Todos los días cientos de personas dejan Centroamérica para intentar llegar a los Estados Unidos. No es primera vez, pues, que incluso grupos numerosos abandonen el Triángulo Norte, esa región violenta del mundo, para atravesar miles de kilómetros en búsqueda del cada vez más difuso sueño americano. Nunca, sin embargo, habían tenido tanta publicidad, tanta cobertura mediática.

Las caravanas migrantes revolucionaron el fenómeno migratorio entre Centroamérica, México y los Estados Unidos. No porque las razones de los que huyen miles de salvadoreños, guatemaltecos u hondureños hayan cambiado -las pandillas siguen extorsionando, los empleos escasean y la desigualdad crece-; sino porque esas masas que atravesaron México, cargando niños y ancianos, evidenciaron al mundo las miserias de una región que ha sido incapaz de resolver a su gente las necesidades más básicas. Estados fallidos que han preferido quedar bien con el gobierno de los Estados Unidos que defender a los suyos.

Comenzó con un grupo pequeño en Honduras, en la segunda quincena de octubre. Pero decenas, cientos, miles se sumaron al poco tiempo para conformar un nutrido grupo de migrantes. Le siguieron caravanas en Guatemala y El Salvador. Familias enteras abrazadas por la desesperación.

El final de las caravanas fue la frontera sur de los Estados Unidos. Reforzada militarmente por la administración xenófoba del presidente Trump, la frontera se convirtió en el fin de la aventura migratoria de miles de centroamericanos. Sin alternativas, el norte de México se ha convertido en un gran campo de refugiados, el inicio de una crisis humanitaria sin precedentes en la región que ya ha cobrado la vida de muchos migrantes.

Esta fue parte de nuestra cobertura del fenómeno migratorio en 2018:

Tapachula, la procesadora de migrantes

Knock, Knock, American Dream 

Las caravanas migrantes y el show electoral de Trump

¿Qué nos dice, realmente, la caravana hondureña?