La alborotada primera cita de Jorge Drexler y El Salvador

El Salvador recibió por primera vez al cancionista –como prefiere que le llamen– uruguayo Jorge Drexler. La fecha en el país fue la número 90 de su gira “Salvavidas de Hielo”, llamada igual que su última producción de estudio. Parte del público que asistió al concierto del pasado martes 18 de septiembre se desbordó emocionalmente en el pabellón 1 de CIFCO, en la capital salvadoreña y despertó un debate acerca de cuál debería ser el comportamiento más adecuado en conciertos que exigen, por momentos, más contemplación y menos alboroto.

Fotos FACTUM/Gerson Nájera


El primer encuentro entre Jorge Drexler y el público salvadoreño derivó en una eterna negociación para desarrollar un concierto como el artista uruguayo hubiese deseado y que, por momentos, no fue posible.

Jorge Drexler y su banda aparecieron en el escenario alrededor de las 9:50 de la noche. Y fue “Movimiento”, el tema que abre su último disco, el que también dio apertura al concierto. Al final del primer verso, Jorge aprovechó para saludar: “Buenas noches, El Salvador”. La euforia era colectiva. La canción permitía el ambiente de celebración que muchos estaban esperando. Luego, Drexler obsequió a los seguidores más comprometidos un tema de su sexto disco, “Frontera” (1999): “Río abajo”; al que siguió otro de sus temas de reciente facturación y que habla del oficio de escribir canciones: “Abracadabras”. Y luego “Transoceánica”, uno de los tres temas del álbum “12 segundos de oscuridad” (2006) y que fueron seleccionados para esa noche.

El uruguayo Jorge Drexler se presentó por primera vez en El Salvador.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

Atrás de la banda había un círculo donde aparecerían los visuales de cada tema. El círculo simulaba la boca de la guitarra, el instrumento principal de “Salvavidas de hielo”. Los músicos que lo acompañaban contaban con diferentes variaciones de guitarras e instrumentos basados en estas. Ese es uno de sus sellos: elegir la estética sonora de cada gira, para que cada una tenga identidad propia. Por ejemplo, en la etapa de “Eco” contaba con un DJ; mientras que en la era de “Bailar en La Cueva” tenía una sección de metales.

Drexler comentó que la idea de su actual gira es que cada concierto sea como un péndulo que oscile de los lugares luminosos a los lugares más oscuros. Es decir, sin un ambiente constante. Por eso, para los temas nacidos en los momentos oscuros de su vida pedía menos gritos y más contemplación, pero la respuesta del público, generalmente, no era afortunada. Durante cualquier silencio, alguien gritaba algún comentario, como si se tratara de un partido de fútbol, por eso tuvo que llamar en repetidas ocasiones a organizar el ruido colectivamente.

Algunos de los comentarios que podían encontrarse en las redes sociales el día después del concierto.

Un día después del concierto, en las redes sociales había una pequeña polémica entre los que creen que el público no mantuvo comportamiento adecuado –que son la mayoría de comentarios– y los que consideran que el uruguayo fue pesado con los asistentes.

Para Jorge, el primer concierto en un país es como una primera cita. Para esta cita, los participantes apenas se estaban reconociendo, entendiendo las particularidades de cada uno. Aprendiendo a comunicarse.

El silencio fue necesario y aunque costó, lo consiguió para el tema “12 segundos de oscuridad”. La luz del faro recorría todo el pabellón acompañado del loop introductorio de la canción. Aprovechó para contar que la metáfora del coro, que dice «No es la luz lo que importa en verdad/Son los 12 segundos de oscuridad», nació en una etapa dura de su vida cuando decidió retirarse a Cabo Polonio, en Uruguay, sin electricidad ni internet ni cobertura telefónica. Ahí fue donde observó que el faro emitía una señal luminosa cada 12 segundos para guiar a los navegantes y caminantes.

Con “Estalactitas” y “Universos paralelos” regresó el ambiente de fiesta que fue difícil de aplacar para dar paso a “Despedir a los glaciares”, inspirada en los picos de la Sierra Nevada de Mérida, en Venezuela, que tenía cinco glaciares, de los cuales solo queda uno; como un llamado a hacer conciencia sobre el cambio climático. A ella le siguió la balada “Asilo” y la negociación, de nuevo, con el público para lograr el ambiente adecuado.

Como un buen guía, Jorge consiguió que todo el público se sentara. La banda se retiró y él inició un set acústico en solitario con “Salvavidas de hielo”. Luego pidió permiso para hacer un tema  a capella, como es tradición en sus recitales: “Al otro lado del río”, apoyándose en el coro con los asistentes. Continuó el espacio con “Todo se transforma”, “Guitarra y vos”, “Salvapantallas”, “Inoportuna” y “Milonga del moro judío”. Algunos temas ocurrieron como peticiones concedidas a los espectadores. Fue en este segmento también cuando Drexler le preguntó a alguien del público si creía que ese era buen momento para tomar fotos con el móvil y lo invitó a vivir el concierto.

La banda regresó para “Pongamos que hablo de Martínez”, “La trama y el desenlace”, “Me haces bien” y cerrar, irónicamente, con el tema elegido para completar el segmento: “Silencio”, en la que de nuevo habló acerca del valor de la ausencia de ruidos.

El reconocimiento del público salvadoreño y Drexler continuaba con altos y bajos, pero no restaba éxito a la cita, que solo se alargaba. Por eso volvió fiestero con “Telefonía”, “Bailar en la cueva” y “La luna de Rasquí”, donde saludó a Venezuela y a Nicaragua.

No faltaron las palabras sobre Roque Dalton, al que llamó uno de sus poetas favoritos, y destacó como adelantado a su época.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

El público salvadoreño no pudo contener su euforia y el compulsivo acto de tomar fotografías y videos con sus teléfonos móviles.
Foto FACTUM/Gerson Nájera.

También hubo gesto atípico en los conciertos: Jorge agradeció a los dos organizadores del show, Urevento (Norwin Herrera y Fran Maravilla), quizá evidenciando la complejidad que tuvo la gestión y producción de esa noche. Sobre la organización del concierto, ocurrió un incidente particular a la llegada del artista al país. Una maleta extraviada a la salida del aeropuerto –con equipo indispensable para el concierto– retrasó la preparación del evento. Las puertas no abrieron a las siete de la noche, como decía el afiche, sino una hora después. Alguien encontró la maleta y llamó para entregarla. Ese gesto sorprendió a Jorge y su equipo, porque según él, eso no hubiese pasado en otro lado. Por eso durante el concierto lo agradeció públicamente.

Para el momento de la despedida del concierto, ninguna de las partes quería retirarse aún. Así que hubo tiempo para una más. Jorge reapareció en el escenario y pidió la compañía de las salvadoreñas que abrieron la noche, a quienes reconoció su talento. Juntos interpretaron la canción de despedida: “Quimera”. Entre abrazos, fotos, gritos y aplausos.

La alborotada primera cita terminó al filo de la media noche con la promesa de que habrá otras.

La participación nacional

Minutos antes de las nueve de la noche, las salvadoreñas de Las Musas Desconectadas, una banda compuesta solo por mujeres, tomaron el escenario. Para este show crearon un ensamble especial con dos solistas locales: Carol Hills y Natalia Cantalejo. La primera en tomar el micrófono y dar la bienvenida al público fue Carol Hills. El sonido aún no estaba en su mejor momento, algunos detalles se perdían, pero el público ovacionó los dos temas elegidos: “Salir contigo” e “Imperfecta”.

Luego fue el turno de Natalia Cantalejo con “Tu canción” y “Canción para querer”. En esta última, aprovechó para pronunciarse en contra de la violencia infantil. Nuevamente, el público respondió con aplausos. Para el final, Las Musas Desconectadas pasaron a primer plano y aceleraron un poco el ritmo con “Voz de mujer” y “Voces después del fuego”, preparando el terreno para el espectáculo principal. Algunos en el público aprovecharon para bailar; ellas aprovecharon el escenario para hablar de sus banderas, como la erradicación de la violencia a las mujeres.

Al final todas reunidas en el escenario cerraron su participación con grandilocuencia y fuerza. Los gritos y los aplausos las validaban. Cumplieron a carta cabal su tarea de la noche.


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