Honduras elige y espera el conteo más complicado de su historia

Con la posibilidad de una reelección inédita desde el regreso de la democracia, Honduras se prepara para unos comicios presidenciales envueltos en denuncias de fraude y nula credibilidad de su tribunal electoral. El presidente Juan Orlando Hernández tiene como principal contendiente a un popular presentador de televisión que ha narrado mundiales y concursos de belleza. 

Foto FACTUM/César Castro Fagoaga


Cuando está en su faceta de candidato presidencial, Salvador Nasralla viste elegantes y entallados trajes de dos piezas. El tupé arreglado. Y un tono pausado, con excelente dicción, fruto de 30 años en la televisión hondureña. La parsimonia solo se rompe cuando Nasralla, el candidato de la Alianza Opositora, habla del tribunal electoral, de la campaña del Partido Nacional y de su rival en las elecciones: el presidente Juan Orlando Hernández.

Entonces Nasralla luce vívido, se exalta y eleva la voz, justo como lo hace cuando narra un gol de la selección de fútbol, cuando presenta a la candidata a miss universo o cuando premia con 1,500 lempiras –poco más de $60- a una estudiante que acertó el nombre de una telenovela. Entonces es el señor de la televisión que quiere ser presidente.

No es la primera vez que Nasralla, un ingeniero civil que decidió dedicarse a la locución televisiva, es candidato presidencial. No es la primera vez, tampoco, que competirá contra Hernández. En 2013, entonces con el Partido Anticorrupción, Nasralla terminó cuarto, detrás de Hernández; Xiomara Castro, la esposa del expresidente Manuel Zelaya, y de Mauricio Villeda, del ahora irrelevante Partido Liberal.

Es la primera vez, sin embargo, que Nasralla tiene alguna posibilidad de llegar a la presidencia. Las encuestas lo sitúan segundo en las preferencias, detrás de Hernández, el presidente que sorteó las trabas legales –Constitución incluida- para aspirar a la reelección este 26 de noviembre.

La popularidad de Nasralla, forjada por sus décadas como comentarista deportivo y presentador de un programa de concursos (X-O da dinero), fue revitalizada después de su alianza con Manuel Mel Zelaya, el expresidente hondureño depuesto en el golpe de Estado de 2009.

La Alianza Opositora, formada por los partidos Libertad y Refundación (Libre), creado por Zelaya después del golpe, y el Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (Pinu-SD), ratificó a Nasralla como candidato en mayo de 2017. La idea, según me confió Zelaya en una entrevista en noviembre de 2016, “era buscar alianzas populares”. Nasralla, el presentador de 64 años, fue la mejor carta para enfrentar al presidente Hernández, a quien los medios y las redes sociales nombran con las iniciales de su nombre: JOH.

“No se puede comparar el trabajo histriónico al que me obliga un programa como X-0 te da dinero al trabajo serio, y con conocimiento, que voy a desarrollar en la presidencia de la República”, dijo Nasralla, a mediados de noviembre, en una entrevista televisiva. Durante la campaña, la pregunta sobre su formación ha sido recurrente. El candidato incluso mostró a las cámaras, en otra entrevista, sus títulos de ingeniero civil de la Universidad Católica de Chile.

Cuando lo conocí en un hotel de Tegucigalpa, a finales de junio de 2017, Nasralla me aseguró que su trabajo en medios le permitía entender que, en realidad, la gente lo prefería a él por sobre JOH, pero que el presidente tenía mejor prensa.

–Yo trabajo en medios desde hace cincuenta años. Por cierto, fui uno de los maestros de Tony Saca en periodismo deportivo, que luego llegó a ser presidente de la República en tu país.

–¿Sabe que está detenido?

–Sí, sabía que estaba detenido. Yo lo conocí flaquito, cuando tenía un par de radios, en 1985. Lo que te quiero decir es que… las informaciones que sacan los medios de comunicación, a los cuales conozco bien, y que tienen negocios con el gobierno, llegan a un acuerdo con el gobierno para irradiar información. Todo eso influye para que el gobierno tenga buena prensa.

Plaza central de Tegucigalpa, Honduras. Foto FACTUM/César Castro Fagoaga

A los ojos de los medios tradicionales, Nasralla es uno de los dos candidatos con más posibilidades para plantar cara a JOH. El otro es Luis Zelaya, el exrector universitario que corre bajo la bandera del Partido Liberal. Hasta 2009, Honduras había transitado la senda del bipartidismo para ocupar la presidencia: ganaban Liberales –Mel Zelaya lo era- o Nacionalistas.

Pero la reconfiguración política tras el golpe de 2009, y la aparición de Libre, con su candidata Xiomara Castro de Zelaya para las presidenciales de 2013, supuso que el Partido Liberal fuera relegado a un tercer lugar.

Ese mismo panorama se presenta para las elecciones generales del 26 de noviembre, con el Partido Nacional y la Alianza Opositora a la cabeza, el Partido Liberal rezagado, y luego los seis restantes candidatos. Una sola mujer abogada, un arquitecto de 30 años, un líder campesino, un profesor, otro ingeniero civil y un general retirado, estrella del golpe de 2009.

Poco más de seis millones de hondureños forman un padrón que podrá marcar kilométricas papeletas para escoger al próximo presidente, los tres delegados presidenciales, los 128 diputados del Congreso Nacional (más los 128 suplentes), los 20 diputados al Parlamento Centroamericano (y sus suplentes) y 298 alcaldes y sus concejales.

El camino a la reelección

Juan Orlando Hernández, abogado de 49 años, fue envestido presidente en enero de 2014. Expresidente del Congreso Nacional y miembro del Partido Nacional, JOH busca su segundo periodo consecutivo como presidente de Honduras, algo inédito desde la vigencia de la Constitución de 1982.

Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras. Foto FACTUM/Brookings Institution (Flickr)

La Constitución, de hecho, prohíbe la reelección en Honduras. El artículo 4 dice textualmente en el inciso segundo: “La alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la Republica es obligatoria”.  Y más claro en el 239: “El ciudadano que haya desempeñado el Poder Ejecutivo no podrá ser presidente o vicepresidente de la República”.

La prohibición no detuvo a JOH. Una resolución de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia le abrió la puerta, en abril de 2015, para obviar la Constitución redactada en 1982: los magistrados de la Sala, que llegaron a suplir a los cuatro que fueron removidos con votos del Partido Nacional –el mismo de Hernández-, decidieron declarar inaplicable el artículo 239. La razón, según el fallo, fue que el artículo restringía y disminuía los derechos de los expresidentes.

Las solicitudes de inconstitucionalidad contra el 239 fueron presentadas por un grupo de diputados del Partido Nacional y por el expresidente Rafael Callejas (1990-1994). Cuando presentó el escrito, Callejas aseguró que lo hacía para intentar volver a Casa Presidencial. Pero Callejas nunca buscó la presidencia. Solo JOH.

La reelección es un tema conflictivo en Honduras. Desconcertante, para quien lo observa desde afuera. En 2009, el entonces presidente Zelaya fue depuesto por buscar una consulta popular encaminada a reformar la Constitución. En el centro de la propuesta estaba la posible reforma constitucional que permitiera la reelección.

Alentados por su cercanía con el gobierno de Hugo Chávez, los militares hondureños, junto con los principales gendarmes de los partidos Nacional y Liberal (ahora sabemos que también apoyados por Estados Unidos), sacaron por la fuerza a Zelaya, seis meses antes de que terminara su periodo presidencial.

Uno de los principales actores del golpe, que sumió a Honduras en una ola de conflictividad social de la que aún no se repone, fue el general Romeo Vásquez Velásquez.

Vásquez es, por segunda elección consecutiva, candidato a la presidencia. Esta vez tampoco parece que vaya a ganar. Su partido, que fundó después de retirarse, se llama Alianza Patriótica.  En noviembre de 2016, un año antes de las elecciones, lo visité en su casa, en las afueras de Tegucigalpa. La posibilidad de la reelección ya había sido aprobada por la Sala de lo Constitucional. Y el general Vásquez estaba molesto.

–Otra de las posibilidades que se puede presentar es que la Fuerza Armada tenga que cumplir con su misión constitucional de velar por el imperio de la Constitución, que es la (posibilidad) que menos se debe buscar…

–¿Eso justificaría un golpe de Estado, general?

–Bueno, así lo llaman los mismos políticos, así lo interpretarían, pero la misión de la Fuerza Armada es velar por el imperio de la Constitución.

Esta vez, La Fuerza Armada, plegada a JOH, no se levantó como vaticinó el general golpista.

El general Romeo Vásquez, en su casa de Tegucigalpa.  Foto FACTUM/César Castro Fagoaga

Con una presidencia marcada por la militarización de la seguridad, que ha conseguido reducir los homicidios pero no la impunidad en uno de los países más violentos del mundo, y una pobreza galopante, JOH enfrenta su segunda campaña con la promesa de tener una “seguridad de primer mundo” y la “generación masiva de empleos”.

Sus programas estrellas, las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (las zedes), Vida Mejor y la militarización de la seguridad, han sido criticados por la oposición por considerar que el gobierno de Hernández entregará grandes zonas del país a empresas privadas, locales y extranjeras; por masificar el asistencialismo como principal política pública; y por la constante violación de derechos humanos, especialmente contra los activistas ambientales.

Hablar con el presidente Hernández, aun en campaña, no es sencillo. Las solicitudes de entrevista que recibió Hilda Hernández, su hermana, hasta este año ministra de Comunicaciones del gobierno, quedaron en visto, con dobles cheques azules.

Marvin Ponce, exvicepresidente del Congreso por el Partido Unificación Democrática, es un líder izquierdista reconvertido en asesor del presidente Hernández. Famoso por su apoyo a Mel Zelaya después del golpe de Estado –y luego por haber reventado un vaso de vidrio, durante una entrevista televisiva, a un panelista que le llamó mercenario-, Ponce es un fiel creyente de la figura mesiánica de JOH.

“Es que tiene huevos y este país está jodido”, me dijo Ponce en un centro comercial cercano a la catedral de Tegucigalpa, mientras tomábamos café en vasos plásticos. “El presidente Juan Orlando es el que más ha tenido apología del odio en la historia de Honduras, pero nadie cuestiona la política de seguridad y la económica. El presidente está haciendo lo que otros no hicieron”.

La oposición aceptará solo un resultado

Presidido por David Matamoros, del Partido Nacional, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) está en el ojo del huracán desde que aceptó la inscripción como candidato del presidente Hernández. Esa crítica, y la acusación de responder al poder ejecutivo –misma que comparte el Congreso y la Corte Suprema- es lo que verdaderamente unifica a la oposición: nadie confía en el TSE.

Nasralla, en primer plano, junto con el expresidente Manuel Zelaya y su esposa, Xiomara Castro, excandidata presidencial en 2013. Foto FACTUM/César Castro Fagoaga

“Nosotros solo confiamos en lo que realmente es confiable, que es la fuerza política del poder para buscar soluciones en Honduras. No hay garantías, ninguna, más que el pueblo pueda ir a las urnas y derrotarlo (a JOH)”, dice el expresidente Zelaya.

A la desconfianza del TSE se suman las múltiples denuncias de fraude contra el Partido Nacional. Un día antes de las elecciones, el periódico inglés The Economist publicó un artículo titulado ¿El partido gobernante en Honduras está arreglando una elección? La nota señala que The Economist obtuvo una grabación donde se escucha a militantes del Partido Nacional preparando un Plan B, una estrategia que supuestamente se usará en las mesas de conteos de votos para garantizar el triunfo de Hernández.

El fantasma del fraude se pasea entre la oposición hondureña desde que la candidatura de JOH quedó firme. ¿Entonces para qué participar?, le pregunté a Nasralla.

“Porque no hay otra salida para poderle dar al pueblo un mejor futuro. El pueblo está totalmente fregado… Me veo obligado a representar al pueblo porque soy una carta ganadora”, respondió el candidato, que ha basado su campaña en asegurar que no será corrupto y que él, al igual que Zelaya, buscará una consulta popular para reformar la Constitución.

Nasralla, confiado en su triunfo, ha dicho que un resultado diferente a la victoria no será aceptado por la Alianza Opositora.

Honduras se prepara para su noche de conteos más larga.

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