¿Qué esconde tu mesa de noche?

¿Y si tuvieras que confesar públicamente lo que guardas en la mesa de noche?… Mejor que se acabe el mundo y salimos de esa.

Hace poco tuve una conversación sobre el tema. Un chico me preguntó lo que averiguamos las mujeres al llegar por primera vez a la casa de la persona con quien salimos. Alguien que de verdad nos comienza a gustar y queremos saber cosas que son muy atrevidas de preguntar tan temprano.

—Ustedes siempre investigan, ¿verdad?

Traté de disimular la risa y parecer desentendida de la obviedad que preguntaba. Sentí que me había descubierto viendo dentro de su gabinete del baño buscando si guardaba alguna medicina y para qué parte del cuerpo. (Debo decir que el gabinete estaba vacío).

—No siempre andamos revisando sus cosas. (Una mentira, lo sé)

Me preguntó si a simple vista había encontrado algo.

—Bueno, tienes poca comida en tu refrigerador, me hace suponer que casi no comes en casa.

Hasta ahí respondí, pero mi conclusión se extendía mentalmente: el gabinete del baño está vacío y lo que se guarda ahí dice mucho de tu higiene personal, si no tienes a mano pasta y cepillo de dientes, es que no te los lavas como deberías. Tienes cuatro camisas colgadas del closet, asumo que tienes ropa en otro lugar. Hay tres platos en el escurridor y vives solo, o sea que tienes visitas seguido…

Entre risas insistió en el tema y supuse que si mis deducciones hasta el momento no le daban miedo, podía tocar la tecla más aguda de ese piano: la gaveta de la mesa de noche.

—¿Las mujeres también se fijan en la mesa de noche?

Volví a censurar mi respuesta. ¡La gaveta! Ese misterioso agujero negro que se traga morbos y necesidades básicas. Desde gotas para los ojos, el control remoto, pasando por un libro, hasta algún vibrador importado clandestinamente a este país que aboga por los nacimientos de bebés; pero no quiere saber nada del proceso.

—Lo normal (volví a mentir, lo sé). No es lo mismo que tengas una cajita con 3 preservativos a que tengas dos cajas de cincuenta.

La cena transcurrió de lo más divertida, pero me quedé pensando que estaba fustigando a este hombre que recién conocía, cuando yo estaba en el purgatorio de las mesas de noche. Si él supiera lo que guardo en la mía…

Me di cuenta de que en mi casa todo brilla y huele a limpio aunque si abren esa gaveta específica parece un micro mercado de pulgas.

Lo que averiguamos las mujeres en las primeras visitas a su casa realmente nos ayuda a sacar conclusiones y pocas veces nos equivocamos. Una amiga me contaba que le pedía usar su baño para buscar si había algún arete de mujer en el suelo; o si colgaba de la ducha alguna esponja para el cuerpo (pensando que un hombre usa un paste simple o solo jabón, es decir, una fémina se ducha ahí); qué tipo de jabón corporal usa (si solo usa gel de cuerpo y no se restriega, posiblemente se asea a medias); si usa hilo dental o su cepillado es superficial; cuántas toallas tiene y con qué diseño (la misma conclusión de la esponja)… la pobre entraba en crisis cuando su cita le indicaba usar el baño de visitas donde no se esconde ni un indicio.

Dan morbo las mesas de noche ajenas. Incluso en la adolescencia que compartimos cuarto con amigas, vamos descubriendo técnicas para guardar secretos y esconder lo importante de los padres, para luego aplicarlo a la vida en pareja.

Con la convivencia esos espacios se comienzan a compartir y se asume el desorden y/o la vergüenza en conjunto, pero mientras se llega a ese punto de amar la indigencia del otro, nos cuidamos escondiendo y nos agobiamos averiguando en la misma medida.

Simple naturaleza humana el observar y concluir, un poco de instinto de protección y otro poco de curiosidad ante lo que nos interesa. Relájense que tampoco es el juicio final. Ordenen y hagan más invitaciones a casa. Las citas más reveladoras ocurren entre puertas y gavetas.

 

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