El lenguaje oculto del derby de Kentucky

Algunos caballos de Kentucky no entienden inglés. Su cuidado diario a manos de los latinos hace que estos potros se familiaricen con un idioma diferente al de su entorno, el  español.

“Los caballos no son nuestros, pero nos preocupamos por ellos a veces, dormimos con ellos, los bañamos, les damos de comer y casi siempre charlamos con ellos, obviamente, en español, porque es nuestra lengua”, afirma el guatemalteco Carlos Arévalo, un hombre de baja estatura, controlador que trabajaba en los establos de Churchill Downs .

Los encargados de poner a galope la industria equina de esta región son hombres y mujeres provenientes de El Salvador, Honduras, Guatemala, México, Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Perú.

Muchos de los cuidadores de los caballos que corren en el derby de Kentucky son latinos. Foto de Luis de León.

Muchos de los cuidadores de los caballos que corren en el derby de Kentucky son latinos. Foto de Luis de León.

El derby de Kentucky es una carrera de caballos, acaso la más famosa del mundo, que se realiza anualmente el primer sábado de mayo justo aquí, en el hipódromo de Churchill Downs en Louisville, Kentucky. El derby tiene una duración de poco más de dos minutos. La carrera se realiza sobre una pista de una milla y media (Más de 2 kilómetros). En esa pista corren 19 caballos y cada uno de estos alcanza un valor de 20 millones de dólares.

La última edición del derby, una de las tres carreras de caballos más importantes en los Estados Unidos, acaba de pasar. Algunos caballos que participaron en esa edición, la número 141, se alojarán en los establos de Churchill Downs; se quedaran allí mientras participan en otras carreras que están programadas hasta el mes de noviembre. Durante todo ese tiempo más de mil personas provenientes de Latinoamérica se encargarán de cuidarlos.

El derby de Kentucky es una de las tres carreras a las que se conoce como “Las tres coronas”. La primera da inicio en Louisville, la segunda se corre en Baltimore, Maryland, en el hipódromo de Pimlico, y la última en el Hipódromo de Belmont Park en Nueva York.

Luis Rubio, de la Horse Protection Association, afirma que los latinos dan vida a la industria equina no solo en Kentucky sino también en los Estados Unidos. “Sin ellos no es posible lograr estos eventos”, dice.

Imagen de Joanna Poe, tomada de Flickr, con licencia Creative Commons.

Imagen de Joanna Poe, tomada de Flickr, con licencia Creative Commons.

Las voces que susurran a los caballos

“Pocas personas saben de nuestro trabajo, pero todos estos que corren en el Kentucky Derby son cuidados por nosotros”, afirma Carlos. El trabajo de las personas a cargo de los pura sangre consiste en alimentarlos, bañarlos, trotarlos e incluso entrenarlos para competir en pistas profesionales como la del sureño estado.

Marcela Huertas, originaria de Michoacán, México, afirma que ella y sus compañeros de trabajo son parte de los pocos minutos de gloria, porque gracias a su cuidado, los caballos están listos para la carrera.

David Escobar, que nació en Guatemala, dice que se levanta todos los días a las 5 de la mañana para tomar su caballo asignado y así caminar por unas cuantas rondas. Coloca una cuerda alrededor del cuello del animal y caminan juntos alrededor de la pista. La caminata dura aproximadamente 20 a 30 minutos. Después lo baña y alimenta, esta rutina la repite todas las noches.

Mariana, una mujer de Chiapas, México, está a cargo del lavado de las vendas que los caballos utilizan en las piernas para protegerlas. “Después que mis compañeros de trabajo toman los caballos al galope, me hago cargo de lavar las vendas blancas con agua y jabón”, explica la mujer que antes de vivir en los Estados Unidos trabajó en una fábrica de cosméticos en su país natal.

Mariana ha pasado unos años viviendo en este país, pero confiesa que no sabe nada de Inglés. La mujer de piel morena parece no mostrarse preocupada por hablar un nuevo idioma. “Estos caballos entienden muy bien el español. Aquí, en los establos de Churchill Downs no mucho se habla inglés”, dice.

Foto de Luis de León.

Foto de Luis de León.

Tanto Mariana como Élmer han hecho todo lo posible para adaptarse a su nuevo trabajo desde que arribaron a Estados Unidos; sin embargo, para el hondureño Pablo Zavala trabajar en caballos ha representado un verdadero reto desde hace un par de meses: cambió su traje formal y zapatos negros lustrados por un overol y zapatos de goma. Zavala no logra acostumbrarse al olor del excremento de caballo.

Los entrenadores de caballos piden a los cuidadores que hablen a los potros en inglés. Pero, inevitablemente, el contacto principal de la mayoría de estos equinos es con los latinos, y la mayoría de ellos no hablan inglés o prefieren hablar en su lengua materna siempre que sea posible: “Caballito ven pa ‘acá”.

Los caballos comprenden también diferentes dialectos regionales. Por ejemplo, los controladores son guatemaltecos y ellos hacen cambios en la expresión de “Caballito, vení para acá” (en lugar de horsey, ven aquí). El hábito ya está establecido.

Son los jinetes quienes se ven obligados a aprender algunas palabras básicas en español para tener una mejor comunicación con los cuidadores de estos equinos.

Churchill Downs ofrece clases de inglés para sus trabajadores, pero Artemio, a cargo de uno de los caballos, no tiene tiempo para asistir a las clases. Prefiere trabajar varios turnos para poder enviar dinero a su familia que vive en Toluca, México.

“Los entrenadores estadounidenses no están de acuerdo que debemos hablar con los caballos en nuestro idioma, pero de todas formas no hay otra opción”, señala Artemio.

Los hombres y mujeres contratados no tienen tiempo o dinero para gastar en el aprendizaje en otro idioma, y ​​los habitantes nativos de Kentucky no quieren trabajar por $1,100 o $1,600 por mes durante ocho horas diarias, incluyendo fines de semana. En contraste con esos salarios bajos para los promedios estadounidenses, el Derby de Kentucky genera más $220 millones en ganancias para sus organizadores en menos de dos semanas.

A veces, los caballos no obedecen cuando sus propios entrenadores y jockeys los llaman en inglés. Los potros solo responden cuando los manipuladores lo hacen en español. “Come on, horsey”, llama Fabricio en inglés a uno de los caballos que pueden valer hasta 20 millones de dólares; no hay mayor respuesta. Sin embargo, al pronunciar “Vení, caballito, vas a comer”, el caballo inmediatamente atiende la orden.

Así que, por ahora, las clases de un nuevo idioma se ha revertido, y tanto los entrenadores como los jinetes tienen que aprender algunas palabras básicas en español para que los caballos les obedezcan. No hay duda de que Víctor Espinoza, quien ganó la pasada carrera, gritó más de una vez “arre caballo” durante el desarrollo de la 141 carrera del derby de Kentucky.

Foto destacada tomada de Flickr/Commons.

 

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