Mejor sola que con un feminicida

En menos de quince días nos hemos enterado de la escala de violencia feminicida en nuestro país. El caso más sonado en estos momentos es el de Karla Turcios. La Fiscalía General de la República (FGR) asegura que mientras dormía, Karla fue asesinada por Mario Huezo, su esposo, quien luego dejó el cadáver en Santa Rosa Guachipilín. Once días después, Katherine Cárcamo, de 27 años, fue asesinada también en su casa. Y las autoridades también sospechan que Bryan Arévalo, su esposo, prófugo, le propinó una fuerte golpiza hasta quitarle la vida.

Karla y Katherine murieron por asfixia mecánica. El lunes 23 de abril también fue asesinada Mirian González, de 21 años. Regresaba de denunciar a su esposo por violencia intrafamiliar. Él, ante la sorpresa de su suegra, le asestó un corvazo en la nuca.

Estos feminicidios son parte de los 145 registrados hasta el 24 de abril por las autoridades: 31 más con respecto a 2017. Sin embargo, este tema no puede ni debe reducirse solo a números porque da cuenta de algo más grave: la violencia intrafamiliar, esa que es perpetuada y heredada por generaciones de hombres y mujeres, y que lleva años invisibilizada.

Los tres feminicidios permiten ponerles nombre y apellido a las cifras que el Observatorio de violencia de Ormusa, con datos de la PNC y el Instituto de Medicina Legal (IML), recogen: los feminicidios ocurren en su mayoría en el hogar o en la calle (recordemos el caso de Vilma Pérez, asesinada en el centro de Apopa por su esposo. La mató porque ella iba a denunciarlo por violencia intrafamiliar). En los casos de Karla, Katherine y Vilma, todo indica que fueron asesinadas en presencia de sus hijos o hijas. Y entonces surge la pregunta: ¿Qué tratamiento psicológico recibirán para superar este trauma y para en futuro no convertirse en víctimas o victimarios?

En 2017, Medicina Legal registró 468 feminicidios: el 45 % de las mujeres asesinadas tenía menos de 29 años. En estas cifras, se incluyen 16 casos de menores de 15 años, como recoge Ormusa en su Observatorio. Esto concuerda con el Informe sobre hechos de violencia contra las mujeres realizado por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de la Digestyc, con datos de 2015.

El lugar más seguro para cualquier persona se ha convertido en el más inseguro. Los registros de feminicidio y de delitos relacionados con las libertades sexuales dan fe de esto: los principales agresores están en la familia o son conocidos, vecinos, empleadores, etc.

Desde el asesinato de la doctora Rosa María Vega Bonilla, he leído en las redes sociales cuestionamientos hacia las víctimas de feminicidio. Es decir, revictimización: “Se lo buscó por no elegir bien a su pareja”. Léase la Ley especial integral para una vida libre de violencia para las mujeres (LEIV) para que se dé cuenta, antes de opinar y/o escribir, si sus argumentos son misóginos y sexistas. Y si en su post desliza bromas sugiriendo que sus amigas lo acusan de agresor por hablarles está mal. No ha entendido en qué consiste la violencia de género. Ojo, no bromeé con la muerte, ni con la violencia sexual porque esas son expresiones de violencia de género. La FGR registra un promedio de seis mil denuncias anuales sobre delitos relacionados con las libertades sexuales. Este es un tema serio, no de chistes o memes. No de cuestionar cómo iba vestida la víctima, si había bebido o por qué andaba sola. Ojo, también es importante que no confunda los piropos con enamorar. Eso también es violencia de género.

Si usted coincide con quienes opinan que las víctimas de feminicidio se equivocaron al elegir su pareja, cuestiona por qué no lo dejaron, por qué lo mantenían, déjeme decirle que eso es violencia. Las declaraciones del fiscal general tampoco abonan. Sirven para reforzar estereotipos y roles de género. Es decir, si las víctimas de feminicidio estaban a cargo del aporte económico y sus maridos no trabajan ¿por eso las asesinaron? Y si es la inversa ¿eso justifica que las asesinaran? Nada, absolutamente nada, justifica un homicidio. Y menos un feminicidio. Nada. No existe un solo argumento válido. En la legislación, la defensa propia sí permite legitimar una muerte violenta.

Estamos tan inmersos en una sociedad violenta, en relaciones de violencia, que la hemos normalizado sin darnos cuenta los roles de víctimas y victimarios que protagonizamos. Necesitamos reeducarnos para darnos cuenta de que los celos, el control, el maltrato psicológico, verbal y los insultos no son expresiones de amor. Esa construcción social de la mujer ideal que todo lo aguanta o de que el amor todo lo puede, todo lo aguanta, puede llevarle hasta la tumba. El feminicidio es el culmen de distintos tipos de violencia contra la mujer. Es la máxima expresión de odio. “Es el asesinato de una mujer en el que mediaron motivos de odio o menosprecio por su condición de mujer”, explica el artículo 45 de la LEIV. Y es agravado cuando el autor es un familiar (esposo, compañero, hermano, etc.), una autoridad o una persona de confianza, de acuerdo con el artículo 46. Las penas van de 20 a 50 años de cárcel.

Es increíble que, aunque la violencia de género nos está presentado su peor rostro, los feminicidios, sigamos sin prestarle la atención debida. Aunque no debería de extrañarnos en un país que históricamente ha casado a sus víctimas con sus agresores; en que el acoso laboral “es culpa de las mujeres”; en el que si a una mujer la agreden o la violan “es su culpa por cómo iba vestida”; en el que el piropo o acoso callejero es visto como una forma “de enamorar”.

Cuando su amiga, su hija o su hermana le cuente que está siendo violentada por su pareja sea empática, ayúdela, active la red de cuido. O dígale que llame al 126, la línea del Isdemu, que tiene lugares de acogida. No comience a enumerar todas las situaciones de violencia que usted le aguantó a su marido o a culpabilizarla de lo que le ocurre. Si usted está viva después de ser víctima de violencia intrafamiliar no la heredé. Rompa con esa cultura de la violencia. El Salvador es el tercer país con la tasa más alta de feminicidios a nivel mundial, y el segundo con la tasa más alta a nivel de América Latina, de acuerdo con la Cepal. No necesitamos mártires por causa del feminicidio. Y para quienes pasan presionando a su hija, su hermana o su familiar para que tenga novio o marido, recuerde todos esos casos de feminicidio. Recuerde que la persona que más odia a su hija, su hermana o su familiar es, en varios casos, el novio o marido. Mejor reedúquese y reeduque o eduque a sus hijos, hermanos y familiares masculinos en la cultura del respeto para que no leamos más noticias como la de Karla, Katherine, Mirian, Vilma o Carla Ayala, la agente desaparecida el 29 de diciembre de 2017, o de tantas mujeres y menores de edad violadas. Deje de celebrar y reforzar el machismo. Como escribe William Carballo en su columna, ninguna mujer víctima de violencia se lo merecía.

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