Mary Poppins regresa, pero no su magia

Cansina, alargada a la fuerza y con temas musicales poco memorables, “El regreso de Mary Poppins (Disney, 2018)” destaca solamente por su vestuario. De la escenografía temo decir que sucumbió a la estética del cine actual, dejando a un lado un elemento que resultaba perfecto para sumergirnos en el hermoso universo del cine musical de los años sesenta.


Lo antiguo es exonerado del escrutinio, al menos en la mayoría de los casos. Hablar de los grandes cásicos del cine –sobre todo de los de la “época dorada de Hollywood”– es delicado. Aquellas cintas ya no le pertenecen a los estudios que las hicieron y mucho menos a los directores o a los actores que las protagonizaron. Pertenecen a la memoria, a ese espacio místico, casi divino, donde la nostalgia las atesora como parte trascendental de “tiempos mejores”. En este espacio, cualquier producción –ya sea musical, lírica o audiovisual– obtiene un manto de inmunidad ante las críticas bajo el cual incluso lo malo pasa a ser incomprendido o muy propio del contexto en el que se desarrolló.

Mary Poppins (1964)“, por ejemplo, pertenece a ese nicho, el del Olimpo sagrado de la nostalgia. Lastimosamente, no puedo decir lo mismo de su secuela: “El Regreso de Mary Poppins”, cinta producida por Walt Disney Studios que actualmente se presenta en los cines y que difícilmente encontrará un lugar en la memoria a posteridad. Es muy difícil que esta nueva película goce del prestigio de su predecesora. Y no es que el cine musical viva actualmente uno de sus peores momentos, sino que esta película no está a la altura.

El tren de la nostalgia es un vehículo al que muchos estudios quieren subirse de una forma u otra. Sobran películas situadas en los años ochenta, por ejemplo. Aparentemente, los vagones de este tren van llenos o a él solo se puede abordar con un boleto muy escaso: el deun buen guion y, sobre todo, el je ne sais quoi propio de la época a la que se ovaciona.

Por momentos, “El regreso de Mary Poppins” pareciera un intento de tributo a la época de la gran depresión; por otros instantes parece un homenaje al cine musical de los sesenta; y después rinde pleitesía al teatro de Broadway. Son momentos que nunca se unifican. Ese tira y encoge es una de las razones por las que esta cinta no termina de cuajar.

Dirigida por Rob Marshall (“Chicago”, 2002; “Memorias de una geisha”, 2005; “Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas”, 2011), esta película cuenta cómo décadas después de su visita original, Mary Poppins –la niñera mágica– regresa para ayudar a los hermanos Banks y a los hijos de Michael Banks, quienes están atravesando un momento difícil en sus vidas.

Este es uno de los carteles oficiales que Disney liberó para promocionar la película “El regreso de Mary Poppins”.

Con el esfuerzo obligado de esta película, por un momento pensé que era una carta que Disney trató de jugar de cara a los premios Oscar. Pensé que se trataba de un descarado esfuerzo por evocar a la nostalgia de otras épocas y así llevarse un par de estatuillas.

Encontramos aquí escenas innecesarias, como la de Meryl Streep, que es completamente disonante, hecha a la medida y no genera ningún impacto necesario o útil para la historia. Son retazos que nos dejan un mal sabor de boca, ya que no explican si se trata de una historia de amor, una aventura infantil o una puesta en escena de complejas y bien ejecutadas coreografías. En ellas, el tap se da a extrañar hasta que Dick Van Dyke nos regala una pizca (¡una mísera pizca!) de su arte en un moribundo baile que sirve como metáfora del estado agonizante en el que se encuentra el género.

Posiblemente, la versión original de Mary Poppins tiene fallas también, pero –como expliqué– está exenta del ojo crítico que no admite concesiones. Yace cubierta del manto de inmunidad que le obsequia la nostalgia, una nostalgia que la nueva historia no sabe aprovechar bien y que, tristemente, parece haberse quedado corta de imaginación. “El regreso de Mary Poppins” parece cansada, triste, cuasi obligada y termina por entregar una historia que va en picada casi desde los primeros treinta minutos.

Pero no todo es un asco. Rescato la secuencia del viaje dentro del jarrón de porcelana. Creo que ese es el punto más fuerte de la historia. De ahí, poco se puede salvar de no ser despreciado. Hacer secuelas de películas magistrales es delicado, casi tanto como hacer remakes. Se puede lograr un magnifico tributo o se puede cometer un sacrilegio de mal gusto. Cuando la historia no termina de encajar con el público, solo puede augurarse pocos reconocimientos.

Lin-Manuel Miranda, Emily Blunt, Pixie Davies, Nathanael Saleh y Joel Dawson forman parte del elenco que protagoniza “El regreso de Mary Poppins (2018)”. Foto promocional de Disney.

En cuanto al cast de esta cinta, Emily Blunt parecía la más adecuada para encarnar a Poppins, sin embargo, el guion no le permitió mostrarnos más del personaje y quizá esto hubiera salvado la cinta.  Ben Whishaw y Emily Mortimer interpretan a unos adultos Michael y Jane Banks. Ellos poco podrían haber logrado. Sus personajes nacieron muertos. Los despojaron de la alegría que la primera entrega les había dejado. Pareciera que el trabajo de la niñera no sirvió de nada.

Por otra parte, el farolero Jack (Lin-Manuel Miranda) es quizá uno de los puntos más fuertes de esta cinta. Él termina por empañar al resto del cast con su talento para cantar y bailar. Mientras que del trabajo de los niños Anabel John y Georgie Banks (Pixie Davies, Nathanael Saleh y Joel Dawson) es difícil hablar. Se supone que esta cinta debía estar dirigida a un público joven, pero a los niños se les relega a un rol incidental. No se les da mayor importancia en el transcurso de la cinta, canciones o coreografías.

Hay algo en lo que esta película sí es exitosa: referencia a su predecesora. Esta secuela está plagada de guiños a la historia original. Algunos de ellos son tan sutiles que solo un ojo experto logrará descifrarlos por completo. Lastimosamente, esto no es suficiente para levantar a la producción.

Y esto es triste porque ansío que el cine musical regrese a la gran pantalla; aquel cine que nos parecía mágico, irreal, propio de un sueño. Esta película parecía la oportunidad perfecta para lograrlo, sin embargo ni siquiera la magia de la original Mary Poppins podría resucitar a un género que vive tiempos oscuros.

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