El arte de decir nada

A veces, de tanto ver y oír los sinsentidos de nuestros políticos en El Salvador, uno quisiera explotar y enviarlos al carajo, lo menos. Pero la mesura y la prudencia son buenas amigas en esos malos ratos y la mejor opción es guardarse en el pensamiento los gratos deseos. Pero llega un momento en el que, ¡pum!, uno dice basta ya.

Los discursos de nuestros políticos son vacíos, justo como sus acciones. Vivimos en un país y en una sociedad violenta, discriminatoria, de moral falsa, hipócrita, pobre, mal educada. Y los políticos salvadoreños son todo eso, si no es que en mayor intensidad, y precisamente así lo expresan, con mensajes insultantes para la inteligencia promedio. Porque ellos no respetan a las personas (de hecho, cuando un político lo mira a usted, lo que ve en realidad es una papeleta de votación con una marca para él), porque ellos no se respetan ni a sí mismos.

Dos grandes empresarios que quieren ser presidente de uno de los países más violentos del mundo llenan sus redes sociales con mensajes de superación personal que sobran. Las soluciones que requieren los graves problemas sociales no necesitan frasecitas. Y para este país las sobras son un lujo que no puede darse.

Todo es urgente y requiere acciones concretas. Quizás se necesita que alguien los oriente y les haga ver que con mensajes del tipo Paulo Coehlo esta sociedad no va a ir para ningún lado. En lugar de pasar intentando escribir dizque poesía de autosuperación, deberían estar viendo, como líderes empresariales que son, cómo le hacen más digna la vida a los trabajadores, con un salario que no sea lo mínimo para alcanzar a cubrir, con sacrificios, una canasta básica.

El irrespeto de los políticos salvadoreños a su sociedad es tan indignante que una mujer que de política sabe lo que yo sé de ingeniería aeroespacial quiere ser diputada. Y aún así le van a permitir competir por una candidatura, pese a los filtros de su partido. Ella, quien escribió hace unos días que El Salvador es el único país donde los salvadoreños no son extranjeros (¡qué nivel!), no pasa en sus discursos del trillado conmigo vamos a estar mejor. Soluciones se necesitan. Propuestas claras, concretas, uno, dos, tres y ya. ¿Qué tanto cuesta comprender?

Ni con pistolas ni con videos ridículos ni con querer golpear a todo el mundo este país va a alcanzar su desarrollo. Es increíble que un diputado acumule más payasadas que propuestas legislativas en sus primeros -y talvez últimos- tres años en el congreso. ¿Propuestas? Ah, sí, pongámosle cincuenta años de cárcel a las mujeres que aborten. Aplausos. Continúe cabalgando el caballo en la finca de recreo y trate de tapar su ineptitud con poses machas.  

Imposible perderse también el espectáculo de las frases vacías de los políticos investigados y acusados de corrupción. Los pobres desgraciados que han caído en las garras de la justicia. Podemos jugar y apostar con nuestros compañeros de trabajo o con nuestra familia cuando es la hora de los noticieros y vemos al sospechoso de turno. ¿Qué dirá ahora este fulano? A ver: 1. Es una persecución política, 2. Dejemos que la institucionalidad funcione, o 3. Permitamos que las autoridades investiguen. En fin, es el arte de decir nada. ¿Cuándo este país escuchará un sensato he decidido alejarme de mi cargo público mientras me investigan? ¿Nunca?

Ya basta de decir palabras de cajón, basta de decir que este país no es violento, que no hay corrupción, que no hay desplazados por violencia porque lo que pasa es que se quieren cambiar de casa (falsedad y estupidez al cien por ciento), basta de decir que todo va bien. Ya basta del photoshop para la fotito en la papeleta de votación a sabiendas de que muchos electores solo se guían por la apariencia de los candidatos y candidatas. Ya basta de la foto en los mercados, abrazando a niños y ancianos.

Este país está rebalsado de mentiras de sus políticos. Ya basta de defender los intereses de grupos de poder e ignorar a los ciudadanos desprotegidos y marginados. Ya basta del tuit hipócrita, del sicariato en las redes sociales. Entiendo que se equivoquen al decir que en su municipio va a haber una inversión de trescientos cincuenta mil millones de dólares y luego corrijan que quisieron decir trescientos cincuenta millones de dólares. No hay problema. Bueno, sí, uno: es que ni lo de trescientos cincuenta millones de dólares es creíble.

Si la Constitución de la República les da a los diputados la protección de no ser perseguidos por los pensamientos que expresan, eso se legisló pensando en que sus ideas valen la pena. No se trata de una licencia para decir cualquier idiotez.

La política es el arte de gobernar a favor de los ciudadanos. Es un arte, es una ciencia. No es cualquier cosa. Los partidos políticos han fallado y siguen impunemente fallando dándonos como opciones a dinosaurios de la guerra de los años ochenta, a jóvenes por edad pero con la mente ideologizada por esos mismos dinosaurios, a oportunistas, a acosadores sexuales, a ególatras y prepotentes, a cabezas huecas, a corruptos en general.

La mejor forma de hacer que los discursos políticos valgan la pena es que también se vean reflejados en las acciones. Sean de derechas o izquierdas (en este país la simbiosis ya es inminente y evidente), la credibilidad de los políticos ha caído precisamente por decir cualquier cosa, por no cuidar su lengua, una de sus herramientas más valiosas.

P.D.1: Milena, para los exámenes se estudia.

P.D.2: Tampoco peleando con todo el mundo se hace mejor país, alcalde.

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