Persistamos

“Te traigo, novia, este ramillete de niños muertos.
Los he encontrado en todas partes.
Son los restos de una guerra
y de una estupidez humana.
Te los traigo porque en sus ojos, prensados por la nada,
aún hay ternura”

– Vladimir Amaya

Asesinaron a Erick Beltrán, voluntario en Comandos de Salvamento de El Salvador. Le dieron 14 disparos. Erick tenía 14 años y se dedicaba a salvar vidas.

El Salvador es ese país que asesina a quienes salvan vidas. El Salvador es ese país que no quiere salvarse.

Comandos de Salvamento informó que cerrará su sede en Quezaltepeque, la misma en la que fue asesinado Erick. Es la metáfora de dejar a alguien que se desangre, pero se desangra un país. Y ni siquiera los socorristas, esas personas que creen en la vida por sobre todas las cosas, pueden salvarlo.

Muchos jóvenes de El Salvador murieron siendo jóvenes. Muchos jóvenes, como Erick, no llegaron ni siquiera a la edad de la estadística que señala la edad para morir en ese país: de 15 a 25 años.

Vi la fotografía de Erick con su uniforme de rescatista. Vi su carita y me desmoroné. Sí, es una carita, no un rostro como escribimos para ser elegantes. Es la carita de un niño que ha comenzado a ser adolescente. Un amigo escribió en su Facebook: “No era pandillero, no era adulto”. No era adulto. Tenía esa edad en la que los adolescentes cambian y se sienten tristes, eufóricos o inconformes. Erick optó por salvar vidas. Un niño decidió salvar a un país que mata a niños todos los días.

Erick es todos los niños y las niñas de ese país que tiene el nombre más absurdo del mundo, ese país que no quiere salvarse.

Muchos jóvenes en El Salvador son rechazados a diario para vivir. Residen en zonas vulnerables, son asaltados, violados, desaparecidos, asesinados. No pueden conseguir educación, salud, trabajo. Pero no nos enteramos de su lucha por vivir, verdadera, porque las agendas mediáticas los muestran como delincuentes o al menos sospechosos de serlo. Los criminalizan, les niegan incluso el beneficio de la duda. Nos muestran, sí, la necesidad de un joven adulto que pide que nadie vaya a un bar en el que no lo dejaron entrar por algo llamado “derecho de admisión”. La clase media se construye más desde lo simbólico que desde lo económico. Por eso muchos protestaron indignados por el joven que no entró a un bar y no por Erick, asesinado ayer, socorrista en las zonas más ruines de El Salvador. Ruin.

El gran fotógrafo Francisco Campos es voluntario en Comandos de Salvamento desde 1980. Llegó muy joven, cuando empezaba el horror de la guerra. Campos ha registrado la historia contemporánea salvadoreña, desde la guerra hasta esta terrorífica paz. En un conversatorio-homenaje en el Centro Cultural de España, preguntamos a don Chico cómo había logrado salir de la guerra y no enloquecer con el recuerdo, la imagen, de lo que registró. Entonces don Chico dijo que había comenzado a registrar la vida, fotografió el centro de San Salvador de la posguerra, el del Bajo mundo, una de sus series emblemáticas, y continuó como rescatista.  Don Chico sobrevivió al horror y a la memoria porque persistió.

En medio de estas historias estamos nosotros, los que hemos logrado sobrevivir. En medio de la Historia, estamos también nosotros, despintados e inconsecuentes, sobreviviendo a pesar del futuro. Persistir significa mantenerse firme. Debemos mantenernos firmes en la vida y esto implica hacer las cosas tengan sentido en el país donde nada tiene sentido.

La voluntad de vivir ha sido la voluntad de rescatar. Por Erick, por Chico Campos, y por los 3 mil anónimos y verdaderos héroes de Comandos de Salvamento y demás cuerpos de socorro en El Salvador, hemos logrado persistir. Ellos no nos dejaron sangrar en medio de la calle. Erick pudo tener un futuro, un país. Pero nosotros lo dejamos desangrarse por 14 balazos, uno por cada año de su vida, la peor alegoría matemática en el país de las altas cifras de asesinatos diarios.

Hoy más que siempre, hay que persistir. PERSISTAMOS.


Imagen de Erick Beltran, quien a sus 14 años era voluntario en Comandos de Salvamento de El Salvador. Fueron también 14 las balas que acabaron con su vida. Foto tomada de Facebook.

Imagen de Erick Beltran, quien a sus 14 años era voluntario en Comandos de Salvamento de El Salvador. Fueron también 14 las balas que acabaron con su vida. Foto tomada de Facebook.

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