#VivasNosQueremos. Las estructuras de la muerte en El Salvador

Cuando escribimos sobre violencia hacia las mujeres, muchos hombres nos dicen que es una exageración. Que, según las cifras, mueren más hombres que mujeres. Entonces, ¿cuál es el escándalo? En su escritura sobre la memoria y el olvido, Todorov advierte sobre la competencia del dolor, quién sufre más, quién cree que ha sufrido más. Ningún dolor está en competencia con otro. De lo contrario sería como luchar por un hit parade del dolor. El tema de la violencia hacia las mujeres se parece a estas discusiones. No peleamos por el horror, ¿quién quiere el primer lugar del horror? Peleamos por otra cosa, por darle sentido a la búsqueda de soluciones ante la violencia.


Tenemos que aceptar que las mujeres y los hombres son asesinados por distintas violencias. Lo sabemos, nos lo dicen las noticias, ¿pero qué hacemos con lo que sabemos?, ¿cómo le damos sentido?

Los hombres, los jóvenes y los niños son asesinados por violencias más urbanas, que han sido cruzadas precisamente por lo público: el territorio, la zona, la colonia, el espacio controlado por las clicas. Sus asesinatos nos destrozan, nos duelen igual, pero tenemos que observar que obedecen a razones diferentes que el asesinato de mujeres. En El Salvador, las mujeres, las jóvenes, las niñas, son asesinadas en otros espacios, más domésticos. Son asesinadas también por sus parejas. Son secuestradas, desaparecidas, violadas y asesinadas de una manera que obedece al rol histórico que se le ha dado a su género. Las noticias nos lo dicen y nos lo dicen también los superficiales reportes de policía: “se fue con el novio”, “salía con un marero”, “era mujer de alguien de la clica”. Así, las mujeres no aparecen como sujetos de su historia ni siquiera en su propia muerte. Están sujetas a los hombres. A lo que los hombres, sus parejas, sus asesinos e incluso quienes investigan sus asesinatos, quieren hacer con ellas.

Es necesario evidenciar las distinciones sobre las que se erigen las estructuras de la muerte en El Salvador: las mujeres y los hombres asesinados diariamente son asesinados desde distintos aparatos culturales. Solo haciendo estos apuntes desde la diferencia podemos pensar estrategias con mayor sentido contra las violencias en su especificidad. La violación y la mutilación genital como actos reiterados en los asesinatos cotidianos -sí, eso ya es cotidiano- son elementos exclusivos en el asesinato de mujeres -biológicas y transexuales- y han sido recurrentemente usados como terrorismo en guerras como la salvadoreña, la guatemalteca y en los Balcanes, apenas un cuarto de siglo atrás.

En las narraciones masculinas -las instituciones han sido y son androcéntricas y no es invento mío- los otros asesinatos que no importan son los de las otras mujeres, que por no haber nacido biológicamente mujeres son ignoradas por el Estado y las instituciones. Las mujeres transexuales y transgénero han luchado por años en El Salvador. Primero, luchan por la comprensión de sí mismas, después luchan para que el Estado las reconozca como ciudadanas, con su identidad en plenitud. Pero las noticias nos dicen que son hombres: hombres que fueron violados y mutilados como las mujeres biológicas. La experiencia del terror cotidiano debe decirnos algo más que el prejuicio o la cifra. Debe decirnos, o ayudarnos a pensar, qué hacer con esas violencias diferenciadas. Si no entendemos las estructuras de la violencia como aparatos culturales no podemos comprender nuestra Historia.

Las mujeres de México marcharon este domingo 24 de abril contra la violencia. Su lema era #VivasNosQueremos. Muchos hombres se unieron a la marcha, hay momentos en los que no importa que, en el hit parade de las cifras, las mujeres asesinadas no despunten estrepitosamente. Mientras esto no suceda en El Salvador, y los hombres en las instituciones y en los  medios nos digan que hablar de feminicidos es una exageración, tendremos que seguir escribiendo y pensando sobre la violencia que experimentamos en nuestra cotidianidad, y sobre todo tendremos que escribir sobre las mujeres que no salieron vivas de ella, porque nuestra suerte ha sido no convertirnos en una cifra ni en una narración que en la que somos el objeto de un hombre. Las mujeres mexicanas se quieren vivas. Yo también nos quiero vivas.

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