corromper estas empresas a través de pagos anticipados, sobornos y fondos obtenidos de varios esquemas criminales… Como es el caso del esquema de sobornos de la Copa de Oro… Se requiere de una conspiración para hacer esto… ¿Sabe lo que es una conspiración?, preguntó Dearie a Blazer

—Una actividad conducida por un grupo de personas tras un objetivo específico, respondió el ex federativo

—Un objetivo criminal… Un acuerdo para hacer algo que la ley prohíbe, aclaró Dearie la gravedad de la acusación.

En su confesión ante el juez, Blazer describió en detalle el esquema criminal alrededor de la Copa de Oro, que también incluía a Jack Warner, ciudadano de Trinidad y residente legal de Estados Unidos desde 1993, miembro del comité ejecutivo de FIFA entre 1983 y 2011, vicepresidente de FIFA desde 1997 y presidente de CONCACAF entre 1990 y 2011:

“Traffic egresó cientos de miles de dólares en sobornos a Jack Warner y Blazer, incluidos pagos que fueron hechos por medio de bancos basados en Estados Unidos”, se lee en el apartado del expediente que explica cómo el 29 de marzo de 1999 la compañía deportiva transfirió $200,000 desde una cuenta en el banco Barclays de Nueva York a una del mismo banco abierta por Blazer en las Islas Caimán, u otra transacción por $100,000 hecha menos de un mes después, el 23 de abril de 1999, también a una cuenta abierta por Blazer. Todos esos pagos eran sobornos por derechos sobre la Copa de Oro. En total, según la fiscalía neoyorquina, Blazer se embolsó $15.5 millones en poco menos de diez años.

En los casos de la recepción de sobornos para ceder los derechos de transmisión, mercadeo y publicidad de las ediciones de Copa de Oro de 1996, 1998, 2000, 2002 y 2003, los fiscales habían acusado a Blazer de tres delitos, conspiración criminal, fraude en transferencia de dinero y lavado de dinero. De haber sido encontrado culpable, el ex ejecutivo futbolístico habría enfrentado una pena acumulada de hasta 60 años de prisión y multas hasta por un millón de dólares.

Pero Blazer pactó para librarse de esas penas y de futuras persecuciones penales; con su pacto abrió la puerta para las acusaciones contra los otros 14 imputados y a una investigación que, según agentes federales que han conocido sobre este escándalo, podría ampliarse a otros sospechosos de dar y recibir sobornos, quienes en los expedientes judiciales abiertos son mencionados solo como “co-conspiradores”, y entre quienes están, por ejemplo, los ex presidentes de dos federaciones centroamericanas que no son ni la de Costa Rica ni la de Nicaragua (ya acusados).

Al final, el balón rodará en Toyota Stadium de Frisco, Texas, el próximo 7 de julio. Ese y otros estadios de la XIII edición de la Copa de Oro en Estados y Canadá, donde viven cientos de miles de inmigrantes centroamericanos, caribeños y mexicanos, seguramente registrarán buenas entradas. El dinero volverá a fluir, como el balón. El tufo de la cloaca estará ahí, escondido entre los gritos que celebren los goles.

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