“Jei Beibi”: La muerte dijo sí; Café Tacvba dijo no

Con casi tres décadas de carrera, Café Tacvba sigue postergando su muerte. Aún no reciben la visita de La Parca que tocó la puerta de la mayoría de bandas del boom del rock latinoamericano y que las desapareció en el sentido literal o en el social.


Los tacvbos son de esas extrañas excepciones donde la renovación y la experimentación son constantes, sin prostituirse, y con relevancia en la industria musical. Mundialmente conocidos y con seguidores de diferentes generaciones.

En mi experiencia personal, he esperado la muerte de esta banda dos veces. La primera fue en 2003, cuando liberaron “Cuatro Caminos” y la segunda en 2007, con “Sino”. En ambas oportunidades ansiaba que repitieran lo hecho en los noventa. Ese prejuicio me impedía llegar abierto a sus nuevos materiales, pero finalmente (la primera por insistencia de un buen amigo y la segunda por insistencia de mi hermana) terminé escuchándolos y disfrutando los nuevos rostros del grupo liderado por Rubén Albarrán.

Con el tiempo entendí que Café Tacvba no era una banda más, sino una insignia de la música latinoamericana. Para 2012 ya no esperaba su muerte, sino una nueva experiencia con “El objeto antes llamado disco”. Y así fue.

En su más reciente material, titulado “Jei Beibi” (2017), otra vez exploran, otra vez muestran facetas insospechadas y otra vez refrescan sus rostros más clásicos. Ahora con el reto de bailar por su propia cuenta, con una producción independiente. Y con la mejor compañía: la genialidad de Gustavo Santaolalla en la producción.

“Jei Beibi” es un viaje por diferentes sonoridades. La mayoría, propias de raíces latinas, pero con capas de música europea y estadounidense. Por eso el nombre resulta tan atinado. El trabajo lírico también es destacado, con letras abiertas a diferentes lecturas.

Iniciemos el viaje por sus temas:

“1-2-3” abre la producción, el baile y nuestra cabeza:

“Un, dos tres, cuéntalos bien/Y si sigues tal vez llegues a 43”.

Una canción inteligente que sirve de tributo y protesta sobre el lamentable episodio de la historia reciente mexicana: la desaparición forzada ocurrida en Iguala el año 2014. “¿Cuántos más, cuántos más, cuántos más?”. Pero sin ser desesperanzadora: “El amor siempre ganará”.

Con un riff de guitarra que recuerda a los clásicos del rock —como The Doors— aparece “Matando”. El tema crea una atmósfera diametralmente opuesta a su antecesora. Las referencias que la memoria relaciona con la canción no resultan tan casuales cuando Rubén dice: “¿Cuántas melodías puedo hallar en un mismo acorde escondidas?”.

Sigue “Automático”, un tema que sería digno de la banda de new wave Devo. Con menos de dos minutos logra cambiar de nuevo el mood del viaje.

Llegamos a “Enamorada”, uno de esos ejercicios de los que solo los tacvbos pueden salir triunfantes. La balada es tétrica, con referencias evidentes a música tradicional mexicana. Apostando, podría ser un tributo al estilo de Juan Gabriel. Sin dejar el toque particular de la banda. Y Rubén toma un papel narrativo que desafía al machismo al cantar desde un personaje femenino. Sin desperdicio.

Continúa “Futuro”, un tema por demás interesante. Una cumbia electrónica de atmósfera oscura. La letra es corta pero inteligente. Básicamente un statement grupal:

“Tú mañana ya te fuiste/Pero antes me dijiste/El futuro es hoy”.

Y además cuenta con un gran video.

La siguiente parada es un sitio seguro para los seguidores más conservadores de Cafeta: “Resolana de luna”, un tema que podría caber en cualquier de sus anteriores tres discos.

La participación vocal de Meme no podía faltar. Llega con “El mundo en que nací”, cuya simpleza solo puede connotar honestidad. La favorita de muchos amigos que también han escuchado el disco. Para mí, de las menos destacadas de este trabajo, pese a mi fanatismo confeso por Meme.

El disco retoma el rumbo con “Me gusta tu manera”. Probablemente la más retadora para sus fieles seguidores. Un tema delicioso (el término no lo uso al azar), un reguetón fino.

Para esos mismos seguidores fieles, un nuevo regalo en el disco: “Vaivén”, una balada con inspiración tribal y letra alucinante. Muy a la esencia de los tacvbos.

A la intensidad de “Vaivén” sigue un tema abierto a múltiples interpretaciones: “Que no”. De estas, la que parece más atinada es que se trata de una relación destructiva con la cocaína. Esto por partes como:

“Ella era tan fría/Ella era tan blanca, era tan bella”

O…

“No era solo mía/Lo entendía/La compartía y la negaba”.

Aunque según su autor es sobre “amores y desamores furtivos y de una incierta redención”. Al final, una relación tóxica puede ser tan destructiva como la adicción a la cocaína. La canción cuenta con un hermoso video.

El nivel no baja en esta etapa del disco. Llega otro gran corte bajo el nombre de “Diente de León”. De los más reflexivos del disco:

“Quiero guardar silencio para escucharme bien/Dejar de ser un sordomudo de mi propio ser/Poder vivir en armonía otra vez/Como antes de ser el ser que yo me inventé”.

Una vez más la modernidad se cruza con las raíces sonoras de nuestra región para crear novedad.

El penúltimo tema es mi favorito de “Jei Beibi”, no solo por su hermosa estructura, sino por la destacada pluma de Rubén: “Disolviéndonos”.

La mejor descripción que puede tener este corte la brindó su propio productor, Gustavo Santaolalla: «Onírica e introspectiva, por momentos, y avasallante en otros. “Disolviéndonos” es una canción que nos invita a un viaje interior. Un camino poético donde, a través de la voz, los instrumentos y los muy diversos paisajes musicales, nuestra materia, lentamente, va perdiendo su forma».

“Un viaje termina y otro empieza” dirá Rubén en “Celebración”, un tema con pocas pretensiones que nos regresa el buen humor y cierra la nueva experiencia que ofrece Café Tacvba.


“Jei Beibi” no estará entre las obras cumbres de Café Tacvba, pero sin duda nos regala varios cortes que se postulan para formar parte del catálogo de clásicos. Tampoco se trata de un álbum débil. Es un trabajo sólido que confirma que la leyenda de los tacvbos continúa viva y jugando magistralmente con las cartas que cada nueva época les pone.

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