La historia de migrantes

Empezó Alfredo por contarme que estaba sufriendo mucho. En efecto, durante toda nuestra conversación las lágrimas le humedecieron sus ojos. Su esposa e hijos se habían ido al Norte hace unos tres meses. Esta es su historia, en sus palabras:

Un día ella me sorprendió informándome de su plan. Era una oportunidad única: las hermanas que viven en Illinois habían ahorrado durante años para enviarles la plata, no toda la necesaria, pero casi toda ($15,000). El coyote, que era el mismo que ocuparon las otras tres hermanas, cobraba $18,000; para completar lo solicitado vendí el carro que tenía. Ella me pidió le firmara el poder para llevarse a los dos niños, el mayor de 7 años y la menor de dos. Tuvieron suerte, les fue bien, ya están allá con sus hermanas y la mamá, el costo lo pago yo acá.

Se fueron por tierra hasta la frontera de Mexico con Guatemala. Allí se quedaron casi un mes en el hotel mientras les sacaban la residencia mexicana para poder viajar en avión hasta la frontera con EUA. Casi no salían del hotel, estudiaba ella la historia y reglamentación mexicana para tomar el examen para la residencia, el cual tomó solo ella, a los niños les dieron un carnet de identificación.

Al tener ella la residencia pudieron viajar en Mexico, tomaron dos aviones hasta llegar a Tijuana. Allí un sábado, a las 2 am, el coyote les ayudó a pasar la frontera, después ya no lo vieron más. Así era el contrato, el compromiso era pasarlas al otro lado. Antes de pasar la frontera ella me envió el último mensaje por el celular informándome que esa noche pasaban, que rogara por ellas, luego ya no se podía hablar pues los agentes rastrean las llamadas.

Ya en EUA empezó a caminar con la niña en brazos y la mochila en la espalda, en la oscuridad. De pronto pasó un agente de la seguridad de frontera de EUA en una de esas motos de cuatro llantas. Le dijo: “tú sos migrante, regrésate”. Ella le dijo que no regresaba, y el agente se fue, los dejó allí, en la oscuridad. Hacía mucho frio. Más tarde en el trayecto vio a otro hombre que le decía que por allí no era el camino, que era por donde él estaba. A ella le entró miedo, no sabía si creerle o no, pero estaba perdida, así que se le acercó. Al estar cerca él le dijo que le diera la mochila, ella le dijo que no se la daba. Al darse cuenta que ella presentaría resistencia el hombre se paró, y ella – con la niña en brazos – y su hijo echaron a correr cerro abajo. Ella solo rezaba, cerró los ojos y se dejó rodar, el hombre desistió y los dejó.

Estaban muy cansados, a ella y al hijo le temblaban las piernas, los pies no le respondían. Decidieron descansar. Al rato pasó una patrulla de los oficiales gringos, les dijeron lo mismo que el anterior, que regresaran, que el Presidente no dejaba pasar a nadie. Ella repitió que no regresaba. Ella y el niño trataron de pararse pero ella no pudo, se desplomó; el niño se desmayó. Entonces los oficiales decidieron subirlas al carro, les dijeron que debían entrar por la puerta y los llevaron allá.

Tuvieron suerte, solo estuvieron dos días en “la hielera”, la cuñada estuvo un mes y les había contado que pasó mucho frio. Era como estar en prisión. La interrogaron, pero ella ya había practicado lo que iba a decir, un abogado en San Salvador la había preparado como parte del acuerdo con el coyote. Ella contó la verdad, que su exesposo la perseguía y amenazaba. Él es un desastre, le gusta el guaro y las drogas. La enviaron a Los Ángeles, allí pudo al fin hablar con sus hermanas, las que me avisaron y les compraron el tiquete para viajar a Illinois. A ella le pusieron un brazalete en la pantorrilla que todavía lleva y debe presentarse a un juzgado cada semana hasta que le quiten el brazalete.

Aunque estoy satisfecho porque sé que mis hijos tendrán una mejor vida, me deprimí. Sin  carro que era mi equipo de trabajo, pues trabajaba como taxista donde vivíamos, me sentí muy solo, y empezaba a entrar en una depresión seria. Allí fue cuando mi hermano me ofreció venirme a vivir con ellos a San Salvador y me consiguió trabajo como taxista acá.

Yo no me fui con ellas al Norte pues no teníamos la plata y porque conmigo se les hacia más difícil entrar a los EUA. Mi plan es ahorrar para irme para allá con ellas. Para ello sé que solo puedo contar conmigo pues mi esposa no puede trabajar todavía y debemos hacer todo de acuerdo a la ley. Van a ser años difíciles hasta lograrlo.

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