Magneto & Mercurio: no es lo mismo ‘Los tres mosqueteros’ que ’20 años después’

Relato de Silvia Magaña, quien narra la experiencia de haber recordado con nostalgia una época en especial, la de mediados de los noventa. Y todo gracias al paso por El Salvador de Magneto & Mercurio, las dos boybands mexicanas que tanta popularidad alcanzaron en aquellos años.


El viernes pasado en CIFCO nos tele transportamos por poco más de dos horas a la época de:

“Hola, ¿me pone una para grabar? Porfa… Pero avíseme con tiempo, ¿si?

Fue un viaje a las décadas de los ochenta y noventa, cuando México fabricaba productos musicales a granel y ese pop —sin saberlo— se convertiría en nostalgia pura para aquellos adolescentes. Ese viaje se hizo realidad en San Salvador la noche del viernes pasado. El lleno en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones fue casi total, y contrario a lo pronosticado, había una buena afluencia de público masculino que coreaba las canciones y reproducía las coreografías con total fidelidad.

Muchas personas me dicen que conozco canciones que nadie sabe de donde salieron. Fui fan de las dos boybands que quizás fueron las más representativas del pop mexicano, y  conste, confesarlo es reconocer  que todavía alcancé a usar cédula de identidad personal. Pero como yo, muchos fans estaban ahí, sin importar que nos hicieran “bullying” toda la semana, diciéndonos viejos. Muy temprano haciendo fila para entrar y pendientes del inicio de uno de los conciertos que volvió parte a El Salvador, de esta nutrida temporada de “reencuentros” que México ha producido últimamente.

Obviamente, hablar de esas décadas y de productos coreográficos vocales en español es imposible si no se hace referencia a estos ya no tan jóvenes grupos: Magento & Mercurio, una fórmula que un mismo representante difundió en dos décadas distintas, a tal grado que la temática de sus canciones se repite en varios éxitos de ambas agrupaciones. Al final de cuentas se  alcanzó el objetivo: generaciones cantando y bailando temas que  hasta hoy, nos siguen llevando de la mano a las épocas estudiantiles, las del primer novio, el primer “crush”, las fiestas cuando no te dejaban llegar muy tarde a casa y hasta la primera decepción.

El telonero fue DJ Tony, quien —siguiendo la misma línea— puso a bailar a la concurrencia con éxitos de Kabah, Locomía, Luis Miguel y OV7.  Hay que decirlo: “La calle de las sirenas”, de Kabah, puso a cantar a un ya muy animado público que calentaba motores para recibir a Alan, Mauri, Alex, Tono  y Elías (de Magneto); y Dany, Rodrigo, Elías, Héctor y Poncho (de Mercurio), que a eso de las 9:30 p.m. se reunieron en un solo concepto para unir en una sola voz a los asistentes.

La semana anterior, Dany (de Mercurio) y Alan (voz líder de Magneto), visitaron el país para hacer una intensa gira de medios a fin de que las que no estaban seguras se convencieran de volver la mirada hacia atrás y asistieran al concierto. Las estaciones de radio, programas de televisión y declaraciones a medios escritos fueron quizás la causa —o el viejo mal de la reventa— de que a unos cinco días del concierto, los boletos para asistir estuvieran totalmente agotados.

Los de Magneto abrieron el espectáculo con “Suena Tremendo”, uno de sus primeros éxitos de allá por 1986 y que dio inicio a un viaje 30 años atrás, y  que  a muchas —y muchos— les ha durado más allá del pasado viernes.

Le siguió uno de los primeros éxitos radiales de Magneto: “Mira, Mira Mira”, que también dejó ver que en cuestión de aguante, Mercurio les lleva la delantera, ya que la mayoría llevaba apoyo vocal de los Mercurio y muy poco de Magneto.

El show incluyó los mayores éxitos de los dos grupos: Magneto cantaba las de Mercurio; Mercurio las de Magneto. Y luego se unían acompañados de luces, efectos especiales, intensas coreografías, mucha interacción con el público y las integrantes de la banda  musical, que les acompañaron a recorrer su historia, una trayectoria que aun ante el notable esfuerzo que implicaba para algunos de los integrantes del proyecto, terminó quedando muy bien.

Ya Elias Chiprout, de Mercurio, confesó en declaraciones a medios de comunicación al inicio de la gira que necesitaron prepararse por más de seis meses con acondicionamiento físico, la adecuación del estilo de cada uno, la unión de las voces y, con todo eso, hacer un solo show… Sin embargo, parece que a los Magneto no les resultó mucho tanta preparación.

Los arreglos fueron bastante fieles a los originales, y aun cuando  las voces de Mercurio eran las más afinadas —y la de Héctor la mejor—,  las canciones tenían variaciones mínimas. El viaje siguió en reversa y sonaban las de Mercurio: “Enamoradísimo”, “Chicas Chic”, “Bye Bye Baby”, “Vuelo”, “Magia”, “Explota corazón”, “Niña” y “Candela”, entre otras.

No me extraña que hayan usado playback. Siempre pensaba cómo eran capaces de aguantar esas intensas rutinas de baile cantando “bonito”. Lo que realmente molestó a la concurrencia y a los integrantes del proyecto —que se mostraron visiblemente molestos—, fueron las repetitivas fallas en el sonido que, entonces sí, dejaron a CIFCO solo con las voces de los salvadoreños de fondo, porque de Magneto y Mercurio no había nada. Todo se había ido en la grabación con la que venden su show en vivo.

Magneto incluyó en su set: “Mi mejor amigo”, “Sugar Sugar”, “Para Siempre”, “Cambiando el destino” —con imágenes de fondo de una muy mala película, titulada con el mismo nombre, que filmaron en 1992—; y por supuesto las de rigor: “40 grados” y “Vuela Vuela”, con la que finalizaron el concierto.

Las colaboraciones entre ambas agrupaciones incluyeron esas canciones que hablaban, en décadas distintas, de lo mismo: “Tu libertad”/”Creo en ti”, así como en el caso de “La puerta del colegio”/“A la puerta de la escuela”.

También Héctor y Alan se encargaron de un medley acústico en el que nos pusieron a cantar a todo pulmón con “Cómo decirle que la quiero”, “Mi amada”, “Sellado con un beso”, “Corazón perfecto” y “Sueño por sueño”.

No niego que a veces me distraían las personas ubicadas adelante, los de atrás y las que, a la par mía, replicaban las coreografías y gritaban lo de siempre: “papacito”, “mi amor”, “casate conmigo”, “te amo” y otras cuantas cosas que creería no debo reproducir por este medio. Yo, la verdad, bailé muy poco. No sé si la columna vertebral —como a los de Magneto— ya no me colaboraba; o quizás, simplemente, que estaba feliz viendo a mis amores de la juventud cantando esas canciones que me recordaron un par de historias que había echado al olvido.

Magneto se separó en el 2001, pero intentó regresar —sin éxito— en el 2005, ya con nuevos integrantes. Los “originales” lo siguieron intentando en solitario, como actores, empresarios o hasta managers de figuras mexicanas como Fey o Belinda.

Mercurio, más “nuevo”,  nació en 1995 y se desintegró sin despedirse en 1999. Hizo un par de intentos por reunirse en el 2010, también sin éxito, dado que no pudo contar con uno de los elementos más representativos de su alineación original: Alex Sirvent, quien prefirió dedicarse a telenovelas y proyectos personales, al igual que su hermana, Paty, quien se negó a cualquier posibilidad de reencuentro con la agrupación a la que perteneció por esos mismos años: Jeans.

Al parecer, la industria musical mexicana ha tenido que recurrir a la nostalgia, ya que  no son solo Magneto & Mercurio los únicos. También OV7 y Kabah hicieron lo suyo. Algunas de las integrantes de Jeans se reunieron, mientras Benny Ibarra, Sasha Sokol y Eric Rubín siguen dando conciertos y cantando algunos covers, así como  sus “one hit wonders” como solistas y éxitos de su época dorada  en Timbiriche.

Imagínese usted: la melancolía que se apoderó de CIFCO el fin de semana pasado vendió en San Salvador; y las canciones que veíamos en “Siempre en Domingo” —o las que escuchábamos en aquellos casettes que al fondo también permitían escuchar el sello antipiratería “pop music” o “supersonido”—, las bailamos, aunque asumo no con la misma energía de aquellos años. Esas estrellas del pop que más de alguna fue a seguir a “Domingo Para Todos” llegaron a San Salvador, más maduros (con más arrugas pues) y un menor nivel a la hora de bailar.

Y aunque sospecho que me he convertido en la proveedora de crónicas sobre conciertos “fresa”,  la verdad, particularmente lo disfruto. Creo que la música es sin duda una expresión de una época y que cada canción, aun cuando nos parezcan ridículas hoy en día, nos cuentan una historia que lo mismo nos sacan lágrimas o, como en este caso, más de una sonrisa por tanto “guilty pleasure” sonando en un solo concierto. 

Magneto & Mercurio nunca tuvieron grandes voces, salvo la voz de Héctor (Mercurio), que me parece bonita. Estos grupos eran solo productos mercadológicos muy bien pensados para las adolescentes de esos años. Proponían canciones que hablaban sobre esos amores estudiantiles y los primeros dramas por aquel novio con el que juramos nos íbamos a casar. Por eso, definitivamente, hubo más recuerdos que música. Y el verdadero encanto de ese concierto fueron tantas memorias, encontrarse con las amigas del colegio, las primas y todos los “contemporáneos” que, aunque intenten negarlo, se saben de la A a la Z la coreografía de “Explota corazón” o “Vuela Vuela”.

Hubo un momento en el que nadie entendía qué pasaba. Elias y Rodrigo (de Magneto y Mercurio, respectivamente), bajaron a “sorprender” a las fans, ubicándose cerca de los graderíos. Desde ahí, quienes podían, sacaban la fotografía de ellos —y sus guardaespaldas—, mientras saludaban e interactuaban con las que estaban cerca. Algunos decían que bajaron a reclamar por el sonido; otros, que es parte del show y querían estar cerca de las fans. Lo cierto es que no hubo ataques de histeria de las fans, ni intentos por tocarlos. Obviamente, la pregunta: ¿por qué eligen a los más feos para acercarse al público? Con los guapos, sin duda, la historia habría sido otra.

Y cual delincuente confesa, puedo relatar también que fui al hotel donde se hospedaban —literalmente— a perseguirlos una semana antes, durante su visita al país para promocionar la gira por Centro América. El esfuerzo valió la pena porque logré mi foto con Dany de Mercurio, un amor de persona, increíblemente sencillo y quizás sin mayor idea o preocupación de que alguna loca le arrancara la mano en su intento por tocarlo. Alan, de Magneto, en cambio, es otra historia. El que fuera mi amor platónico, a pesar de que realmente no era nada guapo, resultó un poco desubicado y lejano a la realidad. Se resguardó en un elemento de seguridad. No quería fotos, porque estaba cansado y simplemente escapó por la puerta de atrás. No pudo manejar que cuatro (¡Sí! ¡4!) fans lo esperaban…

Nada podía ser perfecto.

Y si lo que busca es sentirse más viejo —y sentir la molestia de tener que darle vuelta al casette en el walkman—  les dejo la versión original de la primera canción que sonó en el concierto:


*Fotos tomadas del Facebook de Club de fans de M&M de Sonora.

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