Programas de gobierno de bolsillo (2/2)

En la primera entrega de esta columna, afirmaba que de los partidos políticos debemos esperar poco. Y acá pretendo dar algunas razones para sostener tal afirmación que, aunque obvia y cada vez más generalizada, requiere un poco de pensamiento. Sostengo que los partidos políticos -los llamados “tradicionales” y los “nuevos”- poco pueden ofrecer a la ciudadanía, no porque no tengan un plan o programa de gobierno, sino porque cada idea o promesa que expresan en sus participaciones en entrevistas o discursos nos lleva a recordar que no es la primera vez que un político en campaña se refiere al tema, cualquiera que este sea. Pero esas intervenciones apenas se asoman a datos muy generales y nada dicen de cómo y con qué financiamiento se echarán a andar sus propuestas.

 Hay una lista de temas recurrentes en todo discurso o intervención de los candidatos. Primero, porque “los sondeos de opinión público así lo reflejan”, encontramos el tema de seguridad. Sobre esto no hace falta decir que, desde hace un buen rato, somos unos de los países más violentos del mundo y que en este tema encontramos a las pandillas como generadoras de la mayor parte de hechos violentos que se cometen a diario. Pero no basta con decir eso para acercarse al problema. ¿Qué tanta consciencia sobre el tema de pandillas tienen los candidatos? ¿Será que comprenden realmente este fenómeno? Según un estudio de la Universidad Internacional de Florida, en el que trabajó el investigador salvadoreño radicado en Estados Unidos, José Miguel Cruz, “la pobreza y la falta de oportunidades educativas y de empleo son los principales motores de la afiliación en las pandillas. En El Salvador, la proporción de jóvenes entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan es del 25%”. Estos datos no han variado mucho según la última Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples.

En junio pasado, el candidato Carlos Calleja decía que “están robándole los sueños a nuestros jóvenes, a nuestros hijos, a las generaciones. Por eso digo, la corrupción con la violencia, son el cáncer, las dos enfermedades más grandes que nos tiene como estamos”. Hugo Martínez, al siguiente mes, decía que “a los jóvenes hay que ofrecerles empleo, una capacitación técnica y abrir oportunidades para que se desarrollen profesionalmente con relación a su formación y experiencia”. ¿Mienten los candidatos? No. ¿Tienen razón en lo que afirman? Sí, ambos. Pero, ¿cómo evitamos como país que a los jóvenes no se les roben los sueños, Sr. Calleja? Esas oportunidades de las que habla, ¿cómo se crearán, Sr. Martínez?

 La retórica, el discurso lleno de buenas intenciones y los nombres rebuscados a programas reciclados, es cada vez más evidente. Quizá la idea que cada vez se reafirma más en la sociedad es la de que las elecciones no resuelven nada y que los partidos políticos no representan esperanzas ni posibilidades de cambios reales para el país. La promesa de generar 80 mil empleos cada año se enfrenta inmediatamente a los datos fríos de los últimos años en cuanto a generación de empleos formales. En el 2014 se generaron 5,009; para el 2015 la cifra fue de 11,427; al año siguiente, 2016, los datos son de 13,223; y en el año pasado, 2017, 6,723 empleos formales. Lo anterior según datos de la encuesta citada y números aportados por el ISSS. Esa promesa nos hace recordar a la célebre Fábrica de Empleos, prometida por Mauricio Funes. Según los datos oficiales,entre 2009 y 2014 se crearon 149,655. Valga eso como dato importante.

 No es cosa difícil hacer comparaciones de datos, basta con ir a los registros en publicaciones oficiales y notas periodísticas para asomarse a la realidad. Eso está bien para nosotros como ciudadanos, que debemos tener certeza de cómo van las cosas en nuestro país y, a partir de ahí, generar una actitud crítica y de incidencia desde dónde nos encontremos. Además de que, aunque no revise datos o estadísticas, el ciudadano sabe cómo van las cosas, porque lo vive a diario. Pero no es válido que quienes pretenden gobernar a nuestro país solo nos cuenten, a su modo y manera, las cifras que sus equipos les facilitan y con eso generan un discurso plagado de palabras bonitas, de intenciones puras que al final son puras intenciones y nada más que eso. Debemos insistir hasta el cansancio en que los candidatos tienen la obligación de responder de forma concreta a los cuestionamientos acerca de cómo pretenden hacer realidad sus propuestas, insistir en que deben responder de dónde vendrá el financiamiento para los mismos, responder a la pregunta de si vamos a seguirnos endeudando de forma desmedida como ha sido costumbre, si el dinero de la ciudadanía se está utilizando de forma transparente y para lo que debe utilizarse.

Sobre el financiamiento, los candidatos tienen muchas explicaciones que brindar. Sostener que no hay dinero para gran cantidad de necesidades ha sido excusa recurrente en la administración ejecutiva actual. Algo que manifestaba el ex magistrado de la Sala lo Constitucional, Sidney Blanco, en un foro para hablar de la jurisprudencia más relevante de dicho tribunal en los nueve años anteriores. Fueron muchos los casos de personas que, a través de un amparo, solicitaron a la Sala que se les garantizara el derecho a la salud, personas a las que no se les estaba dando la medicina para sus padecimientos y el gobierno respondía que no había plata. Cosa que se evidenciaba en el constate pedido del gobierno de que en la Asamblea Legislativa se aprobaran créditos para lograr mantener los subsidios o los programas sociales. Así las cosas. Eso no ha cambiado. La realidad financiera del Estado sigue siendo complicada y parece que, más temprano que tarde, se comenzará a estudiar una propuesta para aumentar el IVA del 13% al 15%. Claro, esto no pasará en los próximos meses, porque es una medida antipopular y lo antipopular, aunque esté latente como plan en la mente de quienes toman decisiones, no se puede expresar en tiempos electorales.

Sobre esto, señores candidatos, los queremos escuchar. Y si vienen con el cuento de que están trabajando sus propuestas y que tampoco las pueden hacer públicas porque no es tiempo legal para hacer campaña… permítanme que me ría. Ya no queremos esa especie de “brochure” que hacen las veces de programa de gobierno. Quizá a ustedes les sirva para discursar por unos minutos ante un público complaciente o para salir bien librados de una entrevista, pero la ciudadanía merece respeto y si quieren ustedes un poquito de confianza, deben responder seriamente a los serios problemas.


Mauricio Maravilla es estudiante de quinto año de Ciencias Jurídicas  y conductor de La Entrevista de Canal 8.

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