La historia que Bergoglio no cambiará. Espiritualidad y sustancias psicoactivas.

Observando el vínculo del ser humano con las sustancias psicoactivas a lo largo de la historia, se puede determinar que su uso espiritual aún hoy es usual, pero muchas personas son víctimas del prohibicionismo. La consecuencia es que no saben nada del tema pues es tabú hablar de ello y aceptan sin reflexionar las políticas represivas y punitivas impuestas. Aquí ofrezco un acercamiento sobre la relación entre el ser humano, las plantas sagradas y la iglesia de Roma.

Como seres humanos tenemos intrínseca la necesidad de una búsqueda de lo Trascendente (Dios).

Desde la antigüedad existe un estrecho vínculo entre la espiritualidad y las sustancias psicoactivas que se utilizaban y se utilizan con el fin de acceder a un estado de conciencia sensible a lo Trascendente.

Sacerdotes y religiosos/as de prácticamente todas las religiosidades y culturas y en todos los tiempos han usado sustancias naturales o sintéticas para ejercicios espirituales y/o para rituales de sanación. En muchos casos las sustancias acompañaron y acompañan rituales de iniciación. Por ejemplo, en el cristianismo católico romano, la primera comunión va acompañada del pan y el vino, esta última es una sustancia psicoactivante, que en esta iglesia y en el cristianismo en general simboliza la sangre de Cristo. Y esto se repite en cada ocasión en que se toma la santa cena.

Otras comunidades de otras cosmovisiones usan sustancias vegetales como la Ayahuasca, el Peyote, Hongos Psilocíbicos, etc. Estos ejemplos se repiten en casi todas las religiones y a lo largo de toda la historia humana. Existen testimonios en diversas fuentes literarias, tanto religiosas como medicinales. Para ahondar recomiendo la lectura de la “Historia General de las Drogas”, del filósofo español Antonio Escohotado, una lectura indispensable para comprender la profundidad de las raíces del tema de las drogas.

Un detalle importante y fundamental a tener en cuenta es que previo a los rituales de iniciación, la o el candidato recibe una preparación intelectual y emocional en la que aprende el respeto por la sustancia y su valor simbólico, los cuales deben ser del mayor interés para el neófito; no sólo por la significación peculiar, sino porque abre un campo extenso y bello de investigaciones: el que abraza el simbolismo de las plantas sagradas.

En todos los antiguos sistemas iniciáticos y religiosos hubo y hay siempre una planta sagrada que tiene su simbolismo especial y es venerada por los devotos como Sagrado Emblema. Algunos ejemplos: en los misterios Dionisos se empleaba la Hiedra; en los de Ceres, el Mirto; en los de Osiris, la Erica; en los de Adonis, la Lechuga; en los de Jesucristo, la Vid. En varios se utilizaba —y aún se utiliza— la marihuana, como en el Rastafarismo de tradición judeo-cristiana o en rituales de purificación hindúes, por mencionar algunos.

Hacia mediados del siglo XVIII el conocimiento de la naturaleza práctica sobre antídotos, tratamientos de heridas y enfermedades provenientes del mundo mágico-religioso de cada área cultural empezó a ser un esquema considerado por la medicina empírica como una falacia sanitaria. En efecto, hasta la medicina más empírica aparece siempre ligada a ensalmos en la
antigüedad, como lo describe Escohotado.

Todavía durante el siglo IV A.C. —en plena expansión del racionalismo griego— Platón hace decir a Sócrates que el pharmakon devolverá la salud “si al usarlo se pronuncia el ensalmo oportuno”. De ahí que actualmente se tienda a invertir el orden evolutivo en la historia de la medicina, considerando que rituales de purificación y demás elementos catárticos fueron lo primero, y que mucho después aparecieron nociones terapéuticamente secularizadas.

Hasta el surgimiento de la medicina hipocrática (alópata) puede decirse que los recursos curativos se parecían bastante en diferentes épocas y lugares (dentro de lo disponible para cada área botánica), y que las verdaderas diferencias corresponden a los marcos mítico-rituales de cada grupo cultural .

Partiendo de este precepto, reconocemos que las sustancias psicoactivas y la religión han estado ligadas desde el principio de la humanidad. Hemos de aceptar la importancia teológica de las mismas y la necesidad de una teorización sobre la relación de éstas y la vida espiritual actual. Además surge la necesidad de reconceptualizar términos obsoletos y excluyentes para iniciar un largo y urgente camino hacia políticas públicas concretas que utilicen metodologías como la reducción de daños (RDD) y la gestión de riesgos (GDR); exhortando a las autoridades desde la sociedad civil, para cambiar el enfoque hacia las personas que usan drogas (PQUD) de un punto de vista penal, represivo y coercitivo a un enfoque preventivo y socio sanitario respetando las libertades individuales y los derechos esenciales de las personas.

Todos y todas hemos participado más de una vez, o al menos una, de algún rito, ceremonia o celebración litúrgica o social que haya incluido al menos una planta (fruto o derivado), como vínculo sagrado con la naturaleza/creación y a su vez con lo divino. Al menos todas las personas que se consideren cristianas y han participado de una eucaristía/santa cena/comunión reconocen el fruto de la vid el vínculo de lo Trascendente por medio de una planta sagrada.

Lo importante es respetar la naturaleza y los seres con quienes convivimos en este planeta tierra. Esto incluye el trato responsable hacia nosotros mismos, informarnos sobre lo que consumimos, cuidarnos a nosotros y a nuestro prójimo es parte de la mayordomía de la creación.

Los papas que satanizaron una planta

El primero en prohibir y demonizar la utilización de la Cannabis/Marihuana/ es Inocencio VIII, quien declara como sacrilegio el consumo de la planta en 1484. Recordemos que sacrilegio es para la Iglesia Católica Romana el único pecado que no tiene perdón, y pone al mismo nivel de insultar y blasfemar contra el Espíritu Santo al consumo de Cannabis. Sin embargo, los monjes copistas de los monasterios medievales escribían sobre papel de cáñamo a la luz de lámparas que funcionaban con aceite de esta planta y Gutenberg imprimió la primera Biblia en papel de cáñamo. Incluso hay testigos históricos que prueban el uso de cáñamo desde hace 3.000 años. Existen restos arqueológicos donde se encontraron semillas entre las pertenencias de momias, telas y cuerdas de fibras de cáñamo, relieves artísticos antiguos donde se observa la cosecha de esta planta, considerada útil como materia prima para textiles y medicinas y uso ritual.

Por si fuera poco, el Papa Inocencio VIII separó a los “curanderos” que utilizaban cannabis y a otros herbolarios, declarando que la Cannabis era un sacramento impío perteneciente al segundo y tercer tipo de misa satánica.

La obsesión con los demonios y el inicio de la demonología como propaganda negra contra otras formas de espiritualidad empezó a alcanzar un crescendo cuando, en su bula Summis Desiderantes, del mismo año 1484, Inocencio VIII declaró:

“Ha llegado a nuestros oídos que miembros de ambos sexos no evitan la relación con ángeles malos, íncubos y súcubos, y que, mediante sus brujerías, conjuros y hechizos sofocan, extinguen y echan a perder los alumbramientos de las mujeres.”

El Papa llegó a tal punto que nombró a dos inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Johann Sprenger, para que realizaran la primera sistematización de la demonología y fue así como nació el Malleus Maleficarum, o “Martillo de las brujas”, el primer manual de caza de brujas que nunca fue autorizado por el clero de ninguna universidad de la época. Entonces, Heinrich Kramer decidió falsificar las firmas y sellos de las autoridades eclesiales, además de adulterar la firma del mismo Sprenger.

Esta persecución duró más de 150 años. En los tratados del siglo XVI estaban recopiladas todas las fórmulas “mágicas” de las médicas y magas que utilizaban sus conocimientos en herbolaria para sanar a los enfermos. La Marihuana, la flor del cáñamo, era una sustancia muy utilizada por estas sabias mujeres.

Para dar una visión desde Latinoamérica y del siglo XX hay que mencionar al teólogo de la liberación y mártir jesuita Martín Baró, quien reconoció en un texto de 1972 que es sabido que entre las tribus precolombinas era muy frecuente el consumo de drogas, regulado por costumbres y tradiciones. Martín Baró plantea que es la sociedad la que provoca un consumo abusivo y problemático de sustancias como el alcohol y que incluso sería menos dañino el consumo de cannabis que el de bebidas alcohólicas.

En las vísperas del aniversario del cruento martirio del líder Jesuita y sus hermanos, desenmascaremos la doble moral y recordemos el compromiso por la defensa de los derechos esenciales.

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