España y los ecos de París

Las oleadas de refugiados que están llegando a la Unión Europea (UE), principalmente de los que huyen del conflicto en Siria (que dura ya cuatro años y ha originado más de 3.5 millones de personas refugiadas y 6.5 millones de personas desplazadas internamente, lo que hace de este país el principal emisor de personas refugiadas) van a modificar, sin duda alguna, el peso demográfico y la configuración de la inmigración en los países de la UE, pero también, y más importante aún, hechos recientes como los atentados en París cambiarán la percepción de la presencia inmigratoria en las sociedades europeas. Esta percepción, en la que es crucial la imagen de la inmigración que trasmiten los medios de comunicación y los discursos políticos, será un desencadenante clave de xenofobia en los próximos años.

España tiene mucho que decir en términos de inmigración en la UE. El porcentaje de extranjeros en España, sobre el total de población, es aproximadamente el 10 % (unos 4.7 millones). En términos absolutos, esto sitúa a España en el cuarto lugar de los países de la UE en número de inmigrantes dentro de su territorio, detrás de Alemania, Reino Unido e Italia, y por delante de Francia. Los inmigrantes de estos cinco países representan el 76 % del total de inmigrantes en la UE.

El grupo de migrantes con más peso demográfico en España, según las estadísticas dispo­nibles, está compuesto por los extranjeros de países europeos comunitarios. Le sigue el grupo compuesto por los originarios de países latinoamericanos (ecuatorianos, colombianos y bolivianos, principalmente). Los extranjeros procedentes de África se ubican en el tercer grupo; de ellos, la gran mayoría son norteafricanos, sobre todo marroquíes. Entre los asiáticos, que constituyen el cuarto grupo en presencia en España, los chinos son la comunidad más numerosa. Los europeos no comunitarios se ubican en el quinto lugar, con los ucranianos y los rusos como mayorías en este grupo (a inicios de 2015, la guerra civil en Ucrania había forzado el desplazamiento de más de un millón y medio de personas desde ese país). Le siguen los norteamericanos (estadounidenses o mexica­nos, más que canadienses) y, en último lugar, los procedentes de Oceanía.

De la recopilación y análisis de las encuestas realizadas por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) se deduce la enorme influencia que tienen los medios de comunicación en la percepción de la inmigración por parte de la población española.

La encuesta OBERAXE de 2014 resalta, por ejemplo, el descenso de menciones al colectivo comúnmente situado en cabecera: los marroquíes, “moros”, argelinos o norteafricanos en general, y un aumento a la mención a africanos, sub­saharianos o “negros” (las palabras en cursiva o entrecomilladas están así en el documento mencionado). A dicho aumento han contribuido, probablemente, las imágenes de subsaharianos saltando las vallas de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla; imágenes que aún continúan.

Las menciones a latinoamericanos, en general, y a nacionalidades concretas, se reducen ligeramente en 2014. A ello puede haber contribuido, en parte, su presencia en noticias sobre el retorno de inmigrantes a sus países de origen como efecto de la crisis económica. Por el contrario, se incrementa la referencia a árabes y musulmanes.

En los últimos años se ha debatido mucho en la UE sobre el uso del velo islámico, la edificación de mezquitas, la educación religiosa, el fundamentalismo y el terrorismo islamista. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, la desconfianza hacia los musulmanes aumentó también en Europa, y en España especialmente a raíz de los atentados del 11 de marzo de 2004.

Últimamente, los atentados en otras ciudades europeas ―los de París los más recientes―, las constantes noticias sobre la desarticulación de células yihadistas que pretendían atentar en España y de redes que captaban simpatizantes para enrolarse en el Estado Islámico, y las imágenes de jóvenes españolas detenidas en aeropuertos que pretendían unirse al grupo terrorista están modificando enormemente la percepción que en España se tenía de los musulmanes. El peligro es que esto dé pie a la aparición de movimientos xenófobos como los que ya se han desatado en otros países europeos.

Lo que sí parece evidente, a partir del número de solicitudes de protección internacional que recibió España en 2014 (apenas el 0.95% de quienes lo hicieron en la UE) y del número de personas que obtuvieron el estatus de refugiado (384 en España, 33 310 en Alemania, 12 020 en Francia, 10 245 en Suecia, 8990 en Reino Unido) es que, de momento, la ola de refugiados llega con mucha menor fuerza al territorio español que a otros países de la UE.

La integración social de inmigrantes y autóctonos es un proceso en el que ambas partes han de implicarse y participar, y el cual requiere mutuo conocimiento. La imagen que de unos tienen los otros, y viceversa, es la clave. Sin duda influye la realidad que los medios de comunicación transmiten, pero no menos importante son las percepciones que se construyen a través de experiencias concretas de convivencia en los diferentes escenarios de la vida social. De esto y de la política comunitaria y española de inmigración en los próximos años dependerá la convivencia en España, porque los cambios que se avecinan en cuanto a inmigración son imparables, grandes cambios que han hecho ya que más de alguno se refiera a este siglo como el siglo de las personas refugiadas.

 

Cristina Inclán es ingeniera de caminos, canales y puertos de la Universidad de Cantabria, España.

 

 

 

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