Padura: “Soy un escritor heterodoxo e impuro y tratar de encasillarme no sería justo”

El célebre escritor cubano es una de las caras más conocidas del festival Centroamérica Cuenta, que esta semana reúne a decenas de escritores y periodistas en Managua. En esta entrevista, concedida en agosto de 2016, durante la feria Internacional del Libro de Panamá, el escritor habla sobre su obra,. que ha encandilado a miles de lectores en todo el mundo. 

Foto FACTUM/Teresita Chavarría


Leonardo Padura nació en La Habana prerrevolucionaria, en 1955, y en su ciudad ha vivido siempre, en la misma casa, ahí jugó baseball, estudió literatura, fue periodista de Juventud Rebelde y ahí escribe sus novelas. “Yo escribo en mi casa, no escribo en otra parte”, enfatiza como una manera de decir que desde ahí ha conseguido ser un exitoso escritor en el escenario mundial, un escritor muy crítico con la realidad cubana, que se valió de recursos literarios y de sus personajes, entre los que destaca el detective Mario Conde, para ejercer una libertad que a muchos sorprende e intriga.

Padura es el escritor latinoamericano más importante en la actualidad, así lo constatan sus ventas y la distribución de sus libros y la demanda de su participación en todo evento literario importante. Según datos que solicitamos a Grupo Planeta, Padura es uno de los tres autores latinoamericanos más vendidos por editorial Tusquets, y es el más vendido en México y Centroamérica. Su obra se ha traducido a más de doce idiomas y El hombre que amaba los perros es un libro en reimpresión permanente, y sin duda su novela más exitosa. En los últimos años ha escrito guiones originales para películas y ha adaptado al cine varias de sus novelas. Recibe con satisfacción toda esta atención, pero empieza a resentir el tiempo que le debe a la escritura, “La promoción es fundamental en este trabajo, pero si no escribes llega el momento en que no vas a tener nada que promover”.

En medio de esta vorágine promocional que por momentos parece agobiarle, apartó 20 minutos para esta entrevista en la que descifra el periplo de su nuevo libro, y su nuevo oficio de guionista, sobre el pasado y futuro de Conde, sobre las claves de su obra, sus conexiones entre géneros y sus expectativas sobre su país, sin dejar de lado el baseball que tanto le apasiona y le une a Cuba: “Hay un refrán que dice que según esté el baseball así está Cuba, y el baseball cubano, en estos momentos, está en una etapa muy compleja”. Cuando nos dimos cuenta, habían pasado 40 minutos y lo esperaban homenajes, charlas y libros que firmar.


Quiero empezar a conversar sobre el periplo del libro que estás presentando acá: primero hubo un libro, La novela de mi vida, luego hubo una película llamada Regreso a Ítaca basada en algunos capítulos de aquel libro y, ahora, hay otro libro basado en la película que también se llama Regreso a Ítaca. Cuéntanos ese proceso…

Yo creo que este libro recoge ese proceso de cómo un texto literario puede llegar a ser un guion y, además, todos los problemas que pueden surgir desde el punto de vista artístico como de producción, como de aceptación de ese trabajo. El libro se llama Regreso a Ítaca, como la película, y está firmado por mí y por el director de la película que participó en la escritura del guion, el francés Laurent Cantet, director importante que tiene Palma de Oro en Cannes con una película maravillosa que se llama, en español, La Clase, en francés Entre le murs.

¿Cómo nació el proyecto de la película?

La idea fue de él, Cantet había leído alguno de mis libros, en especial La novela de mi vida y le gustó mucho. Cuando estuvo en La Habana para hacer un corto que se iba a integrar a una película que se llama 7 días en La Habana, en la que son siete directores diferentes, los guiones los íbamos a escribir entre mi esposa, Lucía López Coll y yo, pues él dijo ‘yo quiero participar de la película si trabajo con Leonardo Padura’ y, ahí, comenzamos la relación de trabajo, escribimos un protoguion para hacer el casting, él lo filmó, le gustó mucho lo que había logrado y, unos días después, me escribió diciéndome que no iba a hacer el corto con esa historia, que iba a hacer un largo pero que no tenía productores y que tenía que empezar a buscar los productores. Afortunadamente los encontramos con bastante rapidez y con poco dinero, es decir, que había que hacer una película muy económica pero era la idea que él tenía desde el principio, hacer una película que ocurre en una locación única alrededor de un grupo de personajes. Comenzamos el trabajo de escritura del guion, en un primer momento, tuvimos unos días de discusión él y yo, nos reunimos en París, perfilamos cómo iba a ser la idea, yo regresé a Cuba y comencé a escribir ese guion. Igual fuimos conveniando el trabajo, yo le enviaba distintas versiones, yo le decía lo que pensaba hasta que logramos el guion definitivo. Ese guion, prácticamente, fue lo que se filmó, es decir, hubo muy pocos cambios entre lo que decía el texto y decían los personajes y lo que ocurría en esa azotea de La Habana. La película estuvo programada para participar en el Festival de cine de La Habana fuera de competencia, no se presentó en ese festival de cine, finalmente, se presentó después en La semana de cine francés porque hubo, ahí, algunos problemas…

¿Censura?

No, no fueron problemas de censura porque, en definitiva, la película se presentó, creo que hubo suspicacia más que censura. El caso es que la película se puso en La Habana con muchísimo éxito, la sala de la Cinemateca de Cuba, que es una sala de mil doscientas localidades, se llenó con mucho aplauso de la gente, mucha conmoción por la historia, y yo le propuse a mis editores españoles: ‘mira, aquí tengo un texto que es muy literario, muy literario a pesar de que es cinematográfico’. Habitualmente no se publican los guiones pero viendo ese texto, teniendo el nombre de Laurent Cantet para publicarlo, pues hicimos la edición.

Pero el libro no es exactamente el guión de la película…

El libro es toda esta historia que te he contado organizada, de alguna manera, un poco cinematográfica, organizada por escenas, y creo que puede ser leído por cualquiera. Está escrito ya sin las acotaciones propias de los guiones, está escrito como un texto narrativo pero hay varios documentos y se ve cómo el proceso de una película puede comenzar siendo un texto narrativo. Lo organicé en el sentido inverso, como un viaje a la semilla, desde la película y hasta la literatura y creo que es ejemplar, en ese sentido.

¿En qué género lo ubicas tú?

Es un guion de cine que está escrito novelescamente, en el sentido de que no aparecen las acotaciones de cine, pero, en el lenguaje cinematográfico. Yo no escribiría así un texto literario. Por ejemplo, el uso del adjetivo, que a mí me encanta, yo uso mucho adjetivo, aquí, prácticamente, no aparece, solo se cuentan las cosas y hablan los personajes.

¿Se está proponiendo la experiencia en un sentido más pedagógico o tratando de construir una obra literaria?

Hay un sentido didáctico, creo que puede ser interesante para los estudiantes de cine, los escritores de guion, pero hay una propuesta estética, más que literaria, yo diría estética porque desborda lo literario y eso está presente en el libro.

Leonardo Padura junto con Élmer L. Menjívar. Foto FACTUM/Teresita Chavarría

Demos un salto de regreso a otra de tus Ítacas, hablemos de Mario Conde, creo que anda, ya cumpliendo veinticinco años…

¡Ya veinticinco cumplió Mario Conde! En la Feria del Libro de Guadalajara del año anterior Tusquets México publicó mi novela Pasado Perfecto, en la que aparece Mario Conde, como una edición conmemorativa por los veinticinco años de haber creado el personaje.

¿Y cómo ves a Mario Conde a esta edad?

Está muy bien Mario Conde porque, dentro de poco, se presenta en el Festival de San Sebastián la serie española que se hizo con mis primeras cuatro novelas, una de esas películas, también, tiene un formato para el cine que se estrena, en España, el 30 de setiembre.

¿Es una serie para televisión?

Son cuatro películas para televisión y una para cine, pero ya ahora se filma con los mismos recursos para televisión o para cine, lo que pasa es que las de televisión tienen noventa minutos exactos, que es el formato que pide la televisión, incluso, se ha hecho un montaje en el que se puede dividir en dos capítulos de cuarenta y cinco, de acuerdo a lo que programen las televisoras. La película para el cine, que tiene cien minutos.

¿El cine será el final de Mario Conde?

Estoy escribiendo una nueva novela con Conde… Como mi esposa Lucía y yo trabajamos tantos personajes con estos guiones, escribimos cuatro películas de noventa minutos, te podrás imaginar, tenía a Mario Conde tan metido en la cabeza que en la nueva historia que quería contar dije, ‘bueno, voy a volver con Conde’, y es una novela en la que Conde cumple los 60 años, entra en la cuarta edad y tiene una relación muy cercana con la contemporaneidad cubana, con lo que está ocurriendo en la Cuba contemporánea, anterior al 2014, anterior al momento en que se anuncia las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Me preguntaba cómo un personaje como Mario Conde ha logrado sobrevivir estos 25 años en Cuba, en su entorno, en este paralelo de ficción ¿Cuál es el secreto de vida y de permanencia de Mario Conde?

Mira, es el mismo que el mío, lo que pasa es que yo lo he vivido como escritor, Mario Conde lo vive, primero, como un investigador que pertenece a la policía, hasta el año 89, que deja la policía y comienza con su segunda vida como comprador y vendedor de libros viejos, con muchas dificultades, con presiones económicas, con las mismas preocupaciones, incertidumbres, alegrías, cercanías que he tenido yo con respecto a la realidad pero, en el caso de él más aguzadas por sus condiciones de vida. Lo que he hecho con Mario Conde, de alguna forma, es utilizar su punto de vista, su mirada, su perspectiva, su sensibilidad para hacer una crónica de lo que ha sido la vida cubana contemporánea en estos últimos veinticinco años y más atrás porque Conde, constantemente, va al pasado.

Hace unos meses entrevisté a Paco Ignacio Taibo II sobre su incursión en la novela negra, o la novela policíaca, como él prefiere llamarla, y me explicaba como en su momento, él encontró en ese género la posibilidad más pertinente para, desde la literatura, hacer crítica política, porque decía que en ese ambiente institucional se veía un reflejo del Estado y en esto había una posibilidad de hacer una crítica política sin ir con las armas a la vista ¿Es tu caso también?

Mis novelas son, fundamentalmente, novelas sociales. Hoy un periodista quería que yo le hablara de la perceptiva de mis novelas policiales, me preguntaba si tenía que haber un asesinato, y cómo yo construía los personajes a partir del crimen, y yo le decía ‘no, no, no, no, no’. Todo eso funcional, todo eso viene después, todo eso forma parte de la esencia, es esa mirada social, esa indagación en una circunstancia tan peculiar como la cubana, tratando de ver desde su interior a través de un personaje muy anclado en esa realidad. Yo utilizo la novela policíaca porque creo que ese tipo de género es muy generoso a la hora de permitirte hacer cualquier experimento literario y cualquier propuesta estética, formal, social, política, en definitiva, uno puede utilizarla para lo que quiera, no te limita, es un género que te da libertad y, en mi caso, yo utilicé esa libertad para hacer esa mirada en la sociedad cubana, son novelas de carácter social…

Con una mirada muy crítica…

Bueno, si se mira a la sociedad cubana contemporánea, una de las necesidades es mirarla críticamente, creo que no hay otra forma de mirarla. Si la miras en un sentido reafirmativo, en el orden político, en el orden social, lo que estás haciendo es tapeando una serie de conflictos y la literatura necesita conflictos, Mario Conde es conflictivo, su mundo es conflictivo, el crimen, la corrupción, el abuso de poder, la indagación del pasado, siempre tiene que tener una perspectiva crítica y está presente en esta novela.

¿No te da miedo que la explotación del éxito de un personaje como Conde termine trivializando la crítica social que buscas hacer?

Lo que me da miedo es que llegue el punto en que me repita. Mario Conde evoluciona, pero no cambia, él es un tipo muy aferrado en su manera de pensar, de ser, de actuar, y eso es un peligro, que pudiera llegar a tener esa recurrencia en determinadas preocupaciones, actitudes y formas de actuar y de ver la vida, pero trato de resolverlo, entonces, con los recursos literarios con que hago los trabajos, por ejemplo, las estructuras. En las primeras cuatro novelas tienen, exactamente, el mismo estilo, una estructura muy similar, un sentido literario muy uniforme porque yo las escribí como cuatro grandes capítulos de una sola novela y, de hecho, ha habido editoriales, no en español, que han publicado el libro de las cuatro novelas de Mario Conde, La cuatro estaciones, o El Cuarteto de La Habana, como también se le ha dado en llamar. Pero, a partir de ahí, empecé a romper esas estructuras que había trabajado, esos lenguajes, esa perspectiva. Con Adiós Hemingway hago una novela diferente, con La neblina del ayer, lo mismo, Herejes es mucho más diferentes porque Herejes es una novela que descentra el protagonismo de Mario Conde, hay un momento en que es testigo, en otro es protagonista, en otro no aparece y, en esta, vuelve a ser protagonista pero en una estructura que, también, es diferente porque hay un viaje al pasado que empieza, en La Habana, unos años antes de que comience la historia principal de la novela y termina en el año 1291, en San Juan de Acre, con la historia de un caballero templario y una virgen negra, entonces, eso hace que sea la forma de escribir, incluso el lenguaje, completamente diferente en cada una de las novelas.

¿Tránsito o conexión entre la novela policíaca y la histórica?, pienso, por ejemplo, en El hombre que amaba los perros, y que estamos en un aniversario redondo de los hechos que tú retomas en esa novela (el asesinato de Leon Trosky). ¿En algún momento te planteaste conscientemente hacer un tránsito o establecer una conexión entre la novela histórica y la policíaca?

Yo creo que es más conexión, yo creo que has encontrado una palabra que me parece más justa porque mis novelas policíacas se han ido volviendo históricas y mis novelas históricas nunca han dejado de ser policíacas. El problema es que ni escribo novelas policíacas, ni escribo novelas históricas, escribo unas novelas en las que utilizo los recursos del género. Mi primera novela que se pudiera catalogar como novela histórica es La novela de mi vida y es una novela que termina en el presente, con El hombre que amaba los perros ocurre lo mismo, es una novela que termina en el presente, con Herejes igual. Yo soy un escritor heterodoxo e impuro y creo que tratar de encasillar en géneros mi trabajo no sería justo porque no es la esencia, la esencia está un poco más allá de lo genérico.

¿Qué sería para ti la novela policíaca o la novela negra pura? ¿Crees que son etiquetas para el mercado o crees que tienen significado literario real?

Sí, sí, se hace novela negra y novela policíaca, yo creo, por ejemplo, que autores como el griego Petros Márkaris, o el islandés Arnaldur Indriðason, hacían novelas mucho más policíacas que las mías, lo que ocurre es que ellos tienen una visión de la sociedad mucho más abierta que la de la novela policial tradicional. Creo que lo que pasó no fue que el género se agotara, yo creo que lo que pasó fue que el género se enriqueció a partir de los años setenta y ochenta con autores como el español Manuel Vázquez Montalbán, antes con el brasileño Rubem Fonseca, y con una serie de escritores norteamericanos y franceses que fueron apareciendo en esos años. El horizonte, la perspectiva, la mirada del mundo del crimen en la que se sentaba la novela policial se abrió. Ya lo habían hecho Hammett y Chandler a su manera y habían creado una escuela, creo que todo va por ese camino y ese camino es más amplio, más diverso, más heterodoxo y eso hace que el resultado también sea más literario.

Entonces, tú sí crees en la novela negra se mantiene vigente como un género literario mayor.

Sí, sí, sí, definitivamente, y no me molesta que me califiquen de novelista policial o de novelista histórico, para nada. Hubo una época, en Cuba, donde yo tenía publicadas mis primeras novelas, con edición cubana, y cuando había algún encuentro internacional importante e invitaban a escritores de mi generación, pensaban en otras personas porque yo era el que escribía novelas policíacas, y ha resultado que, ahora, mis novelas policíacas son las que representan a la literatura cubana más contemporánea y eso creo que ha sido gracias a un esfuerzo, un empeño y, sobre todo, es una evidencia de que estas novelas, siendo policíacas, son mucho más que policíacas.

Y esto que sean tus novelas las que representan a la literatura cubana contemporánea ¿cómo lo ve el oficialismo cubano? ¿con pesar, con orgullo?

El problema no está en que mis novelas sean policíacas o históricas, creo que muchas veces la mirada sobre mi literatura en Cuba tiene un matiz político que yo no le doy a mis libros, pero muchas veces pueden tener lecturas políticas y esas lecturas políticas no satisfacen a algunas personas, no obstante, tengo las mayores distinciones de Cuba, incluido el Premio nacional de literatura, y eso no significa absolutamente nada porque también puedo tener la mayor invisibilidad en Cuba, pero yo sigo mi trabajo que es lo importante.

¿Quiénes son los herejes contemporáneos de Cuba?

Creo que los herejes, siempre son los jóvenes, hay que tener un sentido del riesgo de la renovación, de la heterodoxia muy afilado para esa mirada hereje sobre la realidad y, por eso, en mi novela Herejes, me refiero a un grupo de jóvenes, en específico, que pertenecen a una tribu urbana. Creo que los jóvenes van a cambiar muchas cosas en Cuba, es inevitable, lo tienen que hacer, es una generación nueva y cada generación debe poner en práctica su pensamiento y su manera de entender la vida.

Has publicado dos libros sobre Alejo Carpentier ¿qué papel tiene él y su obra en la tuya?

Tengo dos libros escritos sobre Carpentier, uno es bastante voluminoso sí. Es un escritor que me develó muchísimo sobre el ser latinoamericano y, por tanto, sobre el ser cubano y es un escritor que me enseñó a ver La Habana y a escribir La Habana de otra manera. Creo que los dos escritores cubanos con los que yo tengo una relación sanguínea directa son Guillermo Cabrera Infante y Alejo Carpentier, que son dos escritores muy distantes y, a la vez, muy cercanos, porque escribían una literatura muy cubana, pero, a la vez, muy universal. Uno escribía en cubano y otro en el castellano más castizo que puede existir y ambos fueron como las dos luces que me enseñaron a ver la posibilidad de ver cómo se puede escribir la literatura en cubano y en lengua española.

¿Son tus principales influencias?

El propio Carpentier decía que los escritores no deben de decir sus influencias, yo no soy así, yo las reconozco y reconozco a Guillermo Cabrera Infante y Alejo Carpentier como las principales que he tenido en la literatura cubana, y luego las influencias de mis contemporáneos, yo soy un escritor muy generacional, tengo una relación muy estrecha con los escritores que comenzamos, prácticamente, juntos a escribir: Arturo Arango, Eliseo Alberto, Francisco López Hacha, Miguel Mejides, en fin, muchos nombres más y creo que ahí está la mayor relación de mi literatura.

¿Y cómo es tu relación con los escritores del exilio cubano?

Muy buena. Por ejemplo, está Abilio Estévez en Barcelona, está en Estados Unidos Luis Manuel García, que son mis amigos, son escritores con los que tengo una excelente relación, siempre la tuve, conocí, estando allá, en el exilio a Carlos Victoria, que murió, lo conocí hace unos años y tuve una muy buena relación con él. Y hay otros que por problemas personales o por problemas profesionales no tengo esa relación, ellos, dentro de Cuba, muchas veces me ignoran y, fuera de Cuba, ellos se dedican a atacarme, tendrán sus razones para hacerlo, no lo sé si son políticas, si son literarias o si son personales, pero es un tema del que no me gusta hablar. A ellos sí les gusta hablar, a mí no.

Bueno, hablemos de un tema del que sí te gusta… ¿Baseball o literatura? ¿Cómo saldrías de esa encrucijada?

Yo estuve en esa encrucijada en los primeros veinte años de mi vida porque lo que hice fue jugar baseball, empecé a escribir estando en la universidad. Empecé a escribir recientemente un artículo bastante largo que se va a publicar en un libro sobre La Habana y es la relación del baseball y La Habana conmigo, mi experiencia personal en esa relación y ahí hablo mucho de cómo el baseball, en mi vida, en mi memoria, en mi infancia, en mi familia fue un elemento que marcó las formas de entendernos, de ser, de expresarnos, de querernos y hasta de odiarnos. La pelota forma parte, más que de la cultura, de la espiritualidad cubana y en mi espíritu está absolutamente presente el juego de pelota, como le decimos en Cuba.

Hay literatura sobre baseball…

Poca, poca, poca, solamente han escrito bien y con cierta abundancia sobre el baseball los escritores norteamericanos. Los escritores de lengua española, puertorriqueños, dominicanos, mexicanos, panameños, cubanos, no han escrito demasiado sobre baseball.

¿Cuál es tu pronóstico de esta Cuba con relaciones normales con Estados Unidos?

El pronóstico es que se levante el embargo, ese es el pronóstico principal, hasta que eso no ocurra, solamente vamos a tener embajadas de un lado y del otro, vamos a tener estos académicos de un lado al otro, aviones que van y aviones que vienen, pero las cosas esenciales van a seguir en el mismo punto.

Esperas cambios con la anunciada salida del gobierno de Raúl Castro…

No lo sé, eso va a ocurrir dentro de dos años y en dos años pueden ocurrir muchísimas cosas o no ocurrir nada. Yo prefiero no hacer pronósticos de futuro, los pronósticos de futuro, respecto a Cuba, son bastante arriesgados y suelen equivocarse. Recuerdo que, en el año noventa o por ahí, se publicó un libro que circuló mucho que se llamaba La hora final de Fidel Castro, el problema fue que ese reloj se rompió, entonces, hacer pronósticos sobre el futuro de Cuba es demasiado arriesgado.

Has estado en Cuba durante este último año…

Sí, sí, sí, yo entro y salgo constantemente, ahora he estado trabajando en mi casa en Cuba, yo escribo en mi casa, no escribo en otra parte, he tenido muchos viajes, últimamente, de promoción relacionado con esto del cine, eso también me ha llevado un tiempo, es parte de mi trabajo porque, bueno, no solamente soy novelista, son guionista, soy periodista, y eso me ha tenido en mucho movimiento, tanto que debo encontrar un punto para detenerme. Prácticamente, por semana, me llega una invitación para ir a algún lugar y tengo que rechazar muchas, hay otras que no puedo rechazar, pero llegará el momento que tendré que ser cada vez más selectivo para poder escribir, porque la promoción es fundamental en este trabajo, pero si no escribes llega el momento en que no vas a tener nada que promover.

Me gustaría saber si, en este tiempo que has pasado en Cuba, después de la normalización de relaciones con Estados Unidos, ¿qué percibes de la ciudadanía?

La gente espera que pasen más cosas. Hay momentos pico, como cuando se anunció que iba a haber conversaciones, cuando comenzaron esas conversaciones, cuando se abrieron las embajadas, la visita de Obama, pero, en general, la situación no ha cambiado demasiado y, por eso la gente sigue esperando a que ocurran cosas. Hay una situación económica tensa, en Cuba, en estos momentos, eso preocupa a la gente porque ya hace 25 años vivimos lo que se llamó el “periodo especial” en tiempo de paz, que fue una crisis con mayúscula, como yo la llamo en La neblina del ayer y en otras novelas, y la gente tiene un poco de temor a que ocurra eso. El Gobierno trata de tranquilizar a la gente diciendo que no va a ser tan crítico, pero hay un momento económico complicado. La mayoría de los cubanos que emigran ya no lo hacen pensando en una filosofía política evanescente, son, simplemente, razones económicas.

Más parecido a la migración centroamericana…

Más parecida a casi todas las migraciones económicas. En América Latina en general hay un movimiento del cual Cuba nunca dejó de participar. Y bueno, el mismo hecho de que un cubano, cuando llega a los Estados Unidos, rápidamente, tiene la posibilidad de aspirar a la residencia norteamericana, al año y un día ya la puede tener ciudadanía alienta a que la gente se vaya, pues la gente siempre busca el lugar donde mejor pueda estar. Ahora mismo va gente a Estados Unidos, va gente a Ecuador, a Brasil, a Argentina, a España ya mucho menos por el tema de la crisis y el problema de la falta de trabajo en España… Pero ahora la migración cubana se da, sobre todo, por razones económicas, aunque algunos puedan tener, y los tienen, motivos políticos.

Internamente crees que haya, a partir de toda esta situación, algún tipo de movimiento ciudadano, como hemos visto en Brasil, Venezuela, Guatemala…

En estos momentos, no.

¿Por qué?

No sabría decirte las razones, se decirte el resultado: no lo habría.

Originalmente publicada en literofilia.com el 14 de septiembre de 2016.

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