“Call Me By Your Name” celebra el misterio del amor

¿Cuándo fue la primera vez que nos enamoramos? Call Me By Your Name, nominada este año a cuatro premios de la Academia —incluida la categoría de Mejor Película—, ilumina la memoria con un retrato luminosamente melancólico de nuestros más íntimos deseos y anhelos.


Para este año, se ha oído hablar de pocos estrenos con la misma mezcla de reverencia y cariño que la despertada por Call Me By Your Name, la obra maestra de Luca Guadagnino, nominada a tres categorías por la Academia.

Timotheé Chalamet interpreta a Elio Perlman, un joven sensible e introvertido. Su padre, un profesor de arqueología, recibe en la estancia familiar a Oliver (Arnie Hammer), un extrovertido e intrigante estudiante doctoral que está en Italia para ayudarle con sus investigaciones. Aunque las personalidades de Elio y Oliver pareciesen radicalmente diferentes, la convivencia permite que entre ellos crezca un lazo cada vez más intenso e innegable.

Enmarcada en la década de los ochentas, esta película es un recuerdo que dura dos horas. Visualmente es imposible no sentir la calidez del verano italiano, el vaivén del agua a nuestro alrededor, la pereza de las horas ociosas, lentas. Desde el inicio somos invitados no a esperar algo en específico, sino a recostarnos un rato sobre el césped e ir atrás a un tiempo que no es el nuestro, pero se siente increíblemente personal.

No tenemos ante nosotros un drama desgarrador, una trama oscura o trágica. El progreso de la relación entre Elio y Oliver crece a su propio ritmo, sin más tropiezos que la natural torpeza de dos personas que se descubren vulnerables, poco a poco. Incluso en aquellos momentos donde el sentimiento es intenso no existe mártir alguno; la carga es llevada con gracia e inocencia sobre los hombros de dos personas.

Aunque ambos protagonistas están atraídos hacia alguien del mismo sexo, el tema no ahoga el desarrollo de la historia. Por el contrario, es tratado con una levedad digna que no le resta peso, pero tampoco lo fetichiza. Resulta curioso que, aún en un hogar donde abunda la cultura y apertura mental, la primera aceptación que necesitemos desesperadamente sea la nuestra.

Tampoco es motivo de escándalo la moderada diferencia de edades entre Elio y Oliver: es la rara ocasión en que el consentimiento es manejado de una manera sensible y natural, con la bendición de los padres del primero, que intuyen correctamente lo que la experiencia significará en un futuro para él.

Oliver hace crecer a Elio, dejándolo más cómodo en su propia piel, y el símbolo perfecto es la estrella de David, su identidad judía. Elio permite que Oliver redescubra una sensibilidad sobre la que siempre está alerta. En este sentido, ambos se dan el regalo de la vulnerabilidad.

Llámame por tu nombre y yo te llamaré por el mío, cuando tú te abres, yo me abro contigo.

Con tan solo 22 años de edad, Timothée Chalamet ha sido nominado en la categoría de “Mejor actor en un rol protagónico” en la nonagésima edición de los premios Oscar.

A nivel de motivos, la poderosa simbología visual y las analogías que establece con la realidad a su alrededor nos regresa a un estado de contemplación. En cierto sentido, nos estudiamos constantemente; los afectos y deseos son los tesoros antiguos que extraemos de nuestra historia personal. En lugar de etiquetarlos, es entenderlos y abrazarlos en toda su compleja belleza lo que nos permite, parafraseando al padre de Elio, no quedarnos vacíos para los demás. Sentir es la única salida frente a una realidad que, si bien nunca dejará de ser complicada, alguna vez nos regalará encuentros profundos, memorables.

Con excepcionales actuaciones, especialmente de Chalamet y Hammer, no toma demasiado para que cada personaje crezca un poco en el corazón y nos haga recordarnos a nosotros mismos ante el primer amor. No a la primera pareja o la primera relación; al primer vínculo indeleble que establecimos con una persona que, presente o no, dejó una tenue cicatriz que no duele, pero brilla.

Call Me By Your Name, al final de todo, no es una película de amor. Es una película sobre el amor.  Sobre la fuerza con que nos transforma, nos transmuta y nos abre a la vida. No es casualidad entonces que su historia florezca en verano, la estación donde todo se extiende y expande a la luz apasionada del sol.

¿TE HA GUSTADO EL ARTÍCULO?

Suscríbete al boletín y recibe cada semana los contenidos en tu email.