Batirse en retirada: 10% de oficiales han abandonado la FAES

136 oficiales, desde subtenientes hasta coroneles, abandonaron la Fuerza Armada en los últimos cinco años; esto es equivalente a dos promociones de cadetes de las que la Escuela Militar gradúa cada año y a cerca del 10% del total de oficiales de alta. Factum conversó con oficiales que ya dejaron las filas castrenses y con otros que aún están de alta pero ya decidieron salirse. La inseguridad, los bajos salarios y la inconformidad con quienes dirigen la institución están entre los motivos de retirada.

Foto FACTUM/Archivo


Luis tiene miedo. Está preocupado. La incertidumbre lo ronda desde que la pandilla Barrio 18 Revolucionarios exigió a sus suegros que entregaran 6,000 dólares a cambio de no hacerles daño. Una mañana de 2016, los ancianos encontraron un papel en el patio de su casa, en una colonia de Apopa, al norte de San Salvador. Los pandilleros, decía el manuscrito, ya sabían que el niño que la pareja cuidaba era hijo de un militar: Luis es un oficial de la Fuerza Armada de El Salvador.

– “¿Y de dónde íbamos a sacar ese dinero?”, se pregunta el militar, quien gana poco más de mil dólares mensuales antes de los descuentos de ley. Luis, quien es miembro de una unidad especial, pide reserva de su nombre, grado y otros datos; teme, entre otras cosas, represalias de sus superiores por las cosas que tiene que decir.

Luis, que ha estado de alta 16 de sus 36 años, es padre de un niño de 6 y está casado. Hoy teme por él su familia; teme ser asesinado por trabajar en una institución que le paga un salario que no compensa, según dice, el riesgo de morir a manos de pandilleros.

Desde que las amenazas empezaron, Luis piensa muy en serio en la opción de batirse en retirada.

Datos proporcionados por la oficina de Información y Respuesta del Ministerio de la Defensa revelan que en los últimos años ha habido una desbandada importante de oficiales superiores (con grados de mayor, teniente coronel y coronel) y de oficiales subalternos (subtenientes, tenientes y capitanes).

Los datos de Defensa indican que, entre 2012 y 2016, 114 oficiales, entre subtenientes y coroneles, solicitaron retirarse de la Fuerza Armada. De esa cantidad, 37 son oficiales superiores. Otros 22 desertaron.

De acuerdo a un oficial de alta consultado por Factum, en el Ejército hay unos 1,300 oficiales de alta, lo que significaría que la cifra de deserciones en los últimos cinco años ronda el 10%.

Otro dato que habla sobre la retirada de oficiales de la Fuerza Armada son los 16 tenientes que desertaron –no pidieron la baja, sino que se fueron sin más trámite– entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2016.

Algunos de quienes abandonan el Ejército se van porque tienen que permanecer en la institución con un grado y un sueldo que no da para mucho, por lo que optan por alternativas que ofrecen mejores condiciones. Una muy popular, de acuerdo a oficiales consultados para este reportaje, es viajar a los Emiratos Árabes Unidos a trabajar como agentes de seguridad privada con alguna empresa contratista de compañías petroleras.

Otros oficiales se han ido porque no han querido seguir bajo el mando de un ministro de Defensa al que cuestionan su grado de general -el ex presidente Mauricio Funes otorgó ese grado a David Munguía Payés; gobiernos anteriores de ARENA le habían negado el ascenso. Y hay quienes no toleran servir bajo las órdenes de un comandante en jefe que fue comandante de la guerrilla del FMLN.

Y los hay, como Luis, quienes se van huyendo de la violencia, de las pandillas.

Para conjurar el peligro contra sus suegros, Luis optó por sacarlos de la colonia en que vivían en Apopa. Pero eso no fue suficiente. Hace unas semanas, Luis recibió dos llamadas telefónicas; le dijeron que lo habían visto uniformado, que ya sabían que es militar.

Luis vive en una colonia de un municipio al oriente de San Salvador, donde manda la pandilla Barrio 18 sureños. En esa colonia, hace un par de años, un grupo de pandilleros rodeó la casa de un capitán que por esos días estaba asignado al Comando de Fuerzas Especiales del Ejército. El oficial tuvo que llegar con una sección de soldados y dos carros blindados a sacar a su familia.

Las dos llamadas han acrecentado los temores de Luis y de su esposa. Pero, por ahora, es poco lo que pueden hacer: no tienen posibilidades de mudarse de casa. En todos lados está igual, dice Luis. Además, las finanzas no le dan para pagar el alquiler de una casa en una residencial privada en Santa Elena, Antiguo Cuscatlán, de las que hay sobre la carretera al puerto La Libertad, o, para el caso, en cualquiera de las residenciales de clase media alta de San Salvador, donde el acecho de las pandillas es casi inexistente.

La única opción más real que Luis ve es solicitar la baja; batirse en retirada, como cuando un jefe militar sabe que la batalla está perdida y es mejor salvar su vida y la de la tropa… O, en última instancia, cometer el delito militar de abandono de servicio, que en palabras sencillas significa desertar. La deserción es un delito militar que se castiga hasta con cárcel. Sin embargo, de los 22 oficiales que desertaron en 2016 no hay ninguno preso.

El 9 de febrero, Factum solicitó al jefe del Centro de Comunicaciones y Protocolo de la Fuerza Armada, coronel José Víctor Gómez González, una entrevista con el ministro de Defensa para conocer la versión de la Fuerza Armada respecto de la cantidad de oficiales que en los últimos años han abandonado esa institución; pero al cierre de este reportaje, el jefe militar no había respondido la solicitud.

Decenas de pequeñas banderas de El Salvador son llevadas por soldados del Comando de Transmisiones de la Fuerza Armada, durante el desfile militar.
Foto FACTUM/Salvador Meléndez

Del cuartel hacia el Norte

Su grado militar y los cargos que ha desempeñado han ayudado a Luis a obtener la visa estadounidense por varios años. Su esposa y su hijo también la tienen. Esos documentos son parte importante de los planes que la familia está a punto de ejecutar. Piensan ir a Canadá a buscar refugio.

No ha sido raro para Luis, debido a su rango, quedar a cargo durante los fines de semana de todo un cuartel o, cuando menos, estar al mando permanente y directo de unos cien elementos de batallones en brigadas y destacamentos. El oficial sabe que en Canadá tendrá que olvidarse de tener personal bajo su mando y de los privilegios que en El Salvador le da su grado militar. Se ha hecho a la idea de que irá a trabajar de lo que sea con tal de cambiar la situación de peligro por la que en este momento está atravesando junto a su familia. Como cientos de miles de salvadoreños.

Canadá no es un destino antojadizo. Allá hay varios oficiales a los que Luis conoce; algunos fueron sus compañeros de promoción en la Escuela Militar. Ellos y otros, mayores que él, son una especie de avanzadilla, para usar la jerga militar; son ellos quienes le han sugerido que se vaya. Esos ex compañeros le han asegurado que, en el Norte, la vida le cambiará.

– “Venite, yo vivo en Montreal y aquí te echo la mano”, le ha dicho José Hernández, un capitán que se fue a Estados Unidos con su esposa e hijos; cruzó la frontera de Estados Unidos con Canadá y, una vez en suelo canadiense, pidió refugio bajo el argumento de sentirse amenazado por pandillas.

El capitán Hernández ahora tiene estatus de refugiado en Canadá. En su cuenta de Facebook publica con aparente júbilo fotos de su nueva vida y de su nuevo empleo. Allá ha nacido el último de sus hijos. Cuando Hernández pidió refugio, en El Salvador incluso se reportaron ataques de pandillas a las residencias privadas de militares.

El problema entre militares y pandilleros arreció a finales del 2009, cuando el entonces presidente de El Salvador, Mauricio Funes, ordenó sacar de los cuarteles a los militares para que apoyaran a la Policía Nacional Civil en tareas de seguridad pública. El 9 de septiembre de 2010, Funes ratificó la Ley de Proscripción de Pandillas luego de que estos grupos ordenaran un paro al transporte público que se hizo sentir con mucha fuerza a nivel nacional.

Semanas después de aquel paro, mediante una prórroga al Decreto Ejecutivo No. 60, el mandatario dio mayores responsabilidades a los militares, como el control de los centros penales debido a la corrupción que había entre los custodios penitenciarios que dejaban ingresar armas, drogas y teléfonos celulares.

Las pandillas comenzaron a ver a los militares como objetivos. Desde finales de 2010, durante todo el 2011 y principios del 2012, las pandillas asesinaron a varios mientras estaban de licencia. Una cifra: entre diciembre de 2010 y el 15 de febrero de 2011, ocho militares fueron asesinados por miembros de pandillas.

La zona norponiente del departamento de La Libertad fue una de las más afectadas por estas vendettas. El 12 de febrero de 2011, por ejemplo, fue asesinado el sargento mayor Fidel Ángel Molina Zavala en el cantón Valle Nuevo, en San Juan Opico.

En diciembre de 2011 el soldado Élder Arcadio Bautista Valenzuela fue privado de libertad cuando iba como pasajero de un microbús de la ruta 109. Iba para su casa, a pasar un fin de semana de licencia. Bautista Valenzuela fue asesinado con mucha crueldad: antes de que muriera, uno de los asesinos le quitaba pedazos de piel para darle de comer a su perra, un animal de la raza pitbull. Así lo contó un pandillero que decidió colaborar con las autoridades, según consta en el proceso judicial tras el cual varios miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) de la clica Cinco Cedros Locos Salvatruchas, del cantón Ateos, La Libertad, fueron condenados por ese crimen y por los asesinatos del motorista y cobrador del microbús donde privaron de libertad al soldado.

A mediados del 2012, el capitán Hernández, quien trabaja en Canadá en una compañía petrolera, recibió una amenaza de la MS13, que había estado asesinando a militares en la zona norponiente de La Libertad. La amenaza vino de un pandillero conocido: “Por ahí vemos a tu familia bien seguido”, fue parte de la advertencia.

Después de eso, Hernández no lo pensó mucho. Dijo al Ejército que le había salido la residencia en Estados Unidos -algo que no era cierto- y solicitó la baja. El oficial abandonó su carrera militar tras más de 20 años de servicio para buscar otra vida, alejada de la violencia. En octubre de 2012 le aceptaron la solicitud de baja. En noviembre ya estaba en Canadá.

Luis, por su parte, ya lo tiene decidido: en los próximos días presentará su renuncia. Atrás dejará una carrera que comenzó hace unos 20 años. Fueron cuatro años de estudio (ahora son cinco) para graduarse como subteniente y comenzar a ganar un sueldo de poco menos de mil dólares. Una de las ventajas para estos cadetes es que al graduarse como subtenientes tienen un trabajo seguro, a diferencia de otros graduados universitarios. Pero hoy esa seguridad laboral suena a poco ante la zozobra que produce el miedo de saber amenazada a la familia.

Batirse en retirada

El capitán Hernández es hoy uno más en la lista de oficiales de la Fuerza Armada que entre el 2012 y el 2016 abandonaron su carrera militar por diversas razones, entre las que destacan tres de acuerdo a oficiales de alta y retirados consultados por Factum: por seguridad, por descontento con el alto mando y porque los salario no les alcanza.

Para ilustrar la dimensión del problema, el capitán Hernández prefiere hacer la cuenta de cuántos han quedado. En su aritmética, de un grupo de 50 cadetes que se graduaron con él como subtenientes solo quedan 23; del resto, dos fueron asesinados, uno está preso en Estados Unidos (el capitán Héctor Antonio Martínez Guillén, por tráfico de armas, explosivos y drogas, entre otros delitos) y los otros 24 han solicitado la baja. Es decir, la mitad de una sola promoción de oficiales ya abandonó la Fuerza Armada.

De los 114 oficiales que según Defensa solicitaron retirarse entre 2012 y 2016, 37 son mayores, tenientes coroneles o coroneles, rangos superiores en el argot militar (quienes los ostentan son llamados oficiales jefes). En este nivel parece que las motivaciones no tienen tanto que ver con la seguridad sino con el descontento respecto al mando. Y el disgusto en algunos es tal que han dejado la carrera a poco de alcanzar las metas máximas de posición o rango.

– “Mi argumento fue por alcanzar mi período mínimo de pensión, pero en realidad ya no quería estar de alta por no servirle a los sinvergüenzas del gobierno y el ministro de Defensa”. Así respondió el teniente coronel Manuel Martínez al preguntarle por qué se retiró de la Fuerza Armada cuando le faltaban pocos años para alcanzar el grado de coronel y, ya con él, retirarse con una pensión del cien por ciento. En 2014, este oficial tenía 26 años y medio de servicio; al solicitar la baja, la pensión por retiro le quedó en un 84 por ciento, según la tabla de pensiones del Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada (Ipsfa).

Martínez era uno de los últimos oficiales de alta en la Fuerza Armada que lucharon durante el conflicto armado en el que la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, ahora convertido en el partido FMLN, era el enemigo a destruir, a aniquilar.

De acuerdo con registros de la FAES, entre 2013 y 2015 cinco coroneles solicitaron su retiro; entre el 2012 y 2015, a 12 tenientes coroneles se les resolvieron a favor de solicitudes similares; uno de éstos fue Martínez. Y entre el 2012 y 2016 fueron veinte los oficiales con grado de mayor que abandonaron la institución armada.

¿Qué está pasando para que 37 oficiales superiores se hayan retirado de la Fuerza Armada antes de cumplir su tiempo de servicio?

Una vez que un oficial con grado de mayor aprueba el curso de Diplomado de Estado Mayor (DEM) solo le queda esperar el tiempo de servicio con su grado para ir ascendiendo. De teniente coronel deben esperar seis años para que les den el grado de coronel. Quienes alcanzan el rango de mayor deben esperar siete años para ascender a teniente coronel. Son siete años que deben permanecer ganando mil 500 dólares menos los descuentos.

– “¿Y usted no aspiraba a ponerse la otra estrella?”, la de coronel. La pregunta está dirigida a Martínez.

– “Posiblemente, pero mi orgullo, honor y dignidad de militar es más grande que esa aspiración, porque el enemigo sigue siendo enemigo aunque duerma con uno”, responde. Y sigue: “La mayoría de los que nos retiramos es porque no estamos de acuerdo con las nuevas políticas, tanto del ministro (de Defensa, David Victoriano Munguía Payés) como del gobierno. Y si no, mirá cómo nos tienen con las pensiones”. La alusión de Martínez es a la precaria situación financiera del Ipsfa.

Otro jefe militar entrevistado expone razones similares a las del teniente coronel Martínez cuando explica por qué solicitó la baja en el 2015 (se la concedieron el 31 de diciembre de ese año). Se trata del coronel José Antonio Castillo Ortiz, un hombre alto, fortachón, pelo recio, piel morena y ojos claros.

En noviembre del año anterior, Castillo Ortiz cumplió los 50 años y de un plumazo en un papel borró sus aspiraciones de comandar una unidad militar.

– “Me encontraba en el punto máximo de mi carrera, que es el punto en el cual un oficial puede ser elegido para comandar una unidad militar, y que es la aspiración máxima de un militar”, explica.

Pero Castillo optó por retirarse con 29 años de servicio, aunque por un año, mientras cumplía los 50, no recibiría la pensión que el Ipsfa estaba obligado a darle.

“En ese período (cuando era elegible para comandar una brigada) yo hice una valoración de tipo personal. El recto honor militar no me permitía estar al mando de una unidad militar y tener como comandante general de la Fuerza Armada de El Salvador a una persona que no cumplía con los requisitos que el honor militar le exige a los ciudadanos militares”.

Al preguntarle a qué se refiere cuando dice que el presidente Salvador Sánchez Cerén no cumple con los requisitos para ser el comandante en jefe de las Fuerza Armadas, Castillo Ortiz hace referencia a señalamientos de violaciones a los derechos humanos que pesan contra el ex comandante guerrillero. El ex oficial, no obstante, habla en general de la comandancia del FMLN, a la que se atribuyen ejecuciones sumarias cometidas durante la guerra; Sánchez Cerén era parte de esa cúpula.

Uno de los documentos que el coronel Castillo cita en su argumento contra el presidente Sánchez Cerén es el informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, publicado el 15 de marzo de 1993 y el cual detalla la autoría de crímenes de guerra y atrocidades cometidas por ambas partes en el conflicto armado que protagonizaron la Fuerza Armada de la que habla con nostalgia este militar y la guerrilla de la que el actual presidente fue comandante. En ese informe 9 de cada 10 crímenes fueron atribuidos al Ejército.

Hoy, Castillo habla con nostalgia pero sin tapujos de su carrera en esa Fuerza Armada, de lo que está dejando atrás. Pero insiste en que prefirió solicitar la baja antes que seguir siendo subalterno del actual comandante en jefe. Esa convicción, dice el militar, fue más fuerte que la certeza de que de haber seguido activo hubiese llegado a estar al frente de una guarnición militar.

“Un verdadero soldado jamás se irá por estar insatisfecho con la institución. Tampoco puedo decir que estaba insatisfecho con el mando. Lo que puedo decir es que mis convicciones y mis principios estaban por encima de mis más grandes deseos. Mi familia siempre apoyó mis decisiones. En mi caso, podría haber continuado dos o tres años; era coronel de segundo año cuando me retiré. Prácticamente lo que me faltaba era concluir mi carrera como comandante”, dice.

Soldados del ejercito de El Salvador, permanecen alerta en una instalación militar improvisada en el interior del país.  10% de los oficiales de la Fuerza Armada han desertado en los últimos años según cálculos de Factum realizados con base en datos proporcionados por esa institución.
Foto FACTUM/Salvador MELENDEZ

La moral de la tropa

No son solo las convicciones, son también los salarios.

“Hay un problema muy grave de moral en las filas de la FAES; por muy largo tiempo no ha habido un incremento salarial significativo tanto para los oficiales de todo nivel como para la tropa”. Así explica Castillo los altos números de oficiales que en los últimos años han optado por retirarse de la Fuerza Armada.

Castillo y otros oficiales entrevistados para este reportaje hablan también de la inconformidad por múltiples descuentos salariales.

Hernández, el capitán que pidió refugio en Canadá, dice que a él, con todos los descuentos, el sueldo líquido que le entregaba apenas rozaba los mil dólares. Su salario nominal era de mil 322 dólares.

El coronel Castillo explica los descuentos fijos que le hacen a todos los oficiales. Un 10.5 por ciento es para el Ipsfa; les descuentan el 4 por ciento para el Hospital Militar; y entre ocho y 12 dólares para un seguro médico que es obligatorio para cubrir gastos o tratamientos médicos que el hospital no puede proporcionar. Luego menciona el 2 por ciento como renta que va a dar a las arcas del Ministerio de Hacienda, 20 dólares como membresía del Círculo Militar, 10 dólares como membresía de la cooperativa de la Fuerza Armada y 50 dólares de alimentación.

Este año, a partir de enero, se agregó otro descuento según consta en un memorando firmado por el actual jefe del Estado Mayor del Ejército, el recién ascendido a general de brigada Guillermo Adolfo Herrador Peña. En el mensaje, código G3C-220, No. 032 E-1/Moral, se ordena que cualquier miembro de la Fuerza Armada, sea oficial, tropa, administrativo o de banda de música, que tenga vehículo automotor (automóvil o motocicleta) deberá adquirir un seguro médico de riesgos nombrados.

Todos los oficiales, además, pagan un porcentaje de su salario para tener derecho a los servicios médicos del Hospital Militar, y pagan un seguro médico cuyas cuotas oscilan entre los ocho y 12 dólares, dependiendo lo que cubra la póliza. Hoy pagan el seguro de riesgos nombrados. Es decir, desde enero de este año, tienen tres seguros médico-hospitalarios.

El coronel Castillo, quien forma parte de un grupo de salvadoreños que pretende formar el partido Poder Ciudadano, no cree que la mayoría de oficiales que han pedido la baja o que han desertado lo hayan hecho por haber sido amenazados por pandillas.

El hecho de que algunos oficiales hayan optado por buscar suerte en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, refleja que el económico ha sido un motivo importante de abandono según el razonamiento de este coronel. “No creo que los aspectos de seguridad sean las razones por las cuales el oficial esté abandonando la carrera”, afirma.

“Las perspectivas de la vida cambian y, la verdad, uno se da cuenta en las unidades (a las que son asignados al graduarse), de que todo lo que le enseñan en la Escuela (Militar) es mentira”, dice un teniente que recién solicitó la baja para dedicarse a la ganadería y a quien solo se identificará como Portillo.

A Portillo, a Luis, el oficial que pronto pedirá la baja, y al capitán Hernández, que vive en Canadá, la dificultad para ascender de grado y el valor real de salarios que han estado congelados desde hace al menos nueve años  terminaron por motivarlos a salir de la Fuerza Armada.

Según la Ley de la Carrera Militar, un subteniente debe pasar cinco años con ese grado; los tenientes y capitanes, seis. Los que más afectados resultan son los mayores, pues deben permanecer siete años con ese rango. Los tenientes coroneles y coroneles pasan con esa categoría igual tiempo que los tenientes y capitanes. Lo anterior equivale a decir, según Luis, que un mayor pasará siete años ganando un mismo salario: aproximadamente mil 500 dólares, sólo 188 dólares más que un capitán, quien tiene un salario de mil 322 dólares.

Para los oficiales subalternos, la diferencia de sueldos parece ser de poco menos de 200 dólares. Un teniente gana mil 70 y el subteniente, 900 dólares. Esas son cifras que da Luis, quien está en la categoría de oficial subalterno. A esas cantidades habrá que restarles todos los descuentos enumerados anteriormente por el coronel Castillo.

De acuerdo con Luis, la última nivelación salarial que hubo para los oficiales fue hace nueve años. Cuando el general Munguía Payés fue nombrado ministro de Defensa, les aumentaron 50 dólares a todos.

Dubái, la última trinchera

“Me llama mucho la atención el caso de los oficiales subalternos. 99 es una cifra muy alta. Son oficiales que están a la mediana edad y que tienen todas las expectativas de coronar su carrera de forma sobresaliente”, dice el coronel Castillo al hablar de los 77 militares con rangos menores que pidieron la baja y de los 22 desertores.  “Alguien debería estar poniendo atención a un problema de moral muy significativo”, reitera.

Lo más grave, dice, es que oficiales estén desertando en un período de paz. “Es preocupante y anormal porque eso quiere decir que hay un problema de moral muy grande”.

Según datos de la Oficina de Información y Respuesta del Ministerio de Defensa, del 1 de enero al 31 de diciembre de 2016, cinco capitanes, 16 tenientes y un subteniente cometieron abandono de servicio, lo que equivale a decir, simple y llanamente, que desertaron. Se fueron sin hacer ningún trámite: no regresaron a las unidades que estaban asignados.

Portillo, ahora convertido en ganadero, es uno de los 99 oficiales subalternos (subtenientes, tenientes y capitanes) que entre el 2012 y 2016 abandonaron las filas de la Fuerza Armada. En esa cantidad destacan los capitanes. Son 56 los que se han ido de baja por solicitarla o desertados. Le siguen los tenientes, con 34, de los cuales 16 desertaron durante el 2016. Y de los nueve sub-tenientes, ocho la solicitaron y uno desertó.

Tanto Portillo como Luis, el oficial que planea ir a refugiarse a Canadá, creen también que los problemas económicos están catapultando a oficiales jóvenes a buscar sus propias soluciones.
Luis también conoce algunos casos de oficiales jóvenes, con grados de capitanes, se han ido para Dubái.

Habla de un capitán de quien solo da un nombre, Fabricio, quien es uno de los hace poco tiempo se replegaron a lo que consideraron su última trinchera para defenderse de sus problemas económicos: uno de los emiratos donde un teniente o un capitán subcontratado por una empresa de seguridad gana, por mes, tres o cuatro veces más de lo que aquí pasarían ganando durante seis años.

En ese punto, el coronel Castillo considera que la fuga de todo ese recurso humano es una pérdida, un gasto para el Estado Salvadoreño.

“El cadete desde que ingresa a la Escuela Militar se convierte en un becario del Estado. Es el Estado el que asume los gastos de formación. Imagínese lo que significa estar manteniendo a un cadete, darle alimentación, mantenerlo con salud, desarrollarlo, pagar toda su formación académica durante 5 años. ¡Debe ser un gasto grande, un costo muy alto! Se está perdiendo recurso humano y eso es una pérdida para el Estado”, concluye.

 

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