En la intimidad del escuadrón de la muerte de la Policía

Un grupo élite de la policía salvadoreña está involucrado en homicidios, agresiones sexuales contra menores y extorsión. Es la punta del iceberg de numerosos grupos dentro de la policía que, desde redes sociales, planean ejecuciones extrajudiciales y otros delitos en todo el país.

Un grupo élite de la Policía Nacional Civil tiene rodeada una champa de lámina y tablas en un pequeño patio de una comunidad marginal del municipio de Aguilares, a 40 minutos de la capital. Tres policías avanzan sigilosos, fusil en mano. Atraviesan un cerco de alambre de púas. Los agentes visten uniformes de camuflaje azul digital. Un cuarto policía se ha quedado en la retaguardia y cuida la patrulla donde ya hay un detenido. Es martes 14 de febrero de 2017.

El policía que encabeza la columna se para frente a la puerta, le da varios golpes y grita. Ordena a quien está dentro que salga. La puerta se abre. Del pequeño cuarto de láminas, de unos cuatro metros de largo por cuatro de ancho, sale Bam Bam, a quien los agentes tienen identificado como un pandillero del Barrio 18 Revolucionarios.

Bam Bam sale con las manos en alto. Viste una calzoneta negra con rayas rojas y una camisa. Los policías le dan patadas y puñetazos mientras lo insultan. Revisan el cuartucho donde no hay nada más que una cama vieja y varios recortes de periódicos de mujeres en bikini pegados en la pared.

El agente de indicativo Perry es el que más patadas le da a Bam Bam. Luego le ordena que se quite la camisa. Bam Bam obedece. Luego le ordena que se pare a unos centímetros del umbral de la puerta y lanza una broma: “Te vamos a tomar una foto”. Y se ríe. Bam Bam se queda de pie mientras el agente de indicativo Shenlong le dispara dos veces en el pecho con su fusil. Bam Bam se desploma: queda tendido, con los pies fuera del umbral y el resto de su cuerpo dentro de su champa de lámina.

A los cuatro policías los acompaña un hombre más, uno que no es policía. Es quien los ha conducido hasta este lugar. A este hombre solamente lo llamaremos Rastreador.

Si el patio en el que está la casa de láminas de Bam Bam fuera un cuadrado visto desde arriba, todo el lado inferior sería el cerco de madera y alambres de púas. La entrada a este solar está en la parte derecha de ese cerco. Los otros tres lados son paredes de ladrillo y cemento. La champa de Bam Bam está en la esquina superior izquierda del cuadrado.

El agente de indicativo Lico, quien comanda este pequeño escuadrón de la FES, ordena a Rastreador que entregue la escopeta que tiene en sus manos. Shenlong la toma, introduce tres cartuchos de perdigones y se para frente a la pared que, en la figura anterior, es la parte inferior del lado derecho, cerca de la entrada. El policía dispara dos veces a una corta distancia. En la pared quedan marcados dos enjambres circulares con muescas de los perdigones de la escopeta.

Shenlong saca entonces unos guantes de látex azules de uno de los compartimentos de su chaleco. Con ellos frota la escopeta para intentar borrar las huellas. Camina nuevamente hasta donde está el cuerpo y coloca, despacio, la escopeta al lado del brazo izquierdo de Bam Bam, ya muerto. Entonces termina su broma: saca su teléfono celular y toma una foto del cadáver, con la escopeta al lado.

Solo después de que el cuerpo tuvo la escopeta al lado, y después de que Shenlong tomó la fotografía, el grupo pidió refuerzos. Después de los disparos de Shenlong, Lico sale del patio y camina hacia el pick up vidrios polarizados, marca Nissan Frontier. La matrícula del vehículo asignado a este grupo es N13669, propiedad de la PNC, según lo verificó Factum. A Lico lo acompaña Rastreador. Le pregunta cómo se llama exactamente esa colonia y levanta el radio Motorola de uso policial. Rastreador responde que el lugar es el pasaje número 2 de la colonia Las Casitas, en Aguilares. Lico abre la comunicación del radio y grita con un tono de voz agitado.

–¡Tenemos un enfrentamiento en el pasaje 2 de la colonia Las Casitas, en Aguilares! ¡Refuerzos, rápido, refuerzos!

Este es el lugar donde miembros de la FES, ejecutaron extrajudicialmente a Iván Benjamín Carcamo Caballero, de 29 años, conocido como “Bam Bam”, en Aguilares, Colonia Las Casitas.
Foto FACTUM/Bryan Avelar

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La versión oficial de la muerte de Bam Bam, según la Fiscalía General de la República, será esta: Un pandillero del Barrio 18 Revolucionarios falleció al enfrentarse con la PNC. La Policía añadirá detalles: Un equipo especializado de la Fuerza Especializada de Reacción El Salvador (FES) realizaba un patrullaje por la zona cuando fue informado de la presencia de un grupo de pandilleros en una casa. Al ubicarla, los agentes entraron al patio donde está la pequeña champa de lámina y fueron recibidos a tiros por los pandilleros. Uno cayó abatido ante la respuesta policial, después de dispararles dos veces con una escopeta, y otros dos huyeron, pero luego fueron capturados.

Esta versión, sin embargo, es falsa.

Durante tres meses, Revista Factum entrevistó a Rastreador, un testigo civil que no solo vio, sino que participó y colaboró directamente en las actividades del grupo de la FES dirigido por el cabo Díaz Lico. Con los relatos de Rastreador, y tras entrevistas con decenas de testigos, acceso a bases de datos de Medicina Legal, Policía Nacional Civil, autopsias y corroboraciones en el terreno, Factum ha logrado comprobar que este grupo cometió al menos tres ejecuciones extralegales, dos abusos sexuales contra menores de edad, diversos robos y una extorsión agravada en la que pedían dinero a cambio de respetar la vida de una persona retenida en un operativo policial.

Pero no solo eso.

Factum también ha tenido acceso, durante este mismo periodo, a chats privados en tiempo real en los que participan al menos 40 policías que van desde el nivel básico hasta unidades especializadas, además de varios colaboradores civiles. Esta infiltración a las conversaciones privadas, gracias al teléfono de Rastreador, permitió entrar hasta la intimidad de un grupo de policías que hablan libremente de compra y venta de armas, torturas a pandilleros y montajes de escenas de supuestos enfrentamientos armados donde lo que realmente ocurren son ejecuciones extrajudiciales.

Para comprobar que la versión de este enfrentamiento es falsa, Factum visitó el lugar de los hechos, revisó la autopsia del caso y consultó con un experto en armas y explosivos. Todas estas pruebas coinciden con la versión de Rastreador sobre la ejecución extrajudicial de Bam Bam.

Durante tres meses, este medio le siguió la pista a este y otros hechos en los que se ha visto involucrado el grupo de la FES liderado por Díaz Lico. En este periodo, se pudo comprobar que este grupo no solo se dedica a ejecutar pandilleros, sino que también ha cometido otra serie de delitos.

Sobre el caso de Bam Bam, a partir de la disposición de los elementos implicados en la escena, un especialista en armas y explosivos consultado por Factum aseguró que la trayectoria de los disparos es diferente a la que narró la PNC.

Los dos disparos que la Policía asegura que hizo Bam Bam supuestamente fueron hechos desde su champa de lámina hacia la entrada, por donde ellos iban ingresando. Sin embargo, la huella que los perdigones dejaron en la pared describe algo diferente.

Según el experto consultado por Factum, ambos disparos dejaron un derrape -o lo que técnicamente es conocido como shot splash- que indica que los tiros fueron disparados desde un ángulo de entre 70 y 80 grados desde la derecha. Es decir, quien disparó los dos tiros con la escopeta lo hizo desde una posición más cercana al cerco de alambres de la entrada y no desde el fondo del patio, donde está la champa de lámina en la que murió Bam Bam.

La otra posibilidad es que el tiro haya viajado en “s” desde la puerta de la casucha de Bam Bam hasta la pared. Es decir, que el proyectil haya salido en línea recta desde la posición en que se encontraba Bam Bam, luego haya girado a la derecha en el aire, a una distancia de unos seis metros, para tomar una curva nuevamente hacia atrás, y unos cuatro metros después hacer un giro en “u” para impactar contra la pared, desde una distancia de aproximadamente seis metros, que es la distancia que el experto calcula a partir del diámetro del impacto.

Bam Bam tenía 15 tatuajes en su cuerpo. Entre otros, tenía la palabra “Revolución” en la espalda. En sus brazos un “1” y un “8”, y en su pierna izquierda, de arriba hacia abajo, “Las Casitas Locotes”.

Factum tuvo acceso a la autopsia de Bam Bam, cuyo nombre real es Iván Benjamín Cárcamo Caballero, de 29 años de edad. Según la descripción médico-forense, el cuerpo de Bam Bam recibió dos tiros en el pecho. Uno de ellos fue en la región pectoral derecha, cerca del brazo. La trayectoria del proyectil descrita por el médico dice que la bala entró en dirección de izquierda a derecha, dañó los músculos y golpeó la parte superior del húmero, el hueso que une el hombro con el codo, y luego salió por el hombro.

El segundo proyectil, según la autopsia, fue la que le causó la muerte. Este entró por la región pectoral izquierda, en el quinto espacio intercostal izquierdo. El disparo entró en la cavidad torácica, fracturó tres costillas, laceró el pericardio (tejido que cubre el corazón) y la aurícula izquierda del corazón; luego atravesó el esófago, hasta salir por la espalda. Según la descripción del forense, este proyectil tuvo una trayectoria también de izquierda a derecha y ligeramente de arriba hacia abajo.

Este documento oficial refuerza la versión que Factum pudo constatar en el lugar: que los disparos a Bam Bam le entraron por el pecho. Es decir, quien le disparó tuvo que estar parado frente a él.

Luego del falso enfrentamiento, al pasaje 2 de la colonia Las Casitas llegaron decenas de policías a apoyar a sus compañeros, supuestamente en apuros. En realidad se trataba de un engaño.

* * *

Las maneras de Lico y su porte son los de un militar de vieja escuela: erguido y rudo. Lleva gorra siempre puesta y casi nunca hace bromas. Da órdenes. Perry, el policía que pateaba fuerte a Bam Bam, es probablemente el más hablador y bromista del grupo. Le encanta contar sus hazañas matando pandilleros y a la hora de actuar es el primero en atacar. Shenlong, quien disparó contra el pandillero y colocó la escopeta junto al cuerpo, es el más alto y el que mejor cuida su físico y su apariencia. Su uniforme esta siempre impecable. Su cara es larguirucha, lleva un bigote negro y ralo que lo hace ver más estilizado.  Usa el cabello largo para los parámetros policiales y es quien va mejor peinado.  Mowgli, el cuarto de ellos, es fuerte y tiene un evidente sobrepeso. Es el almadanero del grupo; es decir, es quien porta y maneja la almádana, el martillo gigante con que la Policía salvadoreña destroza las puertas de las casas. Las descripciones dadas por Rastreador coinciden, además, con fotografías en poder de Factum.

Estos cuatro policías son el cabo Díaz Lico, el agente Bladimir de Jesús Flores Ávalos, con ONI 27791; el agente José Roberto Ventura Gámez, con ONI 27518; y otro más identificado únicamente con el indicativo Mowgli. La confirmación de sus nombres fue posible después de cotejar un acta de captura, de un caso procesado en un juzgado de San Salvador, donde constan los nombres de los agentes captores: Flores Ávalos y Ventura Gámez. Ese caso, la captura de un supuesto pandillero, ocurrió ante los ojos de Rastreador a principios de este año.

Este es uno de los grupos de las Fuerzas Especializadas de Reacción de El Salvador, la sección policial que el gobierno de Salvador Sánchez Cerén ha creado expresamente con tres objetivos: neutralizar estructuras delictivas, ir tras los 100 principales cabecillas de pandillas y detener a los criminales culpables del delito de homicidio. La FES está conformada por mil hombres, 400 policías y 600 soldados, que se dividen en pequeñas células como esta. Entre todas, han sostenido 38 supuestos enfrentamientos armados con presuntos pandilleros, solo entre enero y junio de 2017, según las estadísticas oficiales.

Desde que la FES fue presentada oficialmente, el 19 de abril del 2016, el jefe a cargo de esta unidad fue el subcomisionado Marco Tulio Lima. A principios de febrero de este año, la Policía realizó 44 cambios, entre ellos varios mandos medios. Lima fue trasladado a la delegación de Sonsonate y en su cargo quedó el inspector jefe Elvis Cisneros Ascencio.

El director de la PNC, Howard Cotto, luego de un evento público realizado en San Salvador, respondió a Factum la jerarquía de mando de la FES: Todas las unidades en el territorio, incluida la comandada por Díaz Lico, responden a un solo jefe, el jefe de la FES. Este le responde al subdirector de áreas especializadas operativas de la PNC, quien a su vez le responde al director. El director le responde al ministro de Justicia y Seguridad Pública y este al presidente de la República. Es decir, que entre Díaz Lico y el director de la PNC solo hay dos mandos intermedios.

El 20 de Abril de 2016, el vicepresidente de la república, Oscar Ortíz, hizo la presentación de la Fuerza Especializada de Reacción El Salvador, como parte de las herramientas de las “medidas extraordinarias” de la seguridad, en su combate contra las pandillas.
Foto FACTUM/Salvador MELENDEZ

El rastreador de pandilleros

Rastreador es un hombre perseguido. Tiene serios problemas con las tres pandillas más grandes de El Salvador. Las rastreó y contribuyó a cazarlas durante al menos un año junto a escuadrones de la muerte de la Policía. Pero también tiene problemas con estos escuadrones policiales: luego de trabajar con ellos, los delató ante la Fiscalía General de la Republica. Contó sus secretos,  sus formas de operar y ayudó a una revista digital, a Factum, a  infiltrarse  en sus comunicaciones. Rastreador tiene también problemas con el sistema legal salvadoreño, pues lo que hizo para cazar pandilleros se traduce en una larga lista de delitos.

Rastreador tiene 27 años y hasta hace dos vivía con su familia en un municipio de San Salvador.  Desde que se graduó del instituto nacional de su municipio se dedicó a trabajar. Fue dependiente de una comercial y vendedor por comisión de varios negocios de electrodomésticos. Su trabajo consistía en visitar las colonias, cantones y caseríos, catálogo en mano, y lograr que la gente comprara, casi siempre a crédito, desde una licuadora hasta un juego de comedor.  Así sostenía un hogar formado por su madre y su esposa.

Era un buen vendedor, muy habilidoso con las palabras.

En febrero del 2016, su moto, la que usaba para trabajar, desapareció. Se la llevaron por la noche. Duro golpe para una economía familiar que se basaba, en buena medida, en que esa moto llevara a Rastreador hacia posibles compradores. Entonces compró otra, una motocicleta china marca Freedom modelo Spitzer 200.

Pero en mayo de ese mismo año, un diente de la catarina, el disco que mueve la cadena, se rompió mientras transitaba por la carretera Troncal del Norte. Desde ese momento la vida cambió radicalmente para él y su familia.

Rastreador empujó su moto averiada hacia el taller más cercano, siempre sobre esa carretera. Ahí habló con Julio César Calderón, el encargado del negocio e incluso dejó un adelanto para las reparaciones.

Pasaron varias semanas y no tuvo noticias de su moto, así que fue a visitar nuevamente al encargado del taller. Pero nada. Su moto no había sido reparada.

Visitó el taller nuevamente días después, pero tampoco esa vez estaba lista. Calderón le dijo que no llegara más, que esa moto ya no era suya.  Rastreador rogó un poco, pero fue en vano, el hombre estaba armado. Le dijo: “Acá nosotros todos estamos con el Barrio 18”. Concretamente con la facción Revolucionaria de esa pandilla. No solo querían su moto, la querían legal. Así que le exigieron a Rastreador la tarjeta de circulación.  Rastreador se negó.

Semanas después, Julio César Calderón llegó a casa de Rastreador montado en la Freedom. Con él iba un pandillero del Barrio 18. En la casa solo estaba la madre de Rastreador. Ella trató de engañarlos y les dijo que su hijo había migrado hacia los Estados Unidos, pero no le creyeron. Hicieron sus amenazas y se fueron. La mujer pidió a su hijo que no regresara más a esa casa. En cuestión de semanas, Rastreador había perdido casi todo lo que había ganado trabajando. Vivía en un rancho, donde unos familiares de su mujer, y el poco dinero que llevó se estaba agotando.

Rastreador no era un ciudadano común. Había tenido algunos acercamientos con el mundo criminal. Según datos de la Policía, Rastreador fue detenido en varias ocasiones por diversos delitos menores: una estafa a una mujer en 2016 y una detención por portación ilegal de arma de fuego en el 2015. De hecho, una ficha policial incluso vincula a Rastreador con la MS-13.

Si Rastreador realmente tuvo relaciones con  pandillas, estas no alcanzaron para recuperar su motocicleta.

Fue después de la visita de Calderón a la casa de su madre cuando, desesperado, decidió buscar ayuda en el Estado salvadoreño. Rastreador hizo lo que se supone debe hacer un buen ciudadano: fue a la Policía. Puso una denuncia formal, dio declaraciones muy detalladas y les dijo a los investigadores que podía incluso llevarlos a los lugares donde vivían los pandilleros que le robaron.

Durante varios días, Rastreador fue con los agentes de la PNC, vestido de policía y con gorro pasamontañas, a buscar pandilleros. Fue un buen guía y buscador. Los llevó a los sitios exactos y la Policía pudo capturar al menos a tres pandilleros y algunos colaboradores, incluido Julio César Calderón.  Rastreador cuenta que Elián, un agente de la Dirección de Investigaciones (DIN) del municipio de Apopa, le dijo: “Mirá, me gusta cómo trabajas vos, trabajás bien. ¿No te gustaría trabajar en algo más fino?” Rastreador, sin saber a ciencia cierta qué significaba aquello, les dijo que sí.

Rastreador ubicó entre julio y agosto de 2016 al menos a cuatro pandilleros y contribuyó a encontrar a varios más para los investigadores de la DIN.  No estaba muy seguro si lo que hacía era legal, pero poco importaba. Estaba ayudando a golpear a la pandilla que le robó su vida y la de su familia.

Pasadas tres semanas, nuevamente, el investigador Elián llegó con una propuesta.

-Ey, estamos bien contentos con tu trabajo, nos gusta. Te quisiera presentar a unas personas que hacen un trabajo todavía más fino, ¿te parece?, dijo Elián, según recuerda Rastreador.

Para este policía la fineza del trabajo policial depende del destino de los pandilleros. Arrestarlos es todavía algo muy grueso.

Una tarde calurosa de agosto, Rastreador recibió la llamada de un hombre de voz ronca. Quedaron de verse en el parqueo de un centro comercial de Apopa llamado Pericentro. Ahí, estacionado, estaba un pick up blanco Nissan Frontier año 2016, placas N13669, con los vidrios polarizados. Dentro lo esperaban cuatro hombres con camuflaje azul digital. Tenían una nueva propuesta -muy fina- para él.

Desde ese día hizo varias cosas para este grupo. No solo les ayudaba a encontrar pandilleros, pues conocía cada rincón de su municipio. Si un pandillero no estaba en la casa a la que los había llevado, sabía dónde estaban sus hermanos o su madre. Sabía en cuáles veredas podrían encontrar a los pandilleros fumando un puro de marihuana y dónde la habían comprado. Creció en este municipio y era un experto en él.

Pero Rastreador no solo era bueno encontrando gente. También se volvió un verdadero especialista en buscar perfiles de Facebook.  El método era sencillo: creaba un perfil de mujer, con fotos e historial de publicaciones, y para hacerlo verosímil bajaba de internet fotos de chicas desnudas en secuencia de la página web vk.com, para que pareciera que fueron tomadas en el transcurso de la conversación. La idea era empezar a hablar con los pandilleros, coquetearles, pero hacerse un poco difícil. Una vez establecía un contacto regular con ellos utilizaba las fotografías. Les mandaba una por una hasta calentar la cosa y, entonces, la estocada final. Les preguntaba dónde estaban en ese momento. Los pandilleros esperaban a una chica exuberante y tetona y en su lugar los visitaba Lico, Perry, Shenlong y Mowgli.

Pero Rastreador fue más que eso; fue la conexión en las redes sociales, en específico Whatsapp, del grupo de Lico con decenas de policías que en todo el país se dedican a lo mismo: a ejecutar extrajudicialmente pandilleros.

Las redes del exterminio

Un mensaje de voz llega al chat de WhatsApp.

–Compañeros, me está tirando el 911 que hay siete ratas eliminadas, ¡qué alegría!

Luego llegan otros mensajes en respuesta. Emoticons de aprobación, felicitaciones y frases de regocijo.

Quien envió el mensaje es un policía destacado en la Unidad Antipandillas. Quienes responden son otros policías de bajo rango de distintas divisiones, investigadores policiales y colaboradores civiles cercanos a la institución. No se trata de un chat oficial, no es un chat orgánicamente vinculado a la PNC. Se trata de algo informal entre policías y civiles a los que los une una sola cosa: la convicción de que hay que exterminar pandilleros.

Factum tuvo acceso a dos de estos chats a través del teléfono de Rastreador. Durante casi tres meses, esta revista monitoreó los contenidos que eran subidos diariamente a estos grupos de WhatsApp donde participan al menos 50 personas, entre policías y civiles.  Algunas de estas personas crearon además páginas de Facebook en donde se comparte información de uso policial como escenas de asesinatos, perfiles de supuestos pandilleros, datos personales de familiares de estos e información sobre estructuras de grupos de pandillas. Rastreador, como parte de su colaboración con el grupo de la FES dirigido por Díaz Lico, creó una de estas páginas. Fue a través de su teléfono que esta revista monitoreó diariamente las conversaciones y los contenidos compartidos en estos chats y a su vez pudo relacionar los números telefónicos de estos policías y colaboradores con páginas de Facebook creadas desde estos números de teléfonos.

Estos son algunos de los hallazgos que se encontraron.

3 de junio de 2017. Un policía escribe en el chat la ubicación de un pandillero herido. Dice que un religioso le está dando protección en una iglesia de un municipio de Sonsonate. Los policías están molestos porque el religioso se negó a entregarles al herido. Suben fotos y dicen que es un líder pandillero baleado por policías y que recientemente ha salido de un penal. Otros se quejan de las leyes que no les permiten matarlos de una vez. “Valen verga las leyes”. Otro policía escribe: “Eso pasa por dejar libres a esas ratas”. Otro replica: “Ojalá se muera ese hijo de la gran puta”.

Al final llegan todos a una conclusión casi religiosa. Uno de ellos dice en una nota de voz: “Lo que es de Dios es de Dios, porque una rata de estas ¿qué beneficios podrá dar? La misma palabra dice: árbol que no da fruto debe ser cortado y echado al fuego, ¿y esta rata qué fruto va a dar…?”

El compañero del herido no corrió con tanta suerte. Un equipo de la FES le disparó mientras se conducía en una motocicleta. En las primeras fotos del cadáver, que fueron subidas a uno de estos chats, se ve a un hombre tirado en el piso en un charco de su propia sangre. Entre sus piernas está su motocicleta y a centímetros de su mano derecha una pistola. La versión oficial de la policía es que el hombre aceleraba su moto y disparaba al mismo tiempo. Con la misma mano.

Luego envían bromas y pornografía. Se lanzan guasas y chanzas y pasan a otros temas.

Este chat no solo es usado para intercambiar opiniones sobre la necesidad del exterminio de pandilleros.

A principios de 2017 se compartió un video en el chat. Un hombre de unos 30 años se arrastra malamente por el patio de una delegación policial. Tiene el cuerpo cubierto de tatuajes. “Mara Salvatrucha 13” se lee en su cuerpo. Tiene las piernas muy lesionadas, sus pies están hinchados y lacerados y de su oído sale un hilo de sangre que ya se ha coagulado sobre sus mejillas. Se arrastra con las manos y a su alrededor varios policías se mofan de su mala ventura.

–Así se arrastran siempre las basuras… ¿Ey, te pica el culo, pendejo, que te vas arrastrando?, dice uno de los cinco uniformados que lo rodean. El patio de esta delegación policial es largo y al fondo se escuchan las burlas de los policías.

–Se cayó del segundo piso la ancianita. Se quebró las patas, dicen.

La espalda del pandillero está enrojecida por múltiples bultos. Quien graba el video lo apresura a que se mueva con rapidez. “¡Apurate, pues, pendejo!” El hombre se arrastra hacia una patrulla. En el fondo se escuchan risas.

24 de junio de 2017. Un grupo de la Sección Táctico Operativa (STO) de la PNC reporta haberse enfrentado a pandilleros en el cantón Primavera de Quezaltepeque, municipio de La Libertad. Los policías subieron casi inmediatamente las fotos de los cadáveres a sus chats.

El primer cadáver es el de José Luis Polanco Escalante, de 22 años. Tiene los ojos abiertos, muy abiertos, y las rodillas flexionadas. A centímetros de su brazo izquierdo está una gorra negra y a menos de medio metro su camisa, como si se la hubiese quitado para morir. A centímetros de su mano derecha hay una pistola negra pero el cañón apunta hacia atrás, como si José Luis la hubiera empuñado hacia sí mismo al momento del  supuesto enfrentamiento. Sus asesinos le bajaron el pants hasta dejar al descubierto su pene.

Los policías celebran la muerte de José Luis en uno de los chats y la ocurrencia de dejar el pene al aire.

–Vaya, para Stanley. Él se la hubiera decomisado, dicen los policías, mofándose de uno de los agentes del grupo. Pero este se defiende.

–No. Ahí Gladiador se la hubiera quitado, dice el agente identificado como Stanley.

Gladiador, usando la lógica de que no se rían de uno sino con uno, responde.

–Nombre, a mí me gustan más grandes. Un gran hijueputón ja ja ja ja.

Cerca del cadáver de José Luis yace el de Douglas Ramírez. Junto a él también está su camisa y su gorra.

En su cuenta de Twitter la Fiscalía General de la Republica (FGR) se limitó a reportar “doble homicidio en Cantón Primavera, Quezaltepeque. Intercambio de disparos entre miembros de la pandilla 18 y PNC”.

En los chats, los policías no solo celebran las muertes de los pandilleros. Estos espacios constituyen una forma de organización que facilita el exterminio. Es una especie de sistema de inteligencia informal. También se orientan o llaman la atención cuando las escenas de homicidios en falsos enfrentamientos son mal montadas.

El 29 de junio de 2017, a las 5:59 de la tarde, uno de los miembros del chat envió una foto seguida de varios mensajes de texto. En la imagen se ve a un joven desnudo tirado en medio de un monte espeso. Tiene el pantalón enrollado hasta los pies y los zapatos aún puestos. La foto va seguida de este mensaje: “Se reporta intercambio de disparos entre personal de la DIN Quezaltepeque y pandilleros de la 18R (…) resultó fallecido el sujeto alias El Pedo Triste, reconocido pandillero del sector, quedando un arma de fuego en la escena”.

A este mensaje le sigue otro: “Ése nes ya publico eso y está desnudo mala onda por los del procedimiento” (sic). “Pero hay cuatro camaradas detenidos así me dicen” (Sic). “Compañeros ay q tener cuidado con las fotos seamos listos para montar escenas para q no salga clavoz después” (sic). “Ojala no vaya haber problema ahí” (sic).

Este hecho fue publicado por varias de las páginas que son alimentadas desde este grupo de WhatsApp, incluyendo NES (Noticias El Salvador), administrada por el agente de indicativo Mateo, y Máximo Gladiador SV, administrada por el agende de la STO de indicativo Máximo.

Aunque la Fiscalía no reportó este hecho en su cuenta de Twitter, como usualmente lo hace cuando hay intercambios de disparos entre policías y pandilleros, el Instituto de Medicina Legal (IML) sí reportó el levantamiento de un cuerpo ese día. La víctima, según datos del IML, era un joven de sexo masculino de 17 años de edad. El levantamiento fue realizado a las 6:15 de la tarde en una hacienda de Quezaltepeque.

Además, cuando un pandillero sale en libertad de un penal, algunos policías le toman fotografías y las envía a sus colegas junto con la dirección o la ruta de buses que la persona tomó después de cumplir su sentencia.

El 29 de mayo a las 10 de la noche llegó un mensaje a uno de los dos chats policiales a los que Factum tuvo acceso. El mensaje lo enviaba uno de los integrantes con número de teléfono de terminación 9363.

“Compas hay va esta rata saliendo del penal de chalate” (sic). “Buzos, es de la colonia 10 de octubre san marcos” (sic). “De la Clica octubres locos” (sic). “De nombre Abel Antonio Ángel Valladares” (sic). “Alias Spay” (sic).

Seguido de estos mensajes manda seis fotos de detalle de los tatuajes de un pandillero que posa con las manos en la nuca. Después, otro mensaje más escueto y directo: “Gas urgente”. En El Salvador, la expresión “dar gas” a alguien es utilizada popularmente para decir “darle muerte”.

Esta red también es útil para conseguir armas. Al menos en tres ocasiones, los policías hicieron negocios de compra, venta y remodelación de armas de fuego. En uno de los chats, incluso se hablaba de un taller para modificar armas y hacerlas “a la carta”.

Esta red informal cobra mejor forma cuando pasa de WhatsApp a Facebook. En esta última red social algunos agentes y colaboradores señalados en esta investigación crearon las páginas: Resumen El Salvador, que es administrada por el agente de indicativo Stanley, con el número de teléfono de terminación 9793; Diario Leo SV, que es administrado por la persona conocida como Roro o Leo, con el número de teléfono de terminación 4622; Héroe Azul Verdadero, que es administrada por un agente de la DCI, con indicativo Felipe, con el número de teléfono de terminación 5709; y Máximo Gladiador SV, que es administrada por el agente de indicativo Máximo, de la Sección Táctico Operativa (STO), con el número de teléfono de terminación 9403.

De otro de los chats a los que esta revista tuvo acceso se alimentan las páginas NES Noticias El Salvador, administrada por el agente policial de indicativo Mateo, con número de teléfono con terminación 8910; Hechos Informativos SV, administrada por el agente de indicativo Siniestro, con el número de teléfono de terminación 0573; e Informador Periódico Digital, administrada por un civil del cual no se sabe el nombre, pero porta el número de teléfono de terminación 9364.

Todos ellos participan de forma activa en los chats, de donde sale casi toda la información hacia las páginas.

El agente de indicativo Máximo, quien administra la página Máximo Gladiador SV, aceptó hablar con Factum. En esta página se han subido decenas de imágenes de supuestos pandilleros muertos con el mensaje “rata eliminada”. O fotos de personas de quienes se dice que son familiares de pandilleros con un evidente propósito de exponerlos.

–Las publicaciones de su sitio demuestran una clara apología al exterminio de pandilleros. ¿Por qué?, le preguntó Factum.

–No es una apología, sino que, normalmente, cuando existe un enfrentamiento se publica lo legal que es, ¿verdad? Digamos que si dos pandilleros fallecieron en el enfrentamiento es así. Ahora talvez se puede ocupar la palabra, por decirle, rata, pero es algo normal, verdad, que se tomen así ese tipo de personas antisociales. Pero a eso no queremos darle a… por decirle… a ningún grupo de exterminio en ningún momento, verdad, dijo Máximo.

Estas páginas tienen además una misión muy importante para los exterminadores. Les permite recoger denuncias e inteligencia proveniente de las comunidades. Y algo más. Dinero.

A principios de enero de 2017, Rastreador creó su propia página de Facebook: Grupo de Exterminio de Pandilleros El Salvador. Esta, según él mismo lo explica, serviría para publicar información policial de las actividades del grupo de la FES comandado por Díaz Lico y de otros policías que compartían información en los grupos de WhatsApp. De esta forma, al ganar seguidores, podrían obtener denuncias o información de ciudadanos que les ayudaran a ubicar pandilleros.

Al poco tiempo de haber sido creada, la página administrada por Rastreador recibió algunas denuncias de personas que le dieron información de pandilleros, otras pedían ayuda, y otras buscaban contratar los servicios de sicarios. En una ocasión una mujer escribió con un ofrecimiento.

–Yo busque a la página Grupo de Exterminio de Pandilleros El Salvador, les dije que les podía colaborar para que limpiaran la zona donde vive mi familia. Me respondieron, me dijeron que me agradecían mucho, que los policías estaban pasando una mala situación y que tenían salarios muy bajos. Así que les empecé a mandar dinero. Pero no era mucho, unos cincuenta dólares una vez, unos cien la siguiente, y así. Para que comieran algo.

La que habla es una mujer que vive desde hace más de cinco años en los Estados Unidos y ayudó, durante varios meses, enviando dinero al grupo dirigido por Díaz Lico para exterminar pandilleros de la zona norte de San Salvador. Factum logró hablar con ella.

Según dijo, ella cree que apoyando a los grupos de exterminio contribuye a que El Salvador, y concretamente el municipio donde vive su familia, sea más seguro.

Fuentes de la Fiscalía confirmaron a Factum que hasta el momento no se tienen investigaciones abiertas sobre estas páginas.

Los videos en estas páginas son explícitos y numerosos: un chico que se arrastra semidesnudo por un camino de tierra mientras un policía lo obliga a cantar; una chica forzada a hacer sentadillas mientras sostiene una enorme piedra sobre su cabeza; dos chicos arrodillados dentro de una delegación policial siendo mordidos por un perro y electrocutados por uniformados; cuatro chicos forzados a acostarse en un hormiguero; un pandillero recibiendo las  patadas de un policía  en el estómago y las costillas mientras está esposado y en el suelo; un policía élite torturando con un cuchillo a un pandillero esposado, y una larga lista de manifestaciones de la brutalidad. No es difícil encontrar información como esta. Basta con buscar en Google con el reactivo “policía salvadoreña torturando pandilleros”.

Estas puestas en público del exterminio y la tortura de pandilleros han sido exitosas, tanto recopilando información como obteniendo recursos, y esto ha sido posible gracias al inmenso apoyo de la población salvadoreña. Solo la página de Facebook Héroe Azul tiene más de cincuenta mil seguidores. El Salvador apoya el exterminio, al menos en su versión digital. 

Un agente policial vigila un pasaje en la Comunidad La Selva en Ilopango, San Salvador, y a sus espaldas se leen los nombres de los pandilleros que han muerto en este sector controlado por la Mara Salvatrucha.
Foto FACTUM/Salvador MELENDEZ

“Bichas putas, de darle cuca a los homeboys vienen”

A principios de marzo del 2017, el grupo de la FES liderado por el cabo Díaz Lico llegó al cerro de Juan Zamora, en Aguilares, en el lindero norte de San Salvador. Los policías buscaban a un pandillero del Barrio 18 que vendía droga. Habían recibido información de que se escondía en una casa de aquel cerro y llegaron en su pick up Nissan Frontier blanco acompañados por Rastreador.

Para llegar al cerro de Juan Zamora hay que dejar el camino pavimentado y adentrarse un par de kilómetros por un camino angosto de tierra y piedras sueltas. Luego de pasar por el casco de la hacienda se toma un sendero todavía más estrecho hasta llegar a un llano. Ahí está la casa donde Lico, Perry, Shenlong, Mowgli y Rastreador llegaron aquella tarde.

Para entrar a la casa, la FES no necesitó ninguna orden de allanamiento, tenía sus armas. Los policías entraron gritando y botando cosas. Los inquilinos, amenazados por los fusiles de los agentes, se limitaron a ver cómo estos ponían su casa patas arriba.

Ese día, los agentes del grupo de Díaz Lico no encontraron ni al pandillero, ni su droga, ni sus armas; ni siquiera pruebas de que en realidad viviera en esa casa. Se pusieron furiosos. Sobre todo Perry y Shenlong, según recuerda Rastreador.

En un monte cercano a aquella casa, dos niñas de 13 y 14 años cortaban jocotes. Ignoraban la presencia de los policías. Los árboles en ese cerro, si bien tienen dueño, son pepenados por la gente de los alrededores sin causar mayor problema. Las niñas llenaron sus bolsas de jocotes e iniciaron su camino de vuelta a sus casas, pero a su paso se encontraron con la FES.

–Ajá, bichas putas, de regalarle cuca (vagina) a los homeboys (pandilleros) vienen, ¿veá, putas? ¿Dónde andan la droga?, dijo Perry.

En el patio de la casa, cerca de un portón de madera, hay un pequeño tanque de agua con tres láminas viejas y oxidadas enfrente. Estas hacen las veces de ducha improvisada. Las latas sirvieron algún día para cubrir apenas el torso de quienes se bañaban ahí, pero se nota que quedó en desuso hace mucho tiempo.

Las niñas, que vestían aquella tarde cada una un pequeño short y camisas ajustadas, dijeron que ellas no andaban droga, y para demostrarlo abrieron una pequeña cartera que llevaban consigo. Pero a Shenlong y a Perry no les bastó esa prueba.

–Bichas putas, ¡ustedes son ratas, son ratas!, les gritaban los policías. Entonces las llevaron hasta la ducha improvisada.

Shenlong metió a la niña de 13 años al recuadro de láminas y le pidió que se quitara la camisa. La niña dijo que no, pero ante su respuesta el enorme policía la golpeó varias veces en la frente con la punta de su fusil. Ella, llorando, suplicaba que no la mataran. Pero ante las súplicas a Shenlong se le ocurrió hacerle más daño.

–¡Quitate la ropa!, pues, hija de puta ¿o querés que te mate?  Ahí andás la droga– le dijo Shenlong a la menor de las chicas. Y le metió la punta del fusil en la boca para que esta lo lamiera.

La niña se fue quitando poco a poco la ropa ante la mirada y las amenazas a muerte del policía.

–Te voy a revisar, ¿ahí abajo andás la droga vea?, dijo Shenlong.

La niña se quitó el short con lágrimas en los ojos, mientras el policía le introducía los dedos en su vagina.

Al otro lado de la lámina, Perry hacia lo mismo con la otra niña de 14 años.

–Ve qué flojas están estas bichas putas. Bien guangas (flojas) están, se decían entre risas los agentes, ante la mirada de Lico, Mowgli y Rastreador. Y ante la mirada, también, de los vecinos.

Casi 20 minutos después, las dejaron ir, vejadas, llorando y amenazadas.

Ese día el grupo tres de la FES no logró cazar a ningún pandillero. Tampoco consiguió la droga ni las armas que buscaba. Tampoco obtuvo ninguna información relevante para el combate del crimen. La FES, igual que lo hicieron años atrás los cuerpos de seguridad del Estado, no tuvo reparo en hacerle esto a dos niñas. Lo hicieron ante la mirada de varias personas.

Este es el lugar donde miembros de la FES, agredieron sexualmente a dos menores de edad, en marzo de 2017. Foto FACTUM/Bryan Avelar

El final de El Eclipse

El 3 de marzo de 2017, Lico, el líder del equipo, aseguró tener información sobre el lugar donde se escondía un pandillero de alias El Eclipse, miembro de la clica City Paraísos Locos Salvatrucha, de la Mara Salvatrucha 13. El nombre de este sujeto era en realidad Samuel Antonio Avelar Carpio, de 26 años, quien estaba junto a otro pandillero a quien las autoridades no han logrado identificar.  Alrededor de la 1 de tarde, Rastreador, junto al equipo de Lico, se dirigió hacía el Distrito Italia, un complejo habitacional en Tonacatepeque, al nororiente de San Salvador, construido por la cooperación italiana para gente de escasos recursos.  Ahí, en la manzana 55, en el segundo pasaje, Samuel Avelar descansaba después de comer su almuerzo cuando el equipo de la FES entró a su casa.

La testigo 1 llegó corriendo a las 2:00 p. m. al pasaje donde vivía El Eclipse, llevando consigo a su hija de pocos años.  Un policía recio con camuflaje azul digital la enfrentó.

–¿Qué buscás aquí? Andate a la mierda mejor. Andá a ver qué putas le das de hartar a esa tu niña– le dijo el robusto policía.

La testigo 1 conocía a Samuel desde hacía muchos años. Ella sabía que estaba dentro de la casa en la que habían entrado los policías y desde la que salía un grito desesperado: “¡Ayuda, me van a matar!”

Ella llegó hasta ese pasaje porque vio un pick up blanco Nissan Frontier pasar a toda velocidad por la calle principal rumbo a la manzana 55. Aunque el pick up no tenía ningún distintivo policial, ella sabía que eran policías.

Testigo 1 corrió a toda prisa, lo más rápido que pudo, pero no lo suficiente para alertar a tiempo al pandillero. A las 2:15 p. m. escuchó el sonido de una ráfaga salir del interior de la casa y luego varios tiros sueltos. Testigo 1 salió de ahí con su hija en brazos, ahuyentada por las amenazas del policía que custodiaba la casa, con la esperanza de que no fuera El Eclipse quien hubiese recibido aquella ráfaga.

Testigo 2 escuchó el grito “¡ayuda, me van a matar!” alrededor de las 2:10 p.m. Según cuenta, aproximadamente a las 2:00 p. m., vio a dos policías entrar por la fuerza a la vivienda donde estaba El Eclipse y su compañero. Los policías tenían camuflaje azul digital y fusiles automáticos. El primero en entrar era un hombre alto y fibroso. El segundo era más robusto y bajo.

Alrededor de las 2:15 p.m., testigo 2 escuchó una ráfaga y luego varios tiros sueltos.

Testigo 1 dice que, cuando salió del pasaje hacia su casa, vio el pick up blanco Nissan Frontier estacionado frente a la entrada de los pasajes, y dentro de este un hombre sin uniforme y cubierto con un gorro pasamontañas.

Otros testigos, incluidos líderes religiosos y vecinos de esa comunidad, confirman los hechos.

Rastreador dice que ese día se quedó en el carro mientras el grupo entraba en la casa de El Eclipse. Dice que quienes entraron a matar fueron Shenlong y PerryLico se quedó fuera junto a Mowgli, dando seguridad perimetral. Él aguardó dentro del pick up, con un pasamontaña sobre la cabeza.

Los testigos consultados por Factum en este caso señalan que El Eclipse y su compañero sí eran pandilleros de la MS-13, sí estaban en esa casa, sí estaban escondidos y sí tenían armas. Sin embargo, los testigos también señalan que los pandilleros, al ver entrar a los policías, se rindieron.

Aquella tarde del 3 de marzo de 2017, la FES no iba a capturar pandilleros. Iba a matarlos.

A El Eclipse, la FES le dio ocho disparos. Uno en el pecho y siete por la espalda. La autopsia a la que Factum tuvo acceso describe que el tiro que impactó en el pecho salió por la espalda, lo cual, según el mismo documento, indica una trayectoria “de adelante hacia atrás”.

Los siete disparos que recibió El Eclipse por la espalda, según la autopsia, entraron por la región dorsolumbar izquierda. De estos, dos salieron por el hipocondrio derecho (zona cercana al hígado), y los otros cinco, por las zonas infraescapular derecha y fosa renal derecha. Todos estos disparos, según el documento, describen una trayectoria “de izquierda a derecha” respecto al cuerpo de la víctima.

En el caso del otro pandillero, a quien ni la pandilla que lo acogió en el Distrito Italia ni las autoridades de Medicina Legal lograron reconocer, recibió cuatro disparos de la FES. Los primeros dos descritos en la autopsia le entraron por la cara externa del brazo izquierdo, uno por delante y otro por detrás. Ambos tiros describen una trayectoria de izquierda a derecha y, según el documento, atravesaron todo el torso del pandillero hasta salir por la zona axilar derecha y reentraron por la cara interna del brazo derecho hasta salir por la cara externa del mismo.

Otro tiro le entró por la zona iliaca izquierda (zona inferior izquierda del torso) y salió por el hipocondrio derecho. La trayectoria de este proyectil, según la autopsia, describe un camino “de abajo hacia arriba, de izquierda a derecha”.

Y el último tiro descrito por la autopsia entró por la zona lumbar izquierda (espalda) y salió con “trayectoria intracorpórea de delante hacia atrás, de derecha a izquierda” por la zona del hipocondrio derecho.

Rastreador cuenta que luego de asesinar a El Eclipse, Lico llamó por radio pidiendo refuerzos. Los testigos de la comunidad cuentan que después de los últimos tiros llegaron decenas de policías y militares a apoyar al grupo de Lico en un enfrentamiento que no ocurrió contra unos pandilleros que ya estaban muertos.

Un caso que avanza a cuestas en la Fiscalía General

Una tarde, a principios de mayo de 2017, Rastreador llegó a la Fiscalía diciendo palabras muy extrañas, pidiendo algo que solo alguien desesperado podría pedir. Llegó rogando, suplicando, que lo metieran preso, que lo encerraran en una bartolina, que lo convirtieran en un testigo criteriado.

Rastreador pedía esto sabiendo que, en El Salvador, ser un criteriado y estar encerrado en una casa de seguridad es vivir a medias, vivir en un lugar reducido, sucio y junto a otros criminales que el Estado perdona a cambio de confesar sus delitos y entregar a sus cómplices. Pero la petición solo podía venir de alguien que está en el límite, como él.

Luego de estar en varias misiones ubicando pandilleros y tras haberse ganado la confianza de los policías hasta llegar a sus círculos más íntimos, Rastreador decidió hablar con la Fiscalía y con Factum. A finales de abril de 2017, decidió ya no colaborar más con el grupo de Díaz Lico y contar todo lo que había hecho, visto y oído.

Poco antes de hablar con este medio, Rastreador buscó al Estado. Llegó a las oficinas de la Fiscalía y contó que él había sido miembro de un grupo de la Policía que se dedica a ejecutar, robar y extorsionar. Pero no lo tomaron en serio. Más bien, cuenta que lo humillaron y que lo llamaron “rata”, para luego darle la espalda.

Pero Rastreador fue insistente. Siguió buscando a la Fiscalía hasta que, por fin, lo escucharon.

Una fiscal de la Unidad Especializada contra el Crimen Organizado le tomó, durante varias semanas, declaraciones sobre lo que sabía. Casi dos meses después de iniciar su proceso, la Fiscalía le ofreció convertirlo en testigo protegido. Pero el proceso avanzó despacio, con una lentitud burocrática. Dos meses después de su primera declaración, la Fiscalía por fin le presentó a dos policías de la Unidad Especializada contra el Crimen Organizado (DECO) de la PNC, para que trabajaran en el caso, quienes luego fueron sustituidos por otros policías.

Durante las primeras semanas de investigación, los agentes de la DECO asignados al caso no se encargaron de preguntarle a Rastreador sobre los policías y sus crímenes, sino sobre pandilleros. Los agentes le escribían y lo llamaban constantemente para preguntarle sobre pandilleros de la zona norte de San Salvador, sobre dónde ubicarlos y otros datos relevantes para su búsqueda.

Durante un buen tiempo de la investigación, la Fiscalía no centró su atención en investigar a los policías, sino en cuestionar a Rastreador sobre su comunicación con Factum. La fiscal del caso dedicó buen rato de varias entrevistas para hablar de periodistas y de organizaciones de derechos humanos a los que Rastreador contactó.

Por cuatro meses, la Fiscalía abandonó en la calle a su principal testigo sobre un caso de grupos de exterminio dentro de la Policía. Rastreador durmió en parques, en plazas, en iglesias, en moteles baratos, abandonado a su suerte.

Tras cuatro meses de insistencia, finalmente la Fiscalía accedió a encerrarlo en una casa de seguridad, en medio de un territorio controlado por pandillas, junto a otros testigos criteriados.

Si quiere recuperar a su familiar, busque al Grupo de Exterminio

El 16 de enero de 2017, la víctima con nombre clave 385 buscó la página de Facebook Grupo de Exterminio. En ella vio la foto de un familiar suyo. De inmediato se contactó con el administrador de la página para pedir que lo devolvieran. La respuesta que recibió por el chat fue que, si quería que su familiar permaneciera con vida, debía pagar 600 dólares, según consta en un expediente judicial de un juzgado al oriente del país al que Factum accedió.

La página a la que se contactó la víctima 385 era administrada por Rastreador y servía como fuente de información al grupo de la FES dirigido por Díaz Lico.

Según el relato de Rastreador, aquel grupo realizó un operativo en el oriente del país y en él capturaron a un pandillero que extorsionaba a un comerciante. Durante el allanamiento, uno de los miembros del grupo de la FES le dijo a una chica que estaba en la casa que si quería recuperar a su familiar debía contactarlos por medio de la página Grupo de Exterminio de Pandilleros El Salvador.

Rastreador asegura que Lico le dijo que debía exigirle 600 dólares a 385 y que le prometiera que le devolverían vivo a su familiar. Sin embargo, el líder del grupo de la FES no tenía la intención de entregar a aquel joven detenido.

El joven nunca regresó con su familia, a pesar de que los 600 dólares fueron entregados a la cuenta bancaria de la mujer de Rastreador, según consta en el documento fiscal. Ahora ella está presa por el delito de extorsión en grado de coautora. Según Rastreador, ella nunca participó este hecho. Él, en cambio, sí.

Factum llamó a los teléfonos personales de los agentes de indicativos Perry, Shenlong, Mowgli y Díaz Lico. De estos, solo el último contestó. Aunque al principio contestó de manera afirmativa a su nombre como a su cargo dentro de la FES, al escuchar los señalamientos sobre homicidios, abusos sexuales y extorsión en que está involucrado él y su equipo, negó tener conocimiento de los hechos, negó ser policía. Negó ser Díaz Lico.

Entre el 1.° de enero y el 21 de agosto de este año, la Policía salvadoreña ha matado a 293 pandilleros en 346 supuestos enfrentamientos armados.