¿El santo grial del sexo?

La semana pasada publiqué Fingir o no fingir. He ahí el orgasmo  para retarlos un poco a hablar sobre si posible saber cuándo un orgasmo es fingido, sobre trucos para hacerlo (que tampoco es una invitación, ¿eh?) , algunos estudios al respecto, mitos sobre quién finge más, si hombres o mujeres, y algunas razones por las que se termina fingiendo ese placer escurridizo.

Luego de eso finalicé con la pregunta: ¿Qué pasa si no hay orgasmos?

Hoy respondo con otra pregunta: ¿por qué debe haber una meta? Habiendo tantas cosas para disfrutar entre dos, sobre todo si la pareja lleva un buen tiempo estable y andan buscando carburante para evadir la rutina, ¿quién dice que el orgasmo es el santo grial del sexo?

Calma, calma. Por supuesto que sí importa. Pero me refiero a que el momento no sea solo sobre lograrlo o no. O al menos no todas las veces.

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Ya sabemos de todo lo que depende un orgasmo: tiempo, auto conocimiento, hormonas, alimentación, condición física, presencia de alguna enfermedad, concentración, imaginación, conexión con el otro, improvisación… Con todo eso, ¡¿de dónde sacamos que el clímax es un indicativo de éxito?!

Este año 2014 tuvimos presencia de varios fenómenos astrales. Hubo lunas rojas, eclipse parcial de sol, lluvia de meteoritos, nubes iridiscentes; la posibilidad de verlos depende, casi siempre, de la condición nubosa, de tener o no lentes especiales, y esta de la latitud de la Tierra en la que uno esté. Todo eso me recordaba a esos momento de pareja donde deben conjugarse varias condiciones para que ocurra lo que queremos. Algunas dependerán de nosotros y otras simplemente de la vida misma:

-Momento y lugar: Aprendan a redescubrir su casa, los muebles; cada rincón es un lugar nuevo. Hagan un ‘Safari-sex’ en algún pueblo cercano. Contribuyan al turismo interno y de paso van abriendo ventanas de novedad en la relación.

-Juego previo: Sí, hombres, el juego previo importa; supérenlo. A veces en mayor porcentaje que lo demás. Y eso incluye manos, lengua, labios, palabras y lo que se les ocurra en el momento. Si ambos lo disfrutan, bienvenido sea.

-Novedades: Queden de verse en algún bar y finjan no conocerse. Si van juntos al mercado, tengan una plática de recién conocidos que se gustan. Manden al otro mensajes de texto con lo que no se atreverían a decir de frente o en la cama. Los juegos de roles en la habitación son una maravilla. Incluyan comida, juguetes o disfraces. ¡Inventen!

-Saber que están ahí los dos: A menos que alguien diga “yo me encargo, solo disfruta”, ninguno tiene prioridad. Sepan que esos momentos juntos también van construyendo la relación y no solo son el final de una calentura. Las cosas de cama se hablan, se piden, se resuelven entre dos. La cama es más democrática que la justicia.

-Saber pedir y saber parar: A muchas mujeres les dará un poco de vergüenza pedir lo que les gusta en la sección de amor y sábanas. Pues hay que hacerlo. Cada persona encontrará su forma de decirlo. Lo que no puede pasar es seguir teniendo encuentros sin disfrutarlos.

Y tampoco hay problema en hacer pausa o posponer el encuentro. Si el cuerpo, mente o corazón no están donde deberían, está bien decirlo.

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-Disfrutar: Un amigo me preguntaba si terminar al mismo tiempo era posible o era un mito. Él lo pensaba tanto como un deber, que se bloqueaba y dejaba de disfrutar el proceso.

Cada uno tiene su tiempo y cada cuerpo es diferente. ¿Han pensado alguna vez lo que ocurre al juntar dos cuerpos? Dos reacciones, dos motivaciones, dos mentes, dos pasados, dos expectativas, dos inseguridades; todo mezclándose; una parte tuya quedando en el otro. Por eso hay que saber dónde estamos y qué queremos para mezclar solo lo mejor.

Y hoy ¿qué vas a probar?

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