A Monseñor José Luis Escobar Alas

Espero se encuentre bien, y que el Espíritu de Dios le brinde valor y dignidad en estos momentos tan tumultuosos para vuestra diócesis.

El Evangelio según Lucas (Lc12, 2ss) nos recuerda lo dicho por nuestro común Señor y Maestro Jesús:

“Nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado en aposentos se proclamará desde las azoteas”.

Las denuncias de los casos de pederastia contra el clérigo de su diócesis han permitido sacar a la luz de la palestra pública un problema, que ha sido conocido por muchas personas, pero que quedaba relegado en lo más oscuro de la institución, en el silencio cómplice, del que no podemos ser parte como Sacerdotes de Cristo, ese silencio que está invisibilizando a las víctimas que viven en soledad su dolor y su estigma.

Señor Arzobispo, cuando usted dice que no ha sobornado a nadie y lo jura ante Dios, es creíble; sin embargo, por su investidura y responsabilidad ante su arquidiócesis ha callado, calló cuando no había que callar.

Es sabido que no es la primera vez que se denuncian este tipo de casos en el seno de vuestra arquidiócesis. Por ello es inadmisible apelar al desconocimiento, sobre todo usted como la máxima autoridad de una de las instituciones religiosas más poderosas en nuestro país.

Esta es, sin dudas, la oportunidad para abordar el tema en toda su vasta extensión, para someter al clero a la justicia penal de una forma efectiva y evitar estos y otros delitos de distinta índole. Porque no basta con destituir de cargos y privilegios, no, no, señor Arzobispo.

Esta es una oportunidad para usted de recuperar la robustez moral de su arquidiócesis, acompañando a las víctimas y contribuyendo verdaderamente a la justicia en los casos donde su clero ha ejercido el poder como victimarios.

También es una oportunidad para la sociedad civil para hacer visibles las crudas problemáticas que implican la trata de personas, la explotación sexual de toda índole y el tráfico de tejido humano; problemas reales que suceden día a día en nuestro país: como los crímenes de pederastia, los crímenes de odio contra la comunidad LGBTI, los feminicidios, la violencia vinculada al narcotráfico, entre otros tantos, en los que usted lamentablemente guarda silencio.

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Queda evidenciado, de nuevo, que la jerarquía de Iglesia Católica Romana no tiene su fundamento en las enseñanzas del llamado Jesús histórico.

Hoy más que nunca debe ser consciente que las y los teólogos cristianos de mi generación cada vez más estamos involucrados y comprometidos con las raíces, valores y principios de Jesús de Nazaret, reconociendo y respondiendo a la necesidades de fe y espiritualidad de un momento histórico pre apocalíptico como el que vivimos.

Debe apegarse al espíritu del movimiento de Jesús, seguir el Espíritu Jesuano. Duele que se utilice el nombre en vano de nuestro Maestro, el Cristo, para defender a aquellos que, como los fariseos, hoy trabajan entre humo y espejos.

No basta con seguir las enseñanzas de Pablo, debemos dirigir nuestra mirada a Jesús.

Otra “iglesia” (de Cristo) es posible si construimos sobre los fundamentos comunitarios y de amor a los que nos llamó el carpintero Nazareno.

Señor Arzobispo Monseñor Alas, fui bautizado por uno de los sacerdotes de su arquidiócesis denunciados por pederastia, lo cual me abruma y asusta, llevándome a reflexionar sobre lo lamentable que es, que una persona que abusa de lo más sagrado y además perjura contra los valores y principios más importantes para un sacerdote vocacionado, pueda administrar los sacramentos y vivir impune por tanto tiempo.

Es por eso, que aprovecho esta carta para hacer mi solicitud expresa para ejercer mi legítimo derecho a abandonar de manera formal la institución a la que usted representa y a la cual fui incluido sin mi consentimiento.

Exijo y ejerzo, como protesta y de manera pública, mi derecho a apostatar de la Iglesia Católica Romana.

Señor Arzobispo, las máscaras caen y usted se encuentra en una posición donde puede marcar la diferencia para con su prójimo, simplemente haciendo buen uso de su libre albedrío, siguiendo el sueño de Jesús de que todos seamos UNO, simplemente siendo coherente con el mensaje de Jesús de Nazaret, el camino, la verdad y la vida.

Recuerde su compromiso, recuerde que somos llamados a ser la Sal y la Luz del Mundo.

¡El Silencio no callará!

San Salvador, 9 de diciembre de 2015.


*Martín Díaz es reverendo de la Iglesia Evangélica Protestante de El Salvador (IEPES).
Esta columna fue publicada originalmente en Diacrónico y republicada en Revista Factum con autorización del autor.

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