Los presidentes y su derecho a equivocarse

Recién ha jurado como presidente Andrés Manuel López Obrador. Es el número cincuenta y siete en la historia de México y, en un discurso largo y a veces gritado, ha dicho que él no tiene el derecho de fallar, reafirmando la exigencia de un joven en bicicleta que se le acercó en su camino al Congreso para tomar protesta. Esa frase hace recordar al expresidente salvadoreño Mauricio Funes quien, con tanto entusiasmo y algarabía, fue votado y se convirtió en depositario de mucha confianza de la gente. “Nosotros no tenemos derecho a equivocarnos”, dijo Funes aquel histórico uno de junio de 2009.

AMLO, como popularmente se conoce al nuevo presidente mexicano, hizo un recorrido por varios temas sensibles para su población y puso en la corrupción su principal punto de mira. Equivocarse desde la administración pública implica, si se quiere, no llenar las expectativas de los votantes. El periódico The New York Times, semanas antes de la toma de posesión de AMLO, publicaba una nota en la que hacía notar la mutación en su discurso como candidato hasta sus palabras como presidente electo. Lo que se dice en campaña ya no es lo mismo que se dice como presidente electo y tampoco es igual a lo que se dice como presidente en el pleno ejercicio del poder. No solo en México, en El Salvador también. El discurso de AMLO fue fuerte con las administraciones anteriores: a su izquierda, apenas separado por el presidente del Congreso, estaba Enrique Peña Nieto, quien, en varios pasajes del discurso de su sucesor parecía incomodarse más de lo normal. La culpa de la crisis de México, dijo AMLO, la tiene el modelo neoliberal aplicado en los últimos treinta y seis años y la “inmunda corrupción pública y privada”. Parece que describía no solo a México sino también a varios países de la región, sobre todo de Centro América.

El nuevo presidente de los mexicanos llega con un alto nivel de aprobación ante la opinión pública, además de la legitimidad que le dan 30 millones de votos. Sucede en el cargo a un presidente con una baja aceptación, según algunas encuestadoras mexicanas. Peña Nieto se despide de la presidencia con apenas el 24% de aprobación. Que llegue bien respaldado, generando grandes expectativas, no significa que vaya a ser el mejor presidente. He ahí un detalle válido también para el caso salvadoreño: buenos candidatos no garantizan buenos presidentes. La candidatura es una construcción en el imaginario colectivo, el candidato puede equivocarse bajo su propio riesgo, es decir, si comete errores lo peor que puede pasar (lo peor para él, su partido y seguidores) es que no gane la elección, pero los errores cuando ya se gobierna se pagan caro. Esos errores desde el gobierno tienen costos políticos y sociales para toda la población. Desde luego que no siempre un gobierno es impopular simplemente por impericia, incapacidad y errores. Hay gobiernos diseñados justamente para ser impopulares, gobiernos que responden al interés de élites económicas y que, con toda intención, se alejan de las esperanzas y necesidades de los ciudadanos. Otra vez, aplica para México, El Salvador y otros países.

¿Es que acaso los presidentes no tienen derecho a equivocarse? Parece utópico que no vayan a cometer errores, pero ahí está el reto de AMLO. Quiénes lo rodean, qué nivel de participación ciudadana habrá en su gobierno, de qué forma el gobierno abierto será una característica, un estilo en su gestión. Eso y otras cosas lo acercan más a un gobierno de la gente. Que los errores se detecten y corrijan rápido, que no falle a los mexicanos, que nos lo ignore, algo que los demás gobiernos han hecho. Los mexicanos se cansaron de una tradicional forma de hacer política, que los excluyó y condenó a vivir por décadas en medio de la inseguridad y a ser gobernados por corruptos. Pero insisto, el cansancio que lleva a respaldar a otras opciones, no garantiza un cambio seguro.

Desde luego que Andrés Manuel inicia con gestos importantes: una comisión de la verdad para el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, renuncia al privilegio constitucional (el fuero), se compromete a no privatizar el agua y a no permitir los transgénicos, además de que cada mañana va a liderar una reunión con su gabinete de seguridad para encabezar, él mismo, los esfuerzos en ese tema. Desde luego que hay muchos otros temas a los que se refirió (su discurso completo lo pueden buscar en internet). La de AMLO es una experiencia política por demás interesante, muchos de sus cuadros políticos en el territorio (sus cuadros en MORENA) han sido formados por Enrique Dussel. Es decir, que el triunfo de AMLO no solo se debe al cansancio de la gente en las élites políticas y económicas que han gobernado México y que lo han convertido en un ejemplo de corrupción gubernamental, sino que también implica una construcción política desde abajo. Si su gobierno se deja acompañar por los movimientos sociales e indígenas, va por buen camino. Su promesa de no fallar dependerá mucho de la cercanía que mantenga con la gente.

Hay quienes son más cuidadosos y advierten que, a estas alturas, ya no vale la pena ilusionarse con líderes políticos porque, al final, terminan fallando. Quizá tengan razón, no se puede confiar en que la elección de esta u otra persona como presidente va a cambiar las cosas, es decir, que las elecciones si bien son importantes no son la única vía para cambiar las cosas, pero también es cierto que un gobierno cercano con la gente puede transformar muchas cosas si la ciudadanía saber aprovechar los espacios para incidir en la toma de decisiones. Citando palabras de Monseñor Romero -dado que México y El Salvador son países con gran influencia del catolicismo-, “los que verdaderamente quieran gobernar al pueblo para un verdadero bien, tienen que contar la sincera participación del pueblo salvadoreño –o mexicano- y no usar al pueblo solo como escalera para subir y después no tener en cuenta al verdadero pueblo, que es al que tienen que servir desde el gobierno”. Hermanos mexicanos, que les vaya bien.


*Mauricio Maravilla es egresado de Ciencias Jurídicas y conductor de entrevistas en Canal 8.

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