Pinche script

Pocas veces he visto a alguien tan feliz. Encendí la televisión y en TCS estaba sentado, radiante, Abrahamcito Soto rodeado de otros candidatos de Arena. Lo habían invitado porque, a esa hora, él era uno de los más votados de su partido. El cuarto, Abrahamcito, de los 12 que seguramente Arena meterá en San Salvador.

El entrevistador se lo hizo ver y aquel muchacho revivió alguna estadía en Disney. Una sonrisa tremenda la de Abrahamcito. Y eso que la campaña había estado dura. Entre los 2 minutos de Corintios y Efesios al día, Paty decorando pasteles con su rostro y la retocadita de José Andrés, había que esforzarse para llamar la atención entre la cuidada renovación.

Abrahamcito lo había hecho: estaba a punto de convertirse en el diputado más joven de la nueva Asamblea Legislativa.

Pero uno nunca tiene presente a los malditos scripts.

Ni en los Oscar había pasado esto, Olive… bueno, solo una vez.
No se puede jugar así con una ilusión, con un sueño.
¿Y si el hombre ya había comprometido asesores, Olive?
Es como ir a Jardín Infantil, dar la interpretación de tu vida, y que solo te den una bolsa de churros como premio.

Pocas veces hemos visto tanto daño por culpa de unos guiones. Una histeria colectiva de candidatos por culpa de unos scripts mal puestos, Olive. Ahí anduvo el pobre Portillo Cuadra, penando con su teléfono para demostrar con datos filtrados que él seguirá siendo -hoy hoy hoy- diputado por San Salvador. Tanta afectación psicológica, Olive.

No solo de los candidatos, magistrado, de la gente. ¿Imagínese los que pensaron que se habían librado finalmente de Parker? De las gorras con cromos revolucionarios del Diablito. De la pena de tener que ver en la televisión legislativa, sin que nadie se lo escriba, lo que piensa Milena, su amiga. O de descubrir, con horror, que el error humano no afectó a los #1, y que Nidia, Norman y Memo Gallegos nos deleitarán –de nuevo- con su presencia en la Asamblea Legislativa. Bajo amenaza, de los dos últimos, de presidirla.

Seguro ha sido una gran decepción. Pagar un buen dinero, digamos $3 millones, que encima no son suyos, para que la empresa le quede mal y haga tremendo papelón ante la gente, Olive. Máxime cuando usted ni entiende de scripts, plugins y de la mátrix en general, y aún así paga por navegar el Titanic. Y ya sabemos, que como el Challenger, la historia termina mal.

Lo comprendo: yo me siento igual cuando el mecánico me dice que hay que cambiarle al carro el cigüeñal, los bushings, el alternador del sisiflay, y a uno no le queda decir más que amén.

Esas cosas pasan, diría uno de sus colegas sentimentales, pero no deberían. Bueno… le pasan a su Tribunal, pero después de lo que ocurrió hace tres años, cuando ocuparon cibercafés para transmitir los resultados, uno pensaría que algo habían aprendido.

Pero escuchamos atentos sus excusas y nos quedamos esperando el script de su disculpa. Y explicaciones creíbles después de las horas de silencio. Los ciudadanos –y Abrahamcito- las merecemos.

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