¿Dónde está Bojack Horseman?

El pasado mes de septiembre estrenó la cuarta temporada de Bojack Horseman, una de las series animadas más inteligentes que la televisión actual, a través de la plataforma Netflix, nos puede ofrecer. A continuación algunos apuntes al respecto.


Nunca es un mal momento para empezar a ver una serie de televisión, y ver una serie entre amigos es mucho mejor. Quiero empujarlos a ver series que los dejen llenitos de los ojos y del corazón, por lo que esta es la primera de muchas reseñas semanales que acompañarán sus ratos de ocio. Piensen en esto como en subtítulos, pero más entretenidos.

Vale la pena iniciar este ciclo con Bojack Horseman, una de las series televisivas más ambiciosas de la actualidad. El hecho de que sea animada no le resta peso. Por el contrario, sus creadores entienden que las verdades terriblemente humanas golpean el triple si se presentan en un plato lleno de bromas absurdas. Si ese plato es el vacío de un Hollywood ficticio —en el que humanos y animales conviven por igual— solamente abona a su punto, ofreciendo más situaciones realmente ridículas… y ridículamente reales.

¿Pero quién diablos es Bojack Horseman? Bojack Horseman es un caballo antropomórfico terriblemente fácil de odiar; la típica estrella hollywoodense (o mejor dicho, ‘hollywooense’) en desgracia.

Más aún: Bojack es la pareja que más daño te hizo. Bojack es el amigo que te traicionó más bajo. Bojack es tu peor cliente. Bojack es el papá que nunca te hizo caso. Estos no son ejemplos: en el transcurso de tres temporadas, nuestro amigo caballo se las arregló para ser el equivalente de ébola emocional en su universo, uno en el que animales y humanos conviven con completa normalidad.

Antes de empezar esta reseña, que está enfocada en la cuarta temporada —y contiene algunos spoilers—, pónganse al día con las otras tres, así no se pierden de las referencias.

Bueno, episodio 1… ¡Ahí vamos!

Cosa rara: para inicio de temporada, el episodio llamado “See Mr. Peanutbutter Run” abre sin el protagonista, y en su lugar vemos qué ha sido de la gran Hollywoo y sus habitantes, específicamente los amigos de Bojack.

En el arco mayor de la historia tenemos un flashback a Mr. Peanutbutter, pagando con la mejor croqueta que puede: el carisma. Su introducción a la televisión (en un programa copia de ‘Horsin’ Around’) es producto de la casualidad, incluso cuando entiende de qué va el género. Lo imperdible, además del comentario, es encontrarnos con un Vincent D’Onofrio desquiciado y que trata de aplicar actuación de método a una serie barata… algo equivalente a poner caviar en una semita.

De vuelta al presente, parece que Mr. Peanutbutter aceptó el reto de ser gobernador de California, como es lógico debido a… mentiras, sigue dependiendo de su carisma. A pesar del consenso casi absoluto (excepto Katrina, porque es Katrina y es su asesora) de que Mr. Peanutbutter nada tiene que hacer en política, especialmente si el gobernador actual es competente, honrado y posee capacidad, de alguna manera él realmente cree que puede hacerlo mejor, sin saber absolutamente qué hace.

Hablando de personas que no están de acuerdo, encontramos a… ¡Princess Carolyn! Nuestra workaholic favorita sigue feliz, jugando al gato y al ratón con Ralph, su novio ratón (si saben lo que queremos decir). Su relación se formaliza en una nota agridulce. Aparece la posibilidad de vivir juntos al mismo tiempo que ella aborta espontáneamente un embarazo no planeado. Luego de enterarse, Ralph le propone hacer un bebé intencionalmente. Todo es comprensión y amor.

Lo más entretenido, y a partes iguales, aterrador, es el comentario que se hace sobre las elecciones, válido para Estados Unidos, e incluso nuestros países. Cualificaciones, sentido común, o integridad no valen absolutamente nada: hasta un Labrador sin experiencia puede ser un contendiente serio siempre y cuando nos dé el ruido suficiente. Bajo su encanto puede negarse a seguir cualquier proceso, empleando cualquier medio para legalizar su manera de hacer las cosas. De hecho, hay una explicación simplificada de cómo una ley conveniente pasa con la complicidad de partes interesadas en su beneficio propio.

Por favor, préstenle atención a la competencia de esquí entre Mr. Peanutbutter y Woodchuck Couldchuck por la gobernatura; fácilmente pueden ser dos humanos compitiendo por, qué se yo, quién se cae primero del Tagadá.

Afortunadamente, Todd llega como caído del cielo —literalmente, cayendo de su trono—, para ganar la competencia, renunciando inmediatamente al puesto y obligando a ambos candidatos a competir en una arena justa. Puede ser que estar todo el episodio a la deriva tenga que ver con negarse a usar etiquetas para describir su sexualidad… O nada más es Todd siendo Todd en el aire y comiendo palomitas.

Diane, que ahora trabaja en un blog tipo Buzzfeed, nos guía a través del capítulo hablando con el buzón de voz de Bojack, buscando desahogo, compasión, perdida entre toda la acción. No solo porque es quien ve con más claridad a través de la situación, sino que, por primera vez, no sabe dónde encontrar un compañero de miseria.

¿Dónde está Bojack, de hecho? ¿De nuevo en una espiral de autodestrucción? ¿En busca de nuevos aires? Donde sea que esté, la vida sigue sin él y, hasta el próximo episodio, es un día más en Hollywoo.

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