Crisis para la clase política: esperanza para la civilidad

“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba
de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”

—Bertolt Brecht

El Salvador cuenta con una de las poblaciones más jóvenes de la región. Sin embargo, el adultocentrismo se ha profundizado tanto que nos encontramos en una verdadera gerontocracia. El envejecimiento de los liderazgos tradicionales y su falta de voluntad para la colaboración intergeneracional es una tendencia que pocos intentan superar.


Como sociedad nos encontramos en un inmenso abismo, en una caída libre que nos recuerda día a día, dolorosamente, que aún con toda la agonía estamos muy lejos de tocar fondo. No obstante, esta agudización de la crisis sistémica representa hoy para nuestras juventudes y el pueblo salvadoreño en general una oportunidad única para la refundación del Estado. Pues es el momento más adverso para el gobierno, para las cúpulas de los partidos políticos y por supuesto para la inescrupulosamente codiciosa clase política en general.

Esto plantea un indispensable viraje hacia un nuevo enfoque, en el que deje de tener sentido esa tendencia de aislar a determinadas generaciones y corrientes de pensamiento, como por ejemplo el aislar, perseguir y relevar liderazgos jóvenes como si no existiera la posibilidad de una colaboración intergeneracional real. Esto, día a día, va perdiendo sentido, porque ciertas tendencias sociales se están invirtiendo o al menos están ralentizando sus tiempos. Me explico: las juventudes cada vez se emancipan más tarde y nuestras preocupaciones tampoco son las mismas de las de nuestros equivalentes de hace unas décadas.

A aquellos que hoy ejercen la voluntad de poder les cuesta darse cuenta de que no es que las juventudes dejen de disfrutar y ocuparse de las cosas importantes, es que las cosas que nos importan han cambiado. Los intereses, inquietudes y valores de un estudiante o de un gobernante de principios del siglo XX  son radicalmente distintos a los nuestros. Pero es que en el mismo seno de nuestra sociedad, las diferencias culturales también son muy distintas.

En nuestro país la apatía hacia la participación política es más que evidente en gran parte de la población joven. Sin embargo, quienes hemos asumido nuestro compromiso histórico hemos experimentado un desorganizado liderazgo de las juventudes, lo cual ha evidenciado la necesidad de una colaboración intergeneracional que rompa el paradigma adultocéntrico y permita el nacimiento de un movimiento amplio y salir del letargo organizacional que nos heredó la actual clase política. Esta disrupción es posible hoy más que nunca; y a través de ella podemos garantizar la estabilidad de los procesos democráticos durante el cambio generacional de los liderazgos políticos y sociales.

Demás está decir que la situación actual es grave e implica amenazas reales a la ya degradada estabilidad social y democrática. La fisura social se transforma en una anomia política y las consecuencias sobre la legitimidad de los actuales líderes seguirá aumentando paulatinamente si no se actúa desde una perspectiva joven de vivir y hacer política. Por ello, debemos tomar en cuenta que el fenómeno de la digitalización y la gestión del cambio en las distintas esferas de la sociedad está revolucionando la forma de hacer política. A la vez hace más visible la necesidad de la gestión del conocimiento y del talento que en la mayoría de ocasiones es aplastado o neutralizado por el status quo.

Ante tal situación se hace urgente el fortalecimiento de los liderazgos jóvenes a través de la colaboración intergeneracional, donde la experiencia, el uso de la tecnología y una visión multidisciplinaria vayan de la mano. Para esto se hace necesario trabajar, relacionarse y convivir con actores sociales de diversos sectores y edades.

El prestigioso psiquiatra George Vaillant demuestra, a través de uno de sus más recientes estudios, que las personas mayores que ejercen de mentores, acompañantes o simplemente dan apoyo a personas más jóvenes, en el trabajo y en la vida, tienen tres veces más probabilidades de ser felices y aumentar la plasticidad del cerebro. Del mismo modo, existen datos que prueban que las juventudes pueden obtener muchos beneficios de este tipo colaboración y apoyo. El psiquiatra y profesor de Escuela de Medicina de Harvard da razones para defender su teoría: el beneficio que se deriva de estas conexiones entre generaciones no es cuestión de suerte, sino que es consustancial a la naturaleza humana. “La biología fluye de arriba hacia abajo“, afirma. Y por eso estamos conectados a través de las generaciones.

El argumento es claro: no conectarnos social e intelectualmente va en contra de nuestra propia naturaleza y contra el desarrollo colectivo. Y, en lo político, es imperdonable desperdiciar la experiencia de los liderazgos de mayor edad que han demostrado congruencia entre su discurso y su accionar, quienes llevan años y años a sus espaldas y conocen mejor que nadie el terreno político social y las realidades históricas de sus respectivos sectores.

Ya es tiempo de asumir la responsabilidad como sociedad y propiciar el desarrollo sostenible de los procesos de liderazgo y cambio generacional, para revertir los resultados de la fragmentación socioeconómica creciente que la sociedad salvadoreña experimenta. Juntas y juntos podemos garantizar el desarrollo democrático en paz y justicia social.

Se habla de los Millennials como la generación del cambio y va siendo hora de demostrarlo. Somos una nueva generación de líderes muy preparada, creativa, diversa y tolerante. Líderes de todos los sectores sociales, todas las cosmovisiones e ideologías; y por si fuera poco, especializados en los más diversos campos. Mujeres y hombres que debemos unirnos por principios y valores profundos, conscientes de que el amor, la justicia y la solidaridad acercan a la humanidad a su expresión más sagrada.

Los liderazgos actuales —en su mayoría deslegitimados cada día más gracias a la dificultad de mantener las máscaras en la era de la información— no entienden, no ven o no quieren ver que la relación entre política y juventud es más compleja de lo que parece. Por ello se hace necesario el accionar de las juventudes, ejerciendo su empoderamiento, abriendo espacios reales de intercambio, formación y crecimiento indispensables para el desarrollo de las capacidades de liderazgo.

Por eso hoy hago un llamado urgente a la más amplia unidad anti-dictatorial, pues la partidocracia y la clase política está usurpando nuestro futuro y desgarrando cada vez más el tejido social. Es tiempo de asumir nuestro compromiso histórico y trazar estrategias amplias y pragmáticas alegando un principio democrático. Hoy más que nunca, debido a la crisis estructural, hay más motivos de fondo para la desobediencia civil, pues ningún modelo agotará nuestro ideal de justicia y libertad.

Hermanos y hermanas: la justicia y la ecuanimidad deben presidir nuestros actos. Recordemos en estos tiempos turbulentos que la mesura y el temple son necesarios para aplicarlas. Hoy, que nos vemos desprovistos de nuestros derechos más fundamentales y de las instituciones que deberían protegernos frente a la corrupción, la barbarie económica y la injusticia social. Tanto es así, que debemos profundizar y debatir las nuevas formas de organización civil que propondremos desde la calle, la academia y el ciberespacio. Debemos estudiar las magnitudes económico-sociales y adecuarlas a la medida humana, de modo que sean la economía y el derecho los que sirvan a la especie y no al contrario.

Es nuestro deber situarnos solidariamente contra las injusticias, extender la luz que emana de nuestra generación y compartir la esperanza del triunfo de principios y valores éticos. Es hora de posicionarnos contra el oscurantismo y la ignorancia que fomenta la clase política y los grandes medios de comunicación. Sólo quienes son malvados, deshonestos, sin corazón, insensibles e ignorantes, pueden seguir apoyando y defendiendo el actual estado de las cosas.


“Una sociedad que aísla a sus jóvenes, corta sus amarras:
está condenada a desangrarse”

Kofi Annan

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