¿Con barba? ¡Sí, por favor!

Cuando el editor de Revista Factum me sugirió el tema de los lumbersexual (término que viene de lumberjack, que significa leñador) lo primero que pensé fue “qué rica una barba bien puesta” e inevitablemente volví a sentir el rechazo a los anuncios comerciales de rasuradoras donde te venden la idea de que no hay nada mejor que un tipo con sus mejillas como nalgas de bebé. ¡No es cierto!

El estilo ‘leñador’ puede definirse como un poco desprolijo, aunque no todas las barbas que aparentan falta de cuidado son realmente por descuido. Así como las mujeres sabemos hacernos una coleta que aparenta cero esfuerzo y usamos  maquillaje ‘natural’, así el tipo de hombre que parece leñador probablemente sepa cómo cuidarse de tal forma que parezca salido de una película de cazadores; pero huele a recién duchado.

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Los lumbersexuales siempre han existido, igual que los metrosexuales, los vigoréxicos (adictos al ejercicio físico y echar músculos como sea) y cualquier otra clasificación. Están ahí desde antes de que supiéramos cómo etiquetarlos y la publicidad supiera sacarle partido a su apariencia.

El lumbersexual es ese barbudo a quien le luce la barba y sin ella parecería diez años menor. Camisas un poco flojas a cuadros, jeans (si están rotos, mejor), algún tatuaje a la vista  (o lo suficiente para querer buscárselo), botas como si acaba de construir un dique (aunque yo conozco un par de leñadores que prefieren las sandalias para hombre y se los juro que se ven igual de bien), a veces se amarran un par de cintas a la muñeca a modo de pulseras mal puestas y el cabello… la verdad que con todo lo anterior ya no me he fijado en el cabello.

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Algunos dicen que es un tipo de hippie moderno. De hecho, es un mensaje que están poniendo de moda algunos productos de cuidado masculino como el ‘Old Spice’ con su antiguo encanto machista: “si tu abuelo no lo hubiera usado tu no habrías nacido”, en clara referencia al tipo fuerte, atractivo y que consigue lo que quiere sin necesidad de hacer mucho, como antítesis del metrosexual.

La marca AXE también ha hecho lo suyo aunque con más tendencia a los chicos ‘normales’ que sin ese producto no tendrían ninguna oportunidad de ligar. Y el recién conocido shampoo EGO, que recordamos por el tipo del comercial diciendo: “este no es un mundo para hombres… ¿usted cree que un shampoo lila que huele a rosita o para cabellos ondulados es para nosotros?… lo que necesitamos es un shampoo que evite la caída del pelo y que huela como hombre. ¡Para varones!” Pues son la clara reivindicación de los lumbersexuales. El hombre tradicional que se cuida lo mínimo, se mira bien y sin tener que decir ‘macho’ en ninguna forma.

No sé si mis amigas feministas estarán de acuerdo conmigo, pero este tipo es de mis favoritos. Es casi el chico malo de las películas; pero más al natural y sin la motocicleta. Capaz de hacer fuego en una montaña y por la mañana llevar el desayuno a la cama.

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Claro, no deja de tener la carga de la fantasía del leñador que rescata a la Caperucita en peligro, del cavernícola que provee comida y seguridad, del vaquero con brazos como troncos y manos ásperas que saben qué hacer… ¿Y eso a quién podría molestarle?

Las barbas son encantadoras. Raspan, hacen cosquillas, dan ganas de jugar con ellas. Es muy rico irle descubriendo las distintas texturas a la barba de tu chico según el clima y la situación y dejar que la recortes y la peines, es todo un momento para ambos. Además, son tremendamente estimulantes en otras zonas, ¿necesito decir más?

Entonces, anímense a probar una barba’ sucia’ de tres días, una ‘sombra’ de una semana o una ‘alfombra’ de un mes. Miren cómo les funciona a ambos y me dan las gracias después.

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