Guatemala y los fantasmas de otra eliminatoria

El sueño mundialista de Guatemala empezó como una pesadilla. Una pesadilla, por otro lado, recurrente. Prepararon el terreno semanas de expectativas, cálculos y análisis desde los programas deportivos sobre los puntos necesarios para pasar a la siguiente ronda. Ganar en casa, rascar unos puntos afuera, era la consigna repetida. El primero de estos partidos como local, este viernes 13, ante Trinidad y Tobago, fue el amargo despertar: Guatemala cayó 2 a 1 frente a la selección caribeña. La aritmética optimista de una victoria local se desmoronó en 15 minutos del segundo tiempo, la siguieron los lamentos por una nueva derrota.

A la selección chapina le ganaron las ansias y le faltaron los goles, el único de los cuales llegó hasta que ya era demasiado tarde.

Estampas del partido que Guatemala perdió en casa frente a Trinidad y Tobago. Fotos de Frederick Meza.

Estampas del partido que Guatemala perdió en casa frente a Trinidad y Tobago. Fotos de Frederick Meza.

Con la presencia de alrededor de 15 mil asistentes, de las 18 mil entradas puestas a la venta, el conjunto guatemalteco no pudo excusar la falta de apoyo local. Familias vestidas de azul y blanco, grupos de amigos con banderas, algunos rostros pintados, carteles, disfraces y esperanzas renovadas llenaron los graderíos. La afición exorcizaba fracasos anteriores volviendo a asistir al estadio Mateo Flores en una tarde gris que amenazaba lluvia y que se cerró en una noche amarga.

Los antecedentes no eran halagadores: en las dos primeras fases de la eliminatoria (ante rivales teóricamente accesibles), Guatemala ganó ajustadamente a Bermudas 1-0 y a Antigua y Barbuda 2-1 en partidos de ida y vuelta. Es más, en el último encuentro ante Trinidad y Tobago, en la Copa de Oro, la azul y blanco cayó 3 a 1. De ese partido quedan titulares como “Trinidad y Tobago desnuda las carencias futbolísticas de Guatemala” o “Trinidad y Tobago humilla 3-1 a Guatemala en la Copa Oro”, verdaderas odas a la baja moral nacional.

En esta fase Guatemala comparte grupo con Estados Unidos, una de las potencias de la región; San Vicente y Granadinas, una isla con una población total 20 veces menor a la de la Ciudad de Guatemala; y Trinidad y Tobago, en teoría su rival directo por un segundo lugar para la siguiente ronda. Solo dos de estas cuatro selecciones avanzaran.

Y es frente a este rival directo que la selección chapina se estrelló.

El inicio fue promisorio para una afición que entre burlas aún deposita esperanzas en viejas glorias, como Carlos Ruiz (36 años), del Club Deportivo Municipal, y en nuevas figuras, como Marco Pappa (27), del Seattle Sounders de la Major League Soccer. Un cierto dominio del balón ante una Trinidad replegada se saldó en remates a los 10, 11 y 12 minutos del partido por parte de Guatemala.

Una combinación entre Marco Pappa, Carlos Ruiz y remate de Gerson Tinoco a los 12 fue rechazada por el portero triniteño Michael Williams, dándole una emoción a las tribunas. Guatemala mantenía un dominio estéril durante los primeros 20 minutos de juego, durante los que los aficionados parecieron alejar los fantasmas de eliminatorias pasadas.

Le siguió a este arranque una meseta en el juego. Faltaba tranquilidad, faltaba paciencia en el seleccionado, pero el espectáculo (con sus limitantes técnicas) no decepcionaba. El aficionado celebraba algo de control de balón, dos, tres, cuatro pases seguidos, algún esfuerzo de Ruiz que recibía un balón de espaldas y lograba darse la vuelta y rematar hacia el portero. Acostumbrados a inicios más tibios, a mayores titubeos, el público se metía en el encuentro. Chiflidos para el triniteño que ralentizaba el juego, gritos de apoyo para el chapín que lograba completar un pase. Una satisfacción de mínimos.

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Pero se sucedían los minutos y el dominio guatemalteco no hacía efectivo el único número que cuenta: el marcador. El cero a cero se prolongaba sobre los treinta minutos del partido. A los 40, Ruiz se desprendió con un movimiento por la banda a izquierda a pase de Pappa desde la derecha. El “Fish” Ruiz, el sempiterno “Pescado” (goleador histórico de la selección con 58 goles en eliminatorias) se quedaba a centímetros de alcanzar el balón para dejar un suspiro en la afición.

“Un par de six y una libra de carnitas menos ayer, y llegaba a esa pelota”, renegaba un aficionado desde la tribuna del estadio, mientras otros tantos se tomaban de los cabellos. El ambiente aún era de fiesta, pero poco a poco a ese clima se le irían intercalando las frustraciones acumuladas de otras derrotas. La ansiedad palpitando en los graderíos pronto sería notoria también en la cancha.

La caída de un sueño

El cuadro triniteño había lucido, hasta el final del primer tiempo, muy poco. Atrincherado en su campo y con apenas un remate al arco en el primer tiempo el espectáculo no era su apuesta. Históricamente los números tampoco les favorecían de visita: una victoria en 1989, un empate y tres derrotas frente a Guatemala los hacían guardar las formas. Pese a esto su momento estaba por llegar.

En un primer choque, a los tres minutos de la segunda mitad, el defensa Elías Enoc salía resentido de un encontronazo con el delantero Lester Peltier y además sumaba una tarjeta amarilla. Más tarde Enoc sería reemplazado por el también defensa Carlos Mejía y quedaba en duda por lesión para el siguiente encuentro. Mala cosa, el seleccionado chapín cometía una falta y aun así era él el lesionado. En el juego brusco los jugadores de la azul y blanco resultarían perdiendo por partida doble, de un lado salían mal parados de los impactos, del otro retrasaban el juego y dejaban ir valiosos minutos.

El primer remate de Guatemala en esta segunda parte llegaría desde fuera del área, por parte del volante José Manuel Contreras, hasta cumplidos los 10 minutos, e inyectaría algo de vitalidad a la grada, que lo acompañaría con gritos de “Sí, se puede” y “Guate, Guate”. El ánimo bipolar de la afición iba de la algarabía a la frustración. La presión de sacar el resultado local ya hacía mella en un seleccionado chapín que no acertaba a ir más allá de centros al área, rechazados por la zaga triniteña, o tiros desde fuera del área desviados. Tanteos sin concretar.

Guate4A los cálculos optimistas que habían hecho los comentaristas en las transmisiones radiales sobre una posible victoria, les sucedían ahora las estimaciones de un empate con Trinidad; el juego de los números. Donde antes se calculaba sobre tres puntos ahora se hacía sobre uno y se lamentaba la falta de gol. Alguna rechifla llegaba desde el graderío, pero aún dirigida solo contra los caribeños. La presión se acumulaba minuto a minuto.

La debacle llegó al minuto 21: un remate de  Khaleem Hyland desde fuera del área cruzado a la izquierda del portero Paulo César Motta. Un disparo seco para traer a la afición a los peores recuerdos de otras eliminatorias, del inicio lleno de expectativas al mazazo de la realidad: en su apenas segundo tiro al arco Trinidad conseguía el primer gol. Lo siguieron 15 minutos de desconcierto en un combinado guatemalteco que trataba de recuperar la iniciativa sin orden y que recibía, como segundo golpe, un centro en el área de Guatemala que el delantero Joevin Jones, perdido su rastro por la defensa, convirtió en gol a los 35 minutos.

Caía una loza en el Mateo Flores. Y los gritos de “¡Fuera!, ¡Fuera!” comenzaban a escucharse desde la tribuna y el palco, al parecer, dirigidos a la dirigencia de la federación. En el campo seguía el juego, pero la inercia de la grada ya solo prestaba atención a cada pifia y a cada despeje mal hecho del seleccionado guatemalteco. Crecía un malestar sordo en las tribunas que se reflejaba en algunos rostros, en brazos cruzados y en gestos de incredulidad.

Llegaría el descuento para Guatemala al 46, en un pase de Ruiz a Carlos Mejía. Pero era muy poco y muy tarde. Trinidad saldrá del encuentro con la victoria. El entrenador argentino del seleccionado chapín, Iván Franco Sopegno, resumirá esta derrota así: “La afición está ávida de resultados, es nuestra realidad la que estamos combatiendo”. Y es esa realidad, la de seguidores del seleccionado guatemalteco esperando un resultado positivo, proceso tras proceso, la que choca una vez más contra los hechos. La pasividad de la afición se convirtió luego en patadas a las puertas mientras los seleccionados salían del campo; no había ánimos ni para una rechifla generalizada. Solo la descarga de unos golpes contra el metal.

“Nos falta velocidad y potencia”, explicaba Sopegno las razones de la derrota en conferencia de prensa tras el encuentro. ¿Esa diferencia la hacen los 18 jugadores de Trinidad que actúan fuera de su liga?, la pregunta  al entrenador. “Guatemala jugó con los mejores jugadores que se tiene”, respodía, “hay una característica del fútbol moderno que es la velocidad y la potencia, que es lo que consume el fútbol, si no son apetecibles nuestros jugadores (en el extranjero) por algo será”.

Sin velocidad, sin potencia. Pero también sin ideas se retiraba la selección chapina. Su siguiente encuentro será el próximo martes de visita a San Vicente y Granadinas. Se reactivará la maquinaria de pronósticos y resultados. La afición oscilará de nuevo entre la esperanza y el cálculo. Quedan aún cinco partidos en esta fase, quedan otros tantos dramas y, esperemos, menos noches tristes.

[Bill Barreto es periodista guatemalteco. Trabaja con Plaza Pública y escribió esta crónica especialmente para Factum]

 

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