“Green Book”: una excursión a lo profundo de la condición humana

Green Book es una película de contrastes no tradicionales que, a su vez, nos demuestra que la vida no es de negros o blancos, ni de extremos. Hay riqueza humana en una gran variedad de grises que solo requieren de diálogo. Existe una humana conciliación de colores. La película está nominada a cinco premios Óscar en las categorías de mejor película, mejor actor (Viggo Mortensen), mejor actor de reparto (Mahershala Ali), mejor guion original y mejor montaje.

[Spoiler Alert: la siguiente reseña detalla información acerca del argumento de la película “Green Book”]


Esta joyita de 130 minutos nos lleva en un road trip por el sur de Estados Unidos: un pianista afroamericano y su banda salen de gira, motivo por el que requiere de los servicios de un motorista. Hasta aquí, todo “normal”… Luego notamos que la cinta está basada en hechos reales. En efecto, esa gira se realizó en 1962, cuando en el sur  de Estados Unidos todavía había negros que trabajaban –bajo el yugo de la explotación– en las plantaciones.

El motorista de este viaje es de ascendencia italiana y le cuesta desprenderse de una ligera aversión a lo afroamericano. Mientras que el pianista, además de negro, resulta ser un virtuoso de la música que, además, acumula tres doctorados académicos.

Es así como esta olla de presión se cocina a fuego lento, explota por pausas de forma contenida y culmina con la exposición del viaje como una excursión a lo profundo de la condición humana.

Y he aquí una de las virtudes más grandes de la película: su guion, que ya fue distinguido con un premio Globo de Oro. Muchas de las películas basadas en historias reales suelen tener como base un libro o un documental.

En este caso, “Green Book” está dando una brillante batalla en lo narrativo al partir de cero como historia original.

La película desarrolla personajes sólidos desde sus ascendencias históricas, construcciones familiares y experiencias de vida. El guion no compara; solo muestra. La dinámica misma de la cinta hace que las diferencias se evidencien. Por un lado, Don Shirley, alguien que desde temprana edad se erigió como un genio del piano, un personaje que vive en la opulencia y que hace gala de una alta educación y un fino comportamiento; luego, Tony Lip, el hijo de inmigrantes italianos que trabaja como guardia de seguridad en bares y también como motorista. Para Tony, la familia es lo más importante.

El guion nos lleva en un viaje que provee de variopintas situaciones reflexivas, humorísticas y dramáticas. Es una historia en donde el objetivo del viaje no es llegar a una meta, sino más bien llegar, cumplir y regresar al punto de partida. El fin es mostrar que quienes volvieron son mejores seres humanos que los que se fueron. Y aprender esa lección no se consigue de forma tan sencilla como se escribe.

Del guion hacen una notable representación los actores principales: Viggo Mortensen –como el italiano motorista– y Mahershala Ali –como el artista–. Viggo (A.k.a. Aragorn, de la trilogía de “El señor de los anillos”) puede exponer en su filmografía varios papeles memorables, aunque menos populares, como el de Nikolai en “Eastern promises” y el de Ben en “Captain fantastic”. Su catálogo da cuenta de la flexibilidad interpretativa que ha demostrado. En “Green book” vemos a un Tony Lip de físico recio y gran barriga; un tipo que prefiere tirar al basurero –en lugar de lavar– los vasos de vidrio donde han bebido previamente obreros negros; un hombre que come y bebe a diestra y siniestra, sin considerar modales o limpieza; el mismo que tira basura por la carretera y para quien la comida favorita de los negros es –y debe ser para todos los negros– el pollo frito. A Viggo Mortensen le toca encarnar el personaje de alguien que, además, cuenta con una idea muy restringida de la música de negros (Aretha Franklin, Little Richard, etc.), la música de “your people”, como le dice en una escena a Don. Eso sí, su personaje no es tan burdo como el cliché de un racista bruto y bueno para nada. Tony Lip es un imaginativo resolutor de problemas que hace gala de una labia y manipulación ad hoc a cada circunstancia.

Por otra parte, Mahershala Ali viene de una experiencia variopinta entre televisión, cine y voces para cintas animadas. Su actuación más recordada es como Juan en “Moonlight”, que ya le valió premios como el Óscar, el Screen Actors Guild Awards y el de la African-American Film Critics Association. Todos como mejor actor de reparto en dicha película. En “Green book” nos muestra a un Don Shirley que requiere de otros para cargar su equipaje; que no come con los dedos –y menos pollo frito–; un tipo refinado con rituales y gustos muy depurados; alguien que no encaja, como cuando en una escena dice:

«¡No soy aceptado por mi propia gente porque tampoco soy como ellos! Así que, si no soy lo suficientemente negro; y tampoco soy lo suficientemente blanco; y no soy lo suficientemente hombre; entonces, dime, Tony: ¿Qué soy?»

El personaje va requiriendo y exigiendo de Tony una mejora en su conducta. Le presiona a ser una mejor versión de sí mismo –«because you can do better»–, como ocurre, por ejemplo, al cambiar su expresión escrita al redactar cartas a su esposa.

Viggo Mortensen (izquierda) y Mahershala Ali (derecha) en “Green Book (2018)”.

Si no fueran suficiente estos dos temperamentos en convivencia a lo largo de un viaje de ocho semanas por carretera, el aderezo lo pone Green book: una guía de la época que registraba los hospedajes, bares, restaurantes y lugares públicos “aptos” para negros en Estados Unidos. Y aquí, a mi juicio, el nombre es un pretexto fútil para la película, pues la mentada guía solo hace acto de presencia tres veces. Los ejecutivos de la gira habían reservado para la mayoría del trayecto hoteles y lugares de presentación, siendo minúsculo el uso dado a la guía en la película y, además, no es un elemento omnipresente ni en los diálogos ni en la atmósfera.

En realidad, más que de la guía, los problemas vienen de los lugares en los que, aun teniendo las reservas o usando la guía, terminan por ocurrir. Problemas como no poder beber en un bar; no poder usar una piscina pública; que los detengan y los envíen presos porque resulte extraño que un blanco vaya de motorista de un negro; o que debieran esperar que Don haga uso de una letrina para negros fuera de una mansión y no del baño para blancos dentro de la misma. Y, finalmente, el acabose de los conflictos: no poder comer en el restaurante del hotel en el que, minutos más tarde, Don Shirley será la estrella principal del show de navidad. 

Y a todo esto, ¿por qué? La gira no fue imposición, sino más bien una experiencia a pedido de Don, quien a sabiendas del trato que recibían los negros en el sur, decide exponerse de tal forma. Y he aquí el meollo de la película [en voz del personaje Oleg, el chelista del trío de Don Shirley]:

«Me preguntaste una vez por qué el Dr. Shirley hace esto. Te lo diré: ser un genio no es suficiente. Requiere coraje cambiar el corazón de la gente».

“Green book” es una película de contrastes no tradicionales que, a su vez, nos demuestra que la vida no es de negros o blancos, ni de extremos. Hay riqueza humana en una gran variedad de grises que solo requieren de diálogo. Existe una humana conciliación de colores. 

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