La ‘mala sangre’ de Taylor Swift y Kendrick Lamar

Hace poco más de seis meses, la cantante Taylor Swift, a quien la revista TIME puso entre las 100 personas más influyentes de 2015, rompió récords con su quinto álbum: “1989.” En febrero de 2015, cuatro meses después de que Swift vendiera más de un millón de copias en su primera semana después del debut de “1989”, Kendrick Lamar, un joven rapero de Compton, California, uno de los barrios más violentos de la costa oeste, lanzó su segundo álbum, “To Pimp a Butterfly”. En ese disco, Kendrick reflexiona sobre su juventud, su futuro y su ciudad, así como también sobre complejos temas que han resurgido en la sociedad estadounidense en los últimos años, como la brutalidad policial, la desigualdad social y el racismo.

Poco después del lanzamiento de “1989”, el 10 de noviembre de 2014, Swift subió a su cuenta de Vevo en YouTube el video de la canción de “Blank Space”, el segundo sencillo del álbum, después de “Shake it off”. En el video, ambientado en una mansión con caballos blancos, candelabros antiguos y picnics en jardines perfectamente decorados, Swift interpreta el papel de una novia celosa y psicótica que, al darse cuenta de que su pareja la engañaba con otra chica, procede a quemar ropa, apuñalar cuadros y finalmente a destruir con un carro un club de golf. El video –y toda su ridiculez– tiene más de 900 millones de visitas en YouTube.

No quisiera malentendidos: aunque no está entre mis cantantes favoritas, Taylor Swift me da excelente material para cantar con mi hermana de seis años cuando no hay absolutamente nada más que hacer… ¡Y también cuando hay más que hacer también!

[Aclaro que la que canta es la niña; yo solo disfruto de verla, y a veces, oírla cantar]

Por otra parte, en una de sus canciones más famosas, llamada “Bitch, don’t kill my vibe”, una de las primeras líneas de Kendrick Lamar es la siguiente:

“Siempre supe que la vida puede ser peligrosa”

Y tiene sentido. Del lugar de donde Kendrick proviene, el asesinato y las drogas son el pan de cada día –¿suena familiar?–, mientras que Wyomissing, la ciudad de donde Swift es originaria, es una urbe económicamente exitosa con bajos niveles de desempleo y violencia.

Pero ese no es el punto. No soy de los que cree que el privilegio es censurable. Kendrick es uno de los ejemplos que demuestran que quien quiere… puede.

No hace falta decir que Taylor Swift y Kendrick Lamar son, artística y personalmente, dos elementos muy diferentes. Sin embargo, los dos tienen un poder que los une. Swift ha ido creando, por sus propios esfuerzos y diversificación artística, la habilidad de conectar con todo tipo de audiencias sin las estupideces de Justin Bieber ni la falsedad de Britney Spears. También cabe destacar lo impresionante que es ver a una chica de 23 años manejar personalmente sus empresas y marcas multimillonarias en un país donde una mujer gana $0.78 por cada dólar que gana un hombre. Mientras que Kendrick ha logrado establecerse en la cultura mainstream junto con otros raperos como Drake, Kanye West, A$AP Rokcy, Big Sean y compañía. Pero Kendrick no solo es mainstream. Kendrick es un artista versátil y útil para la sociedad.

El segundo mejor rapero del momento, Kendrick –porque aunque sé que no es así, Drake siempre será mi número uno– y Taylor, nos hicieron un favor e hicieron un remix de “Bad blood”, una de las canciones del disco “1989”. Lo mejor del suceso no es solo la canción (que es de lo mejor de Swift) y un par de buenos versos de Kendrick, sino que el videoclip. La trama es, para variar, una historia de traición en la que Swift interpreta a una heroína llamada “Catastrophe”; mientras Kendrick (que es una especie de científico llamado “Welvin Da Great”) y sus secuaces, se preparan para una guerra inminente. Entre los secuaces están Mariska Hargitay (mejor conocida como Olivia Benson, de la serie Law and Order: Special Victims Unit), Ellen Pompeo (mejor conocida como Meredith Grey en la serie Grey’s Anatomy) y supongo que por mencionar a alguien más –aunque no merece lugar entre las dos anteriores– también aparece la cantante Selena Gómez.

En su verso final, Kendrick, que siempre enfatiza su salida de la maldita pobreza que lo atrapó en la primera mitad de su vida, se despide con la siguiente frase:

“Así vivo mi vida ahora, con dinero y poder. Y tú tienes que vivir con la mala sangre, ahora”.

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