Los Cubs y la paciencia absoluta

El reciente campeonato de los Cachorros de Chicago demuestra que la paciencia es clave para alcanzar el éxito. Pero no solo de paciencia vive el hombre —y menos para aquellos que ejerciéndola por 108 años, les alcanzó la muerte—. Para romper “la maldición de la cabra”, los Cubs también tuvieron que gastar mucho dinero. Y no solo el dinero de una nómina plagada de evidente talento para producir carreras. Ahora es que vale recordar el dinero invertido en contratar y retener a Theo Epstein, la persona encargada de capturar ese talento y ponerlo al servicio de los North Siders.


La última vez que los Cachorros de Chicago habían ganado la Serie Mundial de béisbol, el considerado noveno y más pequeño planeta del sistema solar, Plutón, no había sido descubierto siquiera. Aún faltaban 22 años para que aquello ocurriera. Incluso, para entender la trascendencia de lo que ocurrió el miércoles anterior: sucedió que pasaron 76 años y Plutón fue reclasificado como planeta enano. Es decir, el reconocimiento de Plutón como noveno planeta del sistema solar nació y murió .. ¡Y aún así los Cubs no ganaban una serie mundial!

La esperanza de vida al nacer indica la cantidad de años que viviría un recién nacido si los patrones de mortalidad vigentes al momento de su nacimiento no cambian a lo largo de la vida del infante. Es decir, si un aficionado de los Cachorros de Chicago naciera hoy en esa ciudad de vientos desaforados y debiera esperar la misma cantidad de años que esperaron la última vez para ver a su equipo ganar una Serie Mundial, se quedaría corto por 29 años.

¿Tendrían de nuevo la paciencia necesaria?

“Try my patience, my patience tried
This world’s no longer good enough that makes me wanna cry”

La frase emerge de la voz de uno de los más acérrimos fanáticos de los Cachorros de Chicago que existe en el showbiz. Proviene de la canción “Mind your manners”, del grupo de rock Pearl Jam, cuyo cantante y líder, Eddie Vedder, ha sido una cara visible del sufrimiento por la extensa espera que esta afición ha vivido para romper el embrujo que por 108 años los mantuvo alejados del título.

La frase dice:

“Pon a prueba mi paciencia, mi paciencia probada/Este mundo ya no es lo suficientemente bueno, que me hace querer llorar”.

La noche del miércoles pasado, en la baja del octavo inning de un juego 7 desquiciado por las emociones, cuando Rajai Davis conectó un jonrón que empataba el duelo 6-6… parecía que el llanto de Eddie Vedder adquiría un sentido casi que de tragedia. ¿Cómo podía estarle ocurriendo eso a los sufridos Cubs? ¿A tan solo cuatro outs de la gloria? ¿Utilizando al mejor taponero de la liga (Aroldis Chapman)? ¿Habiendo tenido una ventaja de cuatro carreras?

¿En serio?

Pero el equipo dirigido por Joe Maddon encontró la entereza para resistir la debacle, aguantó el huracán, el peso de la historia, resistió y llevó el juego a extra innings, donde finalmente se impondría. No sin antes sufrir como pocas veces se ha visto en un deporte que suele hacer del drama su sello de identificación.

Ahora el norte de Chicago celebra eufórico un éxito que muchos creyeron que nunca atestiguarían. Afloran las historias de tantos fanáticos de este equipo que nacieron, crecieron y murieron sin ver cumplido el sueño de que su equipo se coronara como el rey del deporte rey, quitándose por fin esa incómoda etiqueta de ser “The Lovable Losers” (“Los adorables perdedores”). En el festejo de la gesta de los Cubs ’16, incluso se ha creado un mural donde los aficionados están escribiendo los nombres de las personas que fallecieron y nunca pudieron ver a su equipo coronarse.

La gesta se vuelve histórica debido a que se ha roto la mayor sequía que se encontraba vigente en todas las variantes deportivas del deporte profesional estadounidense. Sin embargo, no debería asombrarnos tanto que los Cachorros de Chicago hayan ganado el campeonato de Major League Baseball en la temporada 2016. A fin de cuentas, el núcleo de este equipo comenzó a gestarse desde hace varios años atrás; desde el comienzo de la temporada ellos partieron como la nómina más atemorizante y lograron el mejor récord de la temporada regular; ya el año pasado amenazaron con lograr lo que por fin ahora han conquistado; y encima realizaron refuerzos de media temporada que resultarían determinantes en el resultado final. 

Sí, han ganado y es impactante. Pero sorpresivo no es…

Con un total de $186 millones, 402 mil, 394 dólares de nómina de sueldo, los Cubs fueron el quinto equipo más derrochador de las mayores, únicamente superados en el despilfarro por Los Angeles Dodgers (1º), New York Yankees (2º), Boston Red Sox (3º) y Detroit Tigers (4º). Y es que en la Serie Mundial vimos a la quinta nómina más alta del béisbol enfrentando a la número 21, pero esos aguerridos Indios de Cleveland demostraron —pese a haber sido derrotados—, al igual que muchos otros tantos equipos antes, que en este deporte no siempre el dinero determina al triunfador, aunque esta vez sí haya sido el caso.

El factor Theo Epstein

Bien podría decirse que “la maldición de la cabra” comenzó a tambalearse el 12 de octubre de 2011, cuando Theo Epstein —quien ya antes había participado directamente, aunque sin ser el artífice principal, de la ruptura de otra sequía ancestral con los Medias Rojas de Boston— firmó un contrato por $18.5 millones de dólares para convertirse en el nuevo Presidente de Operaciones de Béisbol de los Cachorros de Chicago.

Parecía obvio que su objetivo era romper la maldición más ancestral del deporte estadounidense. El desafío lucía bastante complicado. El roster de la temporada anterior mostraba que la mayor estrella de los Cubs por entonces era Marlon Byrd, un jardinero central de 32 años que recibía un salario de ganga de apenas 3 millones de dólares. Junto a él, otros veteranos como Alfonso Soriano (19 millones), Derrek Lee (13), Aramis Ramírez (16.7), Kosuke Fukudome (14), Ryan Dempster (13.5), Carlos Silva (12,7) y Carlos Zambrano (18.7 millones) succionaban la mayor parte del presupuesto. Y lo peor no era lo que cobraban; era el conteo de sus edades. De esa lista, el más “joven” era el venezolano Zambrano, que ya contaba con 29 años. Es decir, los Cubs estaban apostando su dinero a galgo agotado.

Epstein cambiaría eso y mucho más. Como todas las organizaciones del béisbol en MLB, los Cachorros tenían su granja operando y su talento joven cultivándose. Por ejemplo, ya contaban en sus filas con el paracortos Starlin Castro (por entonces de 20 años), que con el tiempo se convertiría en el rostro de la renovación del equipo. Contaban también con el talento del lanzador Jeff Samardzija (de 25 años, por entonces), que ofrecía muchas opciones de operación.

Ninguno de esos dos beisbolistas talentosos formó parte del roster que se coronó el miércoles pasado. Ambos fueron parte de distintos movimientos que Theo Epstein diseñó para confeccionar la plantilla mejor dotada de la temporada 2016.

¿Sí reconocen a Addison Russell como pieza clave en el título de los Cubs? Pues él llegó en un intercambio por Samardzija que Theo Epstein orquestó el 5 de julio de 2014; como también ocurriría con la marcha de Starlin Castro, quien ahora juega para los Yankees de Nueva York, luego de varios movimientos entre distintos jugadores y que derivaron en la llegada de Aroldis Chapman al norte de Chicago.

El éxito cultivado a través de varios años de paciencia con Boston le dio el crédito a Epstein para exigir el mismo derecho. Durante las primeras tres temporadas en las que participó con los Cubs, el equipo terminó en el último lugar de la División Central en la Liga Nacional. Pero en la oscuridad, poco a poco, Epstein iba atrayendo talento, sabiendo que ya llegaría el momento de cosechar. El 6 de enero de 2012, los Cubs pactaron un canje con San Diego que llevaría a Anthony Rizzo a Chicago. El mismo año, Epstein le arrancaría a Texas el talento de Kyle Hendricks (el abridor del juego 7 en la pasada Serie Mundial), a cambio de Ryan Dempster.

¿Más ejemplos? El 19 de enero de 2015, Epstein logró que los Astros de Houston enviaran a Dexter Fowler al norte de Chicago a cambio de Luis Valbuena y Dan Straily. ¡En Houston deben estar jalándose los cabellos!

Y finalmente, un año después, la obra maestra de la ingeniería de este equipo se completó con el canje que llevó a Jake Arrieta, procedente de Baltimore, a cambio de Scott Feldman.

Hablamos entonces de Arrieta, Rizzo, Hendricks, Chapman, Russell, Fowler. Todos ellos valuartes del actual equipo campeón.

Y como mencionaba antes, los primeros años del mandato de Epstein fueron difíciles si no se cuenta con la paciencia para obviar la cruda realidad de los resultados inmediatos. Entre peor le iba al equipo, más ventaja adquirían a la hora de seleccionar en el draft de nuevos peloteros. Así llegarían otras tres joyas: Javier Báez, Kyle Schwarber y Kris Bryant.

Con semejante coro, lo único que hacía falta por completar la faena era soltar la billetera. Los Cubs gastaron más de $430 millones en la agencia libre de los últimos dos años, llevando ahí al talento de Ben Zobrist (campeón el año pasado con Kansas City y reciente ganador del MVP de la Serie Mundial), el codiciado servicio ejemplar de los lanzadores Jon Lester y John Lackey, además de la defensiva sobresaliente del jardinero Jason Heyward.

Por último, también había que pagar en grande para que un manager con experiencia y creatividad condujera a este grupo. Firmar a Joe Maddon —ganador ya entonces del premio de Manager del Año en la Liga Americana por su trabajo con los Rays de Tampa Bay— le costó a los Cachorros $25 millones de dólares por un contrato de 5 años, convirtiéndolo así en uno de los managers mejor pagados de toda la liga.

En 2011, recién llegado al mando de las decisiones operativas de los Cachorros de Chicago, Theo Epstein filosofó acerca de la paciencia necesaria para construir a su equipo. El ejecutivo que recientemente firmó una extensión de contrato valorada en $50 millones de dólares también hablo entonces acerca de la impaciencia de una afición cansada de perder, sumergidos en lo que se vivía como una eternidad de miseria:

“La definición de ‘paciencia’ varía de persona a persona, como debe ser […] Nuestro progreso como una organización no va a ser lineal.  Es importante centrarse en lo que estamos haciendo internamente y entender que todo lo que está fuera realmente es  —sin ofender— sólo ruido. Ya se trate de los medios de comunicación o incluso si proviene de algunos fans, que están merecidamente molestos en un dado punto. Es realmente sólo ruido. Si dejamos que afecte nuestra toma de decisiones, la vergüenza recae en nosotros”.

Ahora que el Trofeo del Comisionado yacerá en las vitrinas de Wrigley Field, puede valorarse el impacto de la paciencia a la hora de construir el éxito. Los Cachorros tuvieron paciencia por mucho tiempo —en exceso, realmente— pero fue hasta que el talento fluyó de todas las vías posibles (dinero, planificación… ¿y por qué no decirlo? Fortuna también) que la mayor sequía deportiva encontró el ansiado oasis de la victoria.

*Foto destacada/Flickr/Licencia Creative Commons.

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