Mad Max (Fury Road): la esperanza del cine banal

“Si voy a morir, voy a morir de una manera histórica… ¡En el camino de la furia!”
— Nux

Fue un fiscal general —cuya gestión prefiriera no recordar— el que nos estropeó el adjetivo. Sin embargo, hay cosas más allá de lo evidente en lo que asumimos como “banal”, factores que incluso poseen la capacidad de extirparnos el tedio… La Real Academia de la Lengua Española define a lo “banal” como aquello que es “trivial, común, insustancial”, tal y como ha sido considerado el cine de acción por buena parte de los Anton Ego que la crítica cinematográfica ha repartido por el mundo. Los dotados del paladar más refinado que la cata fílmica puede encontrar suelen colocar a las películas de acción en el anverso de la gloria de los premios Oscar. Su lugar suele ser, más bien, el de los Razzies. Pero en 2015 encontramos una película de acción trepidante que desafía esta tendencia. Mad Max: Fury Road, el tesoro apocalíptico de George Miller y que, agenciándose unas cuantas estatuillas doradas, bien podría romper el patrón de subestimación que el cine de acción testosterónico ha vivido.

DIEZ NOMINACIONES

*Mejor película

*Mejor director (George Miller)

*Mejor edición de sonido

*Mejor sonido

*Mejor diseño de producción

*Mejor fotografía

*Mejor maquillaje y peinados

*Mejor diseño de vestuario

*Mejor montaje

*Mejores efectos visuales

Ojalá y me equivoque, pero el próximo domingo, cuando se lleve a cabo la edición 88 de los Premios Óscar, lo más seguro es que Mad Max: Fury Road saldrá con las manos vacías en las dos categorías más rimbombantes por las que compite: mejor película y mejor dirección. Y no es que carezca de merecimientos. Es que, usualmente, los miembros de la Academia reservan estos premios para historias ‘más sesudas’, para dramas complejos, para la épica de la condición humana o para bastiones artístico-culturales. No corresponde a historias apocalípticas; no para la ficción arrolladora, no para el heroísmo que emerge reinante entre la apoteosis. Los Oscars no gustan de una historia , una saga, cuyo centro narrativo se basa en el filo de una persecución sangrienta.

Pero la tendencia podría girar el timón…

Mad Max: Fury Road fue mucho de lo que Star Wars: The Force Awakens nos quedó debiendo. Fue el renacer de una saga de la que nos apropiamos los miembros de una generación nutrida por la Chocolatina Foremost y proclive a la fantasía, signos casi incomprensibles ahora para los millenials que nunca supieron de Mundolandia pero sí de EA Games o Activision. Para renacer, Mad Max no necesitó exagerar en la repetición de la fórmula exitosa que le dio vida en 1979. Al contrario, la versión 2015 se atreve a ondear banderas de empoderamiento feminista inexploradas en la saga original (o al menos no desarrolladas con el marcado énfasis que la versión actual ha manejado). Pero George Miller tampoco se olvidó del sello visual de su mundo apocalíptico. Volvió a hacernos sentir polvorientos con el inicio de su película, dominada por un tono color arcilla que mezclaba muy bien con el rojizo sangre. Y cuando decidió cambiar el ritmo de la película, lo hizo también con la textura del color. Pasamos a un azulado que motivaba la contemplación de una fotografía fantástica.  Pensaría entonces que la categoría de “Mejor fotografía” sí estará al alcance en la ceremonia del próximo domingo, aunque en este apartado “The Revenant” será  también una dura competencia.

Mad Max quizá no gane los premios principales, pero sin duda ha dictado cátedra en otros como en las categorías de “Mejor sonido” y “Mejor edición de sonido”. Sugiero que, aquellos que aún no han visto la película, pongan especial atención al manejo de percusiones que acompaña la estampida eufórica de todos los personajes. La música utiliza tambores a ritmos de marcha de guerra y acordes graves de heavy metal industrial. La mezcla ha sido manejada de forma impecable. Sería muy extraño que no gane en estas categorías, donde parte como favorita.

Los conceptos de la furia

Antes de ser Braveheart (William Wallace), Maverick o El Patriota, Mel Gibson fue la piel tras la que se revistió el culto de “El guerrero del camino”, Max Rockatansky, personaje en el que se basa la historia de una de las películas más recurrentes que Canal 6 transmitió en El Salvador por tres décadas. No es exageración afirmar que su personaje inspiró a muchos de los protagónicos del cine de acción venidero en el mundo. El héroe que prefiere recorrer el camino en soledad, el temerario que elige siempre el destierro antes que la afinidad o el sentido de pertenencia, el renegado que vive atormentado por las pesadillas que laceraron un pasado mejor y que, sin embargo, aún distingue entre el sentido de lo correcto y lo brutal.

Ahora Max no está solo. Hasta puede decirse incluso que en la versión actual Max (Tom Hardy) no es el protagonista principal. Ese honor le corresponde a la Imperator Furiosa (Charlize Theron), cuyo peso en la película puede anticiparse desde el mismo instante en que recapacitamos que lo que se se recorre es un fury road.

La película responde la idea primaria de contar una historia de huída y persecución. Lo que se anhela es el verde en un mundo árido. Se anhela el agua, la leche, la vida misma que ha sido acaparada por una tiranía basada en conceptos casi religiosos. El personaje de Inmortan Joe cumple con lo que se espera del cliché del villano que hace tiempo rompió la frontera de la humanidad y que prioriza el monopolio de riquezas (de recursos, de armamento, de transporte, de la belleza y la reproducción como un instrumento incluso).

La aparición de los War Boyz le dan un toque especial a la historia, pues nos muestran los peligros del fanatismo. Su fe en las recompensas del camino al Valhala, sumada a su consigna de “I live, I die; I live again” los dota de un carácter esencial para entender cómo a través de las borreguizas se construyen y sostienen muchas tiranías.

Finalmente, vale la pena subrayar la importancia de la dirección de George Miller (involucrado además en producción y guionización). El fury road nos atrapa desde un inicio y no nos da libertad sino hasta la llegada de los créditos. Miller ocupa diversos paneos cenitales que aterrizan en detalles específicos que aportan gracia (como la aparición del guitarrista estridente) y espectacularidad (como la escena de la entrada a la tormenta de arena, donde aparecen tornados, rayos y fuego).

Mad Max se refrescó de una manera impecable y a la vez lo hizo respetando el culto a la carretera y las habilidades motorizadas de su historia original. Fury Road demostró que lo “banal” puede trascender cuando mentes privilegiadas saben explotar al máximo los límites de la ficción apocalíptica.

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