Dulces pesadillas Wes Craven

Un día Wes Craven, director y guionista de cine, tuvo un sueño. En realidad, una pesadilla. Y le fue muy bien. Así que, para deleite de los amantes del cine de terror, se dedicó a soñar una y otra vez. Craven, identificado por uno de los personajes más icónicos no solo del género sino de la historia de cine, Freddy Krueger, falleció esta semana víctima de cáncer de cerebro. Un homenaje que repase las obras de este director que impactaron, aun opacadas por el villano del suéter de franjas rojas y negras, resulta oportuno. Porque Wes Craven fue mucho más que pesadillas en la Calle Elm.

Con estudios en sicología, lengua inglesa, escritura y filosofía, este oriundo de Ohio, nacido el 2 de agosto de 1939, comenzó a afilar el oficio de director de cine en la industria pornográfica. Quedará para el misterio su rol preciso en la película de culto de 1972 “Garganta profunda”, pero si se toma en cuenta que se la considera la primer película porno con un argumento, desarrollo de personajes y hasta algunos valores estéticos de producción, cada uno de nosotros podemos lanzar nuestras propias especulaciones sobre el aporte de Craven. Me guardo las mías para otra ocasión.

En la década de los setenta, el cine de clase B oscilaba entre la seudo exploración –más bien excursión- antropológica de los guetos afroamericanos en las grandes urbes, el Blaxploitation, y el gore de horror. Atrás quedaban las cintas con el glamour de los famosos monstruos de los Estudios Universal. Ahora los protagonistas no eran “dandis”, sino grotescos reflejos de una degradación moral y social. Wes Craven se inclinó por esto último en “La Última Casa a la Izquierda (1972)”, con la que inició una importante carrera en otra industria fílmica. Dirigió veintiocho películas, de la mayoría de las cuales también fue el guionista, y al menos cinco de ellas son infaltables en cualquier lista de las mejores películas de horror de todos los tiempos.

A la ligera podríamos decir que “La Última Casa a la Izquierda”, a pesar de ser una obra de culto, le distanciaría del respetado cine arte. Por otra parte, tampoco podemos negar que tiene parentesco lejano con el cine que se respeta; bajo el slash putrefacto, que le llevó incluso a ser prohibida por la censura en países progresistas como Inglaterra, esta película guarda íntima relación con la obra de Ingmar Berman de 1960 “El manantial de la doncella”. Ambas retoman la historia de la balada del Siglo 13 “Las hijas de Thöre en Vänge”, que trata sobre una especie de caperucita devorada por el lobo hombre y sirve de excusa para que Craven la convierta en una masacre de dos jovencitas a manos de un grupo de montañeses. Su bajo presupuesto se olvida si uno permite ser arrastrado a ese inframundo del oeste medio estadounidense.

Las mejores películas de Craven son las decadentes. Como cine; como historias. Que no se me malinterprete. En el director que nos ocupa uso el término decadente como virtud cinematográfica más que con un sentido peyorativo. Es esa decadencia de la moralidad, de la explotación del morbo más sanguinario que podamos tener, lo que me ejerce una especie de atracción. Eso de llevar el voyerismo de nuestros sueños al seguro plano del cine.

El cine de Craven no se distingue por una visión estética personalísima. Debo decirlo, él es un oficioso artesano; cumple con sus planos y narrativa visual. Pero no va más allá. Su verdadera fuerza radica en los temas que elige; esos escabrosos rincones que explora para ponerlos frente al espectador como un espejo del subconsciente y de nuestros más oscuros deseos. Como en “The hills have eyes”, de 1977, una de mis cuatro películas favoritas del slash y de Craven. Nunca el canibalismo había sido más seductor. O al menos tendría que esperar a Hannibal Lecter para que el cine revistiera a los caníbales de una seducción perturbadora. De verdad. Seamos sinceros. Hay un morbo que disfrutamos como espectadores en estas películas y creo que es porque tanto “The hills have eyes”, desarrollada en el estado de Nevada, como “Texas chainsaw massacre” en el epónimo estado, desnudan esa parte de un país que se vanagloria de sus junglas de concreto pero que paralelamente tiene áreas que usa como especie de alfombras bajo las cuales esconde su peor escoria humana.

Sus estudios de sicología ayudarán a Craven en 1984 a desarrollar una historia inspirada en relatos tomados del periódico Los Angeles Times sobre las pesadillas que perseguirían a refugiados camboyanos que en los setenta huyeron del régimen Khmer, que les obligaba a pasar días sin dormir hasta llevarlos al límite de la muerte. Se trataba del síndrome Brugada, que Craven convertiría en el clásico “Pesadilla en la Calle Elm”, con la que además lanzó al estrellato a un desconocido Johnny Depp.

Craven por fin daría imágenes icónicas. ¿O alguien puede olvidar la muerte de Depp? Nadie puede negar que Freddy Krueger llegó para quedarse en un pedestal al lado del Drácula de Lugosi o el Frankenstein de Karloff. Wes Craven es un Hades perverso. El meta cine y la exploración de la realidad surgen con fluidez en esta cinta de los suburbios. Soñar, parece decirnos el director, es el camino de la perdición. La constante. La desviación de la conciencia del ser humano dentro del sueño americano: una generación abandonada por la familia, por los adultos, debe encontrar su propio destino. O perderse en alucinaciones sin fin.

El éxito le obligaría a repetirse con nuevas entregas de sus cintas más populares. También él tenía que pagar por hacernos sufrir tanto en nuestras butacas. Pero en un giro de esos de antología, nosotros, ya adictos a ser torturados por Craven, tendríamos que esperar un poco hasta que las musas le iluminaran con un concepto diferente y original. Y de nuevo sería capaz de dar un giro al género. Y de crear un nuevo personaje emblemático. Hablo de “Scream”, de 1996, en la que siguiendo los pasos de Alfred Hitchcock, el maestro del suspense, en la cinta de 1960 “Psicosis”, Craven prescindiría de su protagonista tan pronto como pudiera ponerla bajo el filo de su villano. Lograría, con un elenco atractivo, recaudar solo en Estados Unidos más de $170 millones de dólares en taquilla.

Wes Craven incluso tendría espacio para incursionar en el terreno del drama con la popular “Música del Corazón” protagonizada por Meryl Streep y Gloria Estefan. En lo personal es una cinta que me empalaga. Prefiero sus desequilibrados que se ocultan en un esos recónditos parajes de montañas y áridos páramos de un desconocido Estados Unidos. Prefiero cada vez que Craven se nos devela con lunáticos que superan la ficción y las pesadillas que el cine es capaz de imaginar.

Tratando de encontrar algún dato curioso de la personalidad del director, encontré en Wikipedia que amaba la observación de las aves al punto de que fue parte de la Junta de Directores de la prestigiosa Sociedad Audubón. Interesante iluminación del carácter de quien nos llevó a un perturbador rincón de sus pesadillas. Dulces sueños Wes Craven.

[Foto tomada de Flickr, con licencia Creative Commons]

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.