Un año

La Revista Factum cumple un año. Esto que me hace pensar que son muchos los hechos, los sucesos y los escándalos que ha abordado y que han sucedido en estos doce meses. Ha habido de todo: elecciones, homicidios, corrupción, propuestas novedosas, griteríos, juicios, nuevos santos, protestas, más homicidios, impuestos y hasta marchas cívico-partidarias. En fin, El Salvador y lo que pasa en nuestra región han dado mucho trabajo a Factum.

Pensar en qué fue lo más relevante es un tanto difícil, porque en nuestro país acostumbramos a que la coyuntura y  lo habitual absorban a lo indignante y prioritario. Sin lugar a dudas, el aumento de los homicidios y la violencia generalizada son el tema más alarmante y el que más impacto tuvo para la vida de los salvadoreños –o que a más salvadoreños les costó la vida-, pero también lo son la corrupción, la impunidad y la “tan clásica” pobreza.

Lo más novedoso de este último año es que las cosas siguen igual. Los tomadores de decisión siguen creyendo que sin ellos las cosas estarían peor; los políticos siguen luchas viscerales por mantener el poder; la violencia y la inseguridad nos siguen volviendo cada vez más incivilizados, los pobres siguen siendo pobres, la corrupción y la impunidad nos siguen carcomiendo, los jóvenes siguen inactivos. Alejarse de una sociedad así sigue siendo una buena idea.

Pero, al mismo tiempo que todos nos quejamos, todos nos vemos carentes de interés. Mientras los que tienen el poder actúan como sí todo mejorara, o si lo urgente y lo importante no les concerniese, el resto no quedamos sin actuar.

Parece que a los salvadoreños nos tranquiliza el mentirnos con desfachatez. En El Salvador las cosas están mal y funcionan mal. Sin embargo, no se trata simplemente que los servicios públicos sean ineficientes o que no cubran a todos, en nuestra sociedad sigue habiendo quienes viven bien y quienes sobreviven. La desigualdad, hasta para ser asesinados, es un problema claro y constante.

Durante este año, nuestra sociedad sigue teniendo grandes deudas sociales, una exagerada violencia y mucha pobreza. Y se sigue dándole vueltas a los problemas, sin buscar soluciones realistas y, sobre todo, concretas.

Los problemas nacionales no se tratan de la ridícula simpleza de poner un impuesto o no, para que todo cambie. Se trata de que no hemos buscado conciliar aquellos temas trascendentales en los que sabemos qué no funcionan las cosas y no se intenta solucionarlos de una vez por todas.

Perder la seriedad en juicios o valoraciones sobre actos de corrupción, escondiendo o manipulado información y haciendo shows, no hace más que socavar la poca credibilidad en las instituciones nacionales. Quién puede creer en nuestro país, si nuestras instituciones son valoradas por la calidad de sus funcionarios.

Sin duda, hay iniciativas esperanzadoras, como los nuevos liderazgos juveniles de “El país que viene”, las reuniones de “Diálogo, Debate y Democracia”, o los refrescantes destellos del nuevo periodismo investigativo salvadoreño, que dan muestras de que si todos nos comprometemos es posible transformar la diversidad, la transparencia y las diferencias en un motor para la innovación y la riqueza de opciones. Pero, mientras esto no cale en el resto de sectores sociales y, sobre todo, en los detentadores del poder, los acontecimientos sucedidos este año seguirán repitiéndose.

Seguir buscando la verdad de las cosas, profundizar, a través de las ideas, en el por qué se hacen mal, y exigir que se hagan en favor de la gente es lo que hay que impulsar desde todos los sectores e iniciativas de la sociedad, si lo que buscamos es querer vivir con tranquilidad en este país.

Finalmente, no me queda más que felicitar y alentar a la Revista Factum, porque, muchachos, aún queda mucho trabajo.

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