La revolución en transición (reflexiones de viaje)

Una de las imágenes más emblemáticas de Cuba son sus automóviles de los años cincuenta. Son una belleza, con sus colores fuertes y brillantes, y su carácter de algo especial, que ya no se ve. Algo único. Pero si uno pregunta sobre ellos se entera de que es imposible conseguir repuestos, que ya no tienen los motores originales, que ahora son motores Toyota o Hyundai adaptados; que tienen que ingeniárseles para remendarlos y acondicionarlos. Al final uno se pregunta: ¿Cómo caminan todavía? ¿qué pasará con ellos con una apertura?

Es una buena metáfora para la Revolución. De lejos mantiene aún su brillo y atractivo, se saben los logros significativos en las áreas sociales, se siente el orgullo de haber resistido al imperialismo y su embargo. Pero si uno ve o pregunta le hablan de la escasez, que el dinero no ajusta, la ineficiencia del Estado, de lo deficiente en los servicios públicos; pero, al igual que los coches, la Revolución sigue adelante y uno se pregunta: ¿Cómo camina todavía? ¿qué pasará con ella con una apertura?

Foto FACTUM/Mauricio Silva

El 1 de enero fue el 60 aniversario de la Revolución. Imaginábamos grandes celebraciones en La Habana, desfile militar, concentración en la Plaza de la Revolución a la sombra de las imágenes del Che y Camilo. Pero nada. Raúl habló en Santiago de Cuba. En la Habana fue un día normal, con alguna música y baile en los barrios. Los incentivos morales de la Revolución tienden a desaparecer.

El bloqueo de los EUA

El bloqueo se ve en todos los aspectos de la vida cubana. Sin duda, ha impactado negativamente el desarrollo de Cuba, castigando especialmente al pueblo cubano.

Curiosamente pocos nos hablaron del bloqueo. Se expresaron bien de Obama y la apertura de relaciones y criticaron mucho a Trump por revertirlas: “Difícil establecer buenas relaciones con los EUA con ese vaivén”. El edifico cerrado de la embajada de los Estados Unidos (EUA) es símbolo de ello. El bloqueo es el “gran elefante en el cuarto”.

Sin embargo, ¿qué sería de Cuba sin el bloqueo, si pudieran importar bienes de la Florida, a solo 130 Km y no desde Canadá, Europa o Rusia, a miles de kilómetros de distancia? ¿si los turistas pudieran comprar con American Express, si empresas norteamericanas pudieran invertir o prestar servicios en Cuba, al igual que las empresas españolas o canadienses?

El bloque norteamericano sigue siendo un impedimento para el desarrollo económico de Cuba, y a la vez una justificación, aunque real, para su atraso.

Las medidas de Raúl

Hace unos siete años, tras haber dejado Fidel el poder, Raúl implementó unas medidas liberalizadoras de la economía cubana. Sus resultados –aparentemente positivos- son obvios: se abrieron nuevas oportunidades de actividades económicas privadas, que indudablemente están beneficiando a un sector del pueblo cubano, particularmente en el sector turístico. Ese sector representa ahora el primer rubro en ingresos a nivel nacional, mucho más que el azúcar, el rubro tradicional de la economía cubana.

Los taxis privados, los restaurantes privados (paladares), los alojamientos Airbnb, los tours turísticos, los pequeños negocios, la producción agrícola en pequeñas parcelas cuyo usufructo se ha cedido a los que las trabajan (pero que deben vender un 90% de la producción al Estado, pero que venden ese 90% al Estado y “el otro 50 %” en los mercados privados), las ventas de frutas y verduras en las calles son ejemplo de esos cambios. Las personas con las que hablamos estaban de acuerdo con estas medidas, pero mencionaron que el régimen estaba poniendo freno a las mismas. Algunos expresaron que había que tener cuidado con la apertura, que no se regresará al pasado, a un capitalismo rampante.

Estas medidas, sin embargo, no dejan de tener sus complicaciones. Existen dos modalidades de moneda. Los cubanos ganan pesos cubanos. Un médico cubano gana pesos cubanos equivalentes a más o menos sesenta dólares americanos y compra productos en pesos cubanos. El turista gasta/compra solo en CUC, la moneda convertible para turistas (el dólar con un impuesto adicional del 10%). Para ambos, locales y turistas, todo es caro, pero impacta más al local, pues se da una clara diferenciación entre el mundo del turista y del local. Los incentivos materiales prevalecen claramente sobre los morales en esa dicotomía.

Es difícil comprender cómo pueden vivir los cubanos con ese ingreso. Parte de la explicación viene de que reciben una pequeña compensación mensual en centros de distribución, un pollo, media libra de café, una libra de arroz, todo ello dependiendo de “lo que está disponible ese día”. La educación y la salud son gratis, hasta el más alto nivel. La vivienda por haber estado en propiedad del Estado es accesible a todos, pero está muy descuidada. El sector habitacional está ahora en un proceso de transición, todavía no definido totalmente, pero ya los cubanos (no los extranjeros) pueden comprar y vender viviendas.

William, el más ideológico de las personas con que hablamos, tenía 8 años cuando triunfó la Revolución. Profesor universitario, culto, habla cuatro idiomas, “tengo dos doctorados universitarios y no he pagado ni un centavo”. Pero gana más como guía que como académico. Cuando le preguntamos por qué seguía trabajando respondió “tengo que vivir”.

Según su versión, los problemas de Cuba se agudizaron con la caída de la Unión Soviética y el COMECON, la organización de comercio de los países socialistas. Ello dio origen al “periodo especial”, el momento más difícil de la economía cubana. Reconoció que muchas cosas se hicieron mal durante el periodo de influencia soviética.

Él está de acuerdo con las medidas liberalizadoras adoptadas por Raúl hace unos años, pero tiene preocupación  porque esas medidas vayan demasiado lejos y se escapen de la mano, llegando a una situación como en China, que describió como un país capitalista. Dice William que algunos están viendo el modelo vietnamita como una alternativa a seguir.

La mayoría de los cubanos con los que platicamos, todos profesionales, aunque pocos trabajando en su profesión, discrepan de William. Ellos quieren ver los cambios que inicio Raul a través de la apertura, acelerarse. Consideran que es necesario mantener los logros de la revolución en lo social, en la autodeterminación, pero la economía debe cambiar de rumbo.

Algunos sugieren un diferente tipo de democracia a la tradicional en el resto de America Latina. Actualmente en los barrios se eligen a sus representantes, los que forman la estructura del partido, que elige a las autoridades. El pueblo con su voto podría elegir a los representantes de barrio y a las autoridades.

La Habana Vieja

¡Una maravilla!

Tiene un potencial enorme. Si toda la ciudad fuera restaurada sería una de las ciudades más bellas del mundo. Su acervo colonial y la arquitectura de los siglos XIX y principios del XX son impresionantes.

Foto FACTUM/Mauricio Silva

Se ha hecho bastante en la restauración de edificios y plazas emblemáticas, particularmente para convertirlos en hoteles y museos. La restauración de la vivienda, que comenzó a principios de la Revolución y que prometía ser una de las experiencias en vivienda más interesantes de la época, se detuvo y ahora la vivienda en La Habana es uno de sus grandes “lunares”: edificios bellísimos casi en ruinas en los que varias familias viven en condiciones no muy distintas que la de los mesones del centro de San Salvador. El contraste entre los restaurado y lo no restaurado es muy grande.

¿Cuál es la valoración del modelo?

Difícil opinar, en particular por el gran “elefante en el cuarto”, el bloqueo de los Estados Unidos.

Es claro que el modelo socialista en el cual el Estado es dueño de todo, controla todo y decide todo, no funciona. Este modelo ha producido escasez, ineficiencia y posiblemente corrupción y privilegios para la clase política.

Sin el bloqueo, los Chevrolet, Mercury y Ford pintados de brillantes colores serían patrimonio de la humanidad y algunos estarían en un museo, y ojalá todos ellos en ese país. Cuba podría contar con un servicio aceptable de transporte público, viviendas dignas y espacios públicos bien cuidados.

Sin el bloqueo podría haber más y mejor empleo, mejorando las condiciones de vida del pueblo cubano.

Sin el bloqueo, y si se mantienen las políticas sociales y se regula adecuadamente la actividad económica, la Revolución podría seguir adelante.

La mayoría de los cubanos nacieron mucho después de la Revolución; para ellos los incentivos morales de la Revolución ya no significan tanto, los incentivos materiales les son más atractivos. La mayoría quiere más cambios, pero ¿cómo lograr el adecuado balance entre apertura económica y los excesos que ello generalmente trae? ¿Cuánta debe ser la presencia del Estado en la economía y adonde? ¿Cómo fortalecer la democracia en un sistema unipartidario? Este es el gran reto que tiene planteado Cuba y su Revolución.

Como dijo uno de los taxistas con quienes platicamos: “tenemos futuro, pero está lejos”.


[1] Reflexiones de los autores sobre su reciente viaje a Cuba.

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