“Darkest Hour”: las horas más brillantes de Gary Oldman

En “Darkest hour”,  el actor Gary Oldman nos regala su momento más portentoso al meterse en el pellejo del complicado primer ministro británico, Winston Churchill. Con seis nominaciones al Oscar, esta es una película que cuenta parte de la historia que puede leerse desde la escuela, en cualquier momento. Lo valioso es el cómo se cuenta.


La Segunda Guerra Mundial continúa siendo una gran fuente para revisar la historia desde distintos enfoques y desde distintas ciencias, incluso desde diversas ramas artísticas. El cine ha aprovechado un sinfín de momentos de aquella guerra para contar de formas memorables y otras que es mejor olvidar cómo fueron aquellos años turbulentos. Cansado por completo de las refritas historias de los soldados norteamericanos que salvaron al mundo del nazismo -como si los soviéticos y el invierno ruso no hubieran acabado con gran parte del ejército hitleriano, sucesos que pocas películas buenas cuentan-, asistí a la gran pantalla para ver Las horas más oscuras (Darkest Hour). La recreación del momento más crucial en la guerra para el Reino Unido y para el primer ministro británico Winston Churchill. El excéntrico Winston Churchill. El soldado, escritor, periodista, premio Nobel de Literatura. El que retó a la misma Alemania nazi. Un personaje político complejo.

No hace falta contar toda la historia: 10 de mayo de 1940. El conservador Neville Chamberlain había renunciado un día antes como primer ministro británico entre fuertes críticas por ceder al expansionismo nazi en Europa y plegarse a las condiciones de Adolf Hitler con tal de evitar la guerra con Alemania y mantener una paz prolongada. Las invasiones de Hitler a Checoslovaquia y luego a Noruega y Dinamarca terminaron por despertar al gobierno británico. A Chamberlain lo sucedió otro conservador: Winston Churchill, un hombre de 65 años que le dio vuelta a la historia y metió al Reino Unido a la guerra contra el nazismo.

Las horas más oscuras vuelve a contar la historia de este político británico. Sin atisbos de heroificar ni de polemizar a este personaje, el director Joe Wright (Pride & Prejudice, Atonement, The Soloist, Hanna, Anna Karenina) presenta a un Churchill en crudo. Wright no quiere reservarse los vicios del político más importante del siglo pasado en el Reino Unido. No hay versión amable ni maquillajes sobre Churchill -sí hubo mucho maquillaje sobre Gary Oldman- para tratar de hacerlo pasable para los tiempos modernos. Se agradece la sensatez.

Sorprende ver la representación del político que grita a su secretaria hasta hacerla llorar, que le muestra las pelotas cuando se levanta de la cama, que pese a ser un déspota con las mujeres a su alrededor, a la vez es querido por ellas. Wright no se guarda los caprichos de Churchill, sus balbuceos cuando se enfrenta a los momentos más críticos de sus decisiones, sus fumadas de grandes cigarros dentro del tranvía con gente dentro. En fin, un político que en 2018 no duraría un minuto impune sin que lo denunciaran por maltratos o por faltar a las normas éticas.

Wright atinó al no presentar a alguien que no fue. De hecho, es la representación más fiel no solo de Churchill, sino de los patrones culturales de aquella época, hace casi ochenta años. En estos pasajes, la cinta llega a tener sabor de documental. Mientras que en otros momentos de la película, pareciera que la producción apunta a una puesta en escena de teatro. Y así avanza este filme lleno de detalles históricos del Reino Unido de 1940, días antes de meterse a la guerra.

La escenografía y los claroscuros en la luz danzan al compás de la historia con mucho protagonismo. Los momentos sombríos están bien dibujados sobre el personaje central del político. La parafernalia es preciosa y el trabajo de vestuario bastante dedicado. La producción se luce con suntuosidad. Se percibe de la película más como una idea que venía masticándose desde hace años que un trabajo de mediano plazo. De hecho, Wright en alguna entrevista ha mencionado que desde 2016 estuvo estudiando al primer ministro. Y aunque en el marketing tenga una competidora directa: Churchill, una película-documental también de 2017 que ha podido confundir a algunos despistados, Las horas más oscuras se diferencia por su exquisitez en los detalles y las actuaciones.

Gary Oldman vuelve a estar nominado al Oscar como mejor actor. Lo estuvo en 2012 por Tinker Tailor Soldier Spy, aunque ya ha ganado otros premios como el BAFTA y reconocimientos en el Festival de Cine de Venecia. Es más reconocido por sus papeles en películas de menos guion y más explosión como el Comisionado James Gordon en la trilogía de The Dark Knight y Sirius Black en la saga de Harry Potter. Oldman sin embargo ha hecho actuaciones interesantes como la del Drácula de Francis Ford Coppola, a principios de los años noventa.

Para Las horas más oscuras, Gary Oldman se escondió en kilos de maquillaje para los que se necesitaron unas doscientas horas acumuladas de preparación durante el rodaje. El trabajo quedó impecable. La simbiosis del maquillaje y el vestuario con la entonación de la voz, la forma de caminar, la apropiación del personaje que hace Oldman, resulta notable. Menos en los close-up. La figura reconocible de los ojos de Oldman hace recordar que allí dentro está el actor interpretando a Churchill.

En una película que cuenta parte de la historia que se puede leer desde la escuela, en cualquier momento, lo valioso es el cómo se cuenta. Creo que Wright y Oldman han logrado cada cual un trabajo mayúsculo que invita a apreciar. Y justo como Churchill, que seguramente no pudo haber logrado todo sin esas mujeres que lo acompañaron de forma incondicional, tampoco Las horas más oscuras ni Oldman estuvieran a punto de ganar el Oscar sin las actuaciones sobresalientes de Kristin Scott Thomas (Clementine Churchill) y Lily James (Elizabeth Layton).

Oldman, por esta actuación, ya se hizo acreedor del Globo de Oro, del Premio del Sindicato de Actores, del Critics’ Choice Movie Award, del AACTA International Award y del Satellite Award. Por ello y por mérito propio, es un serio candidato a la estatuilla dorada. Mi recomendación para apreciar esta película en su justa dimensión es darle un repaso a la historia de la Segunda Guerra Mundial, precisamente sobre lo que aconteció en el Reino Unido en 1940. Tampoco estará de más leer un poco sobre Churchill para reconocer su peso en los acontecimientos.

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