Cinco prendas íntimas que deberían volver

La mayoría de mujeres siempre estamos buscando mejorar la ropa que tenemos en el armario. Incluso las que no nos preocupamos por la moda, diseñadores, marcas ni tendencias, de vez en cuando repasamos opciones para variar un poco el estilo o cuando necesitamos algo sexy.

A veces, esa búsqueda y cambios vienen en la lencería. La cantidad de opciones, y la libertad que da la intimidad, hacen que se disfrute más usar algo que no va a durar mucho tiempo puesto.

El tema de lencería da para mucho, pero me tomé el tiempo de viajar en la historia hasta llegar a la hoja de parra y el taparrabo. Así descubrí varios nombres y tipos de cobertura corporal que se usaron en la antigüedad –y otras no tan antiguas-, que me parece pudiéramos sacarles algún provecho en nuestra era.

1. Chitón

Una especie de túnica que usaban en la antigua Grecia. Eso que hoy tratamos de imitar en las fiestas de “toga” usando sábanas blancas. Aunque la toga se llamó así hasta que los romanos la descubrieron y aprendieron a enrollarla en su cuerpo.

Algunos datos indican que en los hombres llegaba hasta media pierna y en las mujeres hasta los tobillos. Las mujeres usaban por dentro una especia de corsé de tela similar (nada que ver con los corsé de las monarquías europeas con varillas de hierro que provocaban desmayos).

No sé ustedes, pero viviendo en el trópico me encantaría poder sobrevivir el verano envuelta en una túnica liviana. De hecho, todavía existe la idea de este diseño en los vestidos de noche.

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2. Subligaculum

Una prenda que vestían los romanos y los etruscos, por lo general debajo de la armadura. Comúnmente los atletas y gladiadores. En lugar de explicarlo, mejor lo muestro con dos películas muy buenas donde se usó esta prenda que cuesta pronunciar.

En “300” casi no tuve tiempo de ver las peleas porque, francamente, con ese abdomen no me importó nada más. Aquí la idea del subligaculum:

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La otra es la película “Troya”, con el nada despreciable Brad Pitt:

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El subligaculum es lo que se está quitando. No encontré mejor argumento que esta foto.

3. Fustán

Creo que la historia ha sido injusta con esta ropa interior. Actualmente, el nombre nos suena a señoras de edad, con piel sobrante por todos lados, a la orilla del mar, llenas de arena mientras se bañan usando como traje de baño un fustán floreado. También la frase “se le salió el fustán” se usa para burlarse de alguien que reacciona de cierta manera y que denota escasa educación.

De hecho, cuando comenté a mis amigos hombres que el fustán me parece un atuendo sugerente, la mayoría me vio extrañado, y mis amigas mujeres contaron el terrible trauma que vivieron en las escuelas de monjas al tener que usar un fustán incómodo como forro del uniforme.

Para ir limpiando prejuicios, el abuelo del fustán se llama “barracanus” y se usaba en la edad media hecho con piel de camello.  Su prima lejana  vendría siendo la “fustanella”,  falda tradicional usada como prenda de vestir por los hombres en Albania, Macedonia y Grecia.

El fustán original es una tela gruesa de algodón que se utiliza debajo de las faldas. Luego se comenzaron a vender con estampados y hasta la segunda guerra mundial, cuando se industrializó el nylon, el fustán se hizo con ese material casi transparente. Pero el fustán o enagua, por lo general blanco o negro, es lo que  evita la estática de la falda sobre la piel, sobre todo si se utilizan medias.  ¿Verdad que ya no suena tan mal?

Ese fustán que conocemos ahora es una de las prendas más sexy que pueden existir. En serio.  Lo terso de la tela, el encaje al final, el elástico en la cintura… Imaginen a la mujer de sus sueños, llegando a casa, quitándose la ropa de trabajo mientras camina a la habitación, hasta quedar en tacones y fustán. El roce de esa faldita traslúcida en su piel, dejando entrever lo mínimo de las bragas como provocando un saludo lejano…

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4. Combinación

Es el mismo fustán, pero completo. Con la misma utilidad para usarse debajo de los vestidos vaporosos o delicados, evitar en la piel el roce de la tela incómoda de la ropa y/o evitar estática. Algunas mujeres la usan en lugar del brassiere o sostén. En lo personal, prefiero un millón de veces más esta opción de vestido interno que el detestable sostén con sus metales y elásticos apretando la piel.

Además, igual que sus similares, la combinación es una hermosa lencería instantánea con solo quitarse la ropa del  trabajo.

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De la combinación se tomó  la idea para elaborar las actuales prendas modeladoras  y reductoras. ¿Ya no suena tan mal, verdad?

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5. Pantaletas

Conocidas inicialmente como Culotte 1930. Sí, de ese nombre salió la palabra que ahora gritan en la calle los atrevidos a una mujer con amplio trasero… ¿ya podemos avanzar?

Las pantaletas no son más que un fustán pero con aberturas para piernas.

Su origen se remonta a la era de la liberación femenina y los movimientos hippies que vieron el uso de prendas íntimas como restrictivo, machista y superficial, revelándose y creando versiones más acordes a la época. Así nacieron los antiguos girdles:

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Probablemente a estas alturas del escrito, ya estará diciendo “igual que la faja para la barriga” y quizás tenga razón, pero  la idea cambia un poco cuando entendemos de dónde viene cada cosa.

Las pantaletas también recuerdan a las enaguas de las abuelas,  pero honestamente es una prenda muy sugerente: es interior, pero deja ver lo necesario; es delicada, pero en forma de pantaloncillo; tiene la tarea de protección, pero es suave al tacto.

Además, de un girdle vino la idea del primer liguero:

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Que ahora vemos así:

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Alguien me decía que la ropa interior antigua le recordaba a los calzones bombachos de La Chilindrina o de Doña Florinda, con sus rulos en la cabeza, que no es lencería si no incluye un liguero, encajes y un baby doll etéreo. Pero,  ¿de dónde creen que salió todo eso?

Pues de esto:

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Salió esto:

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Por más que estas prendas nos recuerden a nuestras madres o abuelas, a la incomodidad del uniforme escolar de la adolescencia, debemos agradecer que ahora sirven como adorno para  momentos riquísimos.

Honestamente,  pocas cosas tan sexy como la lencería vintage. Intenten. Nada pierden con una una clase privada de historia… 😉

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