La triste historia de Natalia y sus verdugos desalmados

El martes 3 de enero, la Fiscalía, fiel a sus usos mediáticos, anunció en su cuenta de Twitter que había ordenado el arresto de Alejandro Maximiliano González, el presentador televisivo de TCS y la Teletón conocido como “Gordo Max”, y de Ernesto Regalado, un “empresario” que aparece en las listas de donantes del partido ARENA, junto a otros dos hombres identificados como Luis Alonso Marroquín Pineda y Salvador Enrique García Arévalo. A todos los acusa de remuneración de actos sexuales con menores de edad -y no de estupro. A González y Regalado los había delatado en 2014 una menor de edad, testigo protegida, a la que los fiscales bautizaron como “Clave Natalia”. La niña, que con 14 años ya tenía relaciones hasta con seis hombres al día en salones de belleza, prostíbulos, moteles y calles del centro de San Salvador, tuvo por clientes a los dos detenidos entre 2011 y 2012, según la Fiscalía. 


Una primera investigación abierta en 2014 a partir de su testimonio daba cuenta de que 13 proxenetas —la mayoría mujeres jóvenes— habían explotado a Natalia. La niña tuvo por verdugos, sí, a sus clientes, a los rufianes, y también al Estado: hace dos años, la Fiscalía que entonces dirigía Luis Martínez, como hizo con otros casos contra sospechosos de narcotráfico y lavado de dinero, enterró todas las pesquisas de víctimas, clientes y redes de prostitución infantil sobre los que Natalia había hablado. Esto, según lo dicho en la actualidad por la propia Fiscalía.

Esta es la historia contada por “Clave Natalia”, una de las seis víctimas de trata reportadas al mes en El Salvador desde 2010, según el subregistro que lleva, a partir de las denuncias o capturas en flagrancia, el Ministerio de Seguridad.

Natalia dio su testimonio el 26 de mayo de 2014 en la Unidad fiscal especializada de delitos de tráfico ilegal y trata de personas.

13 años

Conocí a Estela Lourdes Castillo en mayo de 2008. Le conté que necesitaba dinero. Ella me invitó a acompañarla en el trabajo de prostituta. Estela se ponía en el redondel del Scotiabank. La primera noche yo no sabía qué hacer. Una noche Estela llegó a mi casa a preguntarme si me iba a ir con ella. Y me fui… Yo tenía 13 años.

Caminamos por la 21ª. Calle Poniente y llegamos hasta la intersección de la 29ª. Avenida Norte, enfrente de Fedecaces. Después fuimos al redondel. Estuvimos ahí desde las 8 de la noche. Un taxi paró y Estela se acercó; le ofreció un trío. Nos llevó a un motel, Los Cocos, en San Jacinto y tuvo relaciones con las dos. Le pagó 70 dólares a Estela, pero a mí solo me dio 30. Yo tenía 13 años.

Esa fue la primera noche con Estela. Pero antes, en el día, ya me había llevado a otro lugar, uno en el que se hacen masajes en el centro.

La dueña de ese lugar, se llamaba Xiomara, me explicó que los masajes valían 7 dólares. Que el salón se quedaba con cuatro dólares y a mí me daban tres. Me dijo que si yo quería dar servicios sexuales que los cobrara aparte, que el salón se iba a quedar con una parte y Estela, por haberme llevado, con otra parte. Los cuartos estaban al final de la casa. A eso de las cinco y media de la tarde llegó un cliente; le enseñaron a todas las muchachas que estábamos ahí y él me escogió a mí. En el cuarto me preguntó cuánto le iba a cobrar. Le dije que 50 dólares. Me reclamó que por qué tanto dinero. Le dije que tenía que darle 20 a Estela y 10 al salón. El hombre me pagó y me dio mi teléfono. Me dijo que se llamaba Salvador.


[Salvador es la clave con la que la Fiscalía General nombró durante la investigación de 2014 a Alejandro Maximiliano González, el “Gordo Max”, uno de los clientes de Natalia, y al único al que dieron criterio de oportunidad: beneficios a cambio de información]


Después de ese primer día solo me quedé una semana en el salón de Xiomara, porque ella se dio cuenta que yo era menor de edad y me dijo que la podían joder. Xiomara se asustó porque uno de esos días un policía me vio saliendo del salón y me dijo que no quería verme en esos lugares. Yo tuve miedo. Esa semana que estuve ahí atendía a unos 30 clientes. Yo tenía 13 años.

Maximiliano González, conocido en la televisión como “El Gordo Max”, fue presentado junto a tres detenidos más por el delito de Remuneración de actos sexuales con menores de edad, en la División de Investigaciones de la PNC en San Salvador, el 4 de enero de 2017.
Foto FACTUM/Salvador Meléndez

14 años

Estela volvió a buscarme. Llegó a mi casa a decirme otra vez que la acompañara, pero le dije que no porque yo tenía cuatro meses de embarazo. Yo tenía 14 años. Estela tenía 16 o 17. Ella me insistió: me dijo que me socara el estómago y que me pusiera ropa floja. Le dije que sí. Era abril de 2009.

Un día fuimos al Parque Morazán. Estela empezó a hablar con hombres que pasaban; me ofrecía. El primer cliente ese día fue un señor de unos sesenta años, gordito, pequeñito, moreno y de cabello canoso. Me llevó a un motel en el centro. Me pagó a mí 45 dólares y a Estela le dio 15 de comisión. El segundo cliente llegó en la tarde. Me llevó a un motel atrás de El Diario de Hoy. Me tocó el estómago y me preguntó si estaba embarazada. Le dije que no. Le había pagado 60 a Estela, pero ella solo me dio 40 a mí.

Trabajamos cerca del Parque Morazán como un mes. Atendía a unos 5 o 6 clientes al día. Me pagaban 30 o 40 dólares y Estela se quedaba con 10 o 20 dólares. Estando ahí me enfermé. Fui a una clínica y me dijeron que era papiloma. Me dieron medicina. Yo tenía 14 años.

16-17 años: Las rufianas de los centros comerciales

[A partir de octubre de 2011, de acuerdo al testimonio que dio a la Fiscalía tres años después, Natalia entró al mundo de las redes de prostitución que administran rufianes y rufianas, la mayoría mujeres de entre 23 y 28 años, ellas mismas prostitutas desde que eran menores de edad y quienes, con el tiempo, manejan listas de clientes a los que contactan por teléfono para “sacar cheras”.

El testimonio de Natalia, así como otras pesquisas realizadas por fiscales y policías —reconstrucción de recorridos con clientes específicos, cruce de bitácoras telefónicas, escuchas, exámenes forenses y reconocimientos en ruedas de fotografías— indican que la joven estuvo al servicio de 13 de esos proxenetas entre 2011 y 2013. Todos le cobraban comisiones por “presentarle” clientes. A veces esas comisiones eran triples porque uno de los rufianes llamaba a otro para ofrecer a sus “cheras” a nuevos clientes.

La investigación iniciada en 2014 culminó, el 15 de octubre de 2015, con las condenas de varios de esos rufianes. Una de las condenadas entonces fue Blanca Hermelinda Montiel Benítez, a quien hoy la Fiscalía atribuye haber prostituido a Natalia: ella fue la rufiana que pactó el encuentro sexual con Ernesto Regalado, el empresario que según una nota publicada por El Faro es financista del partido ARENA. Regalado es también sobrino de Tomás Regalado, otro financista del partido de derecha, quien, según notas publicadas en Factum y en El Faro, promovió la reelección de Luis Martínez como fiscal general a finales de 2015. Martínez, cuya Fiscalía procesó y logró la condena de los rufianes de la red, evitó perseguir a los clientes.

“Tenemos que recalcar que las personas que están vinculadas a la red de trata de personas ya han sido procesadas. Hay algunas condenadas y a una en calidad de rebeldía que aún está en el proceso de investigación. Luego, quedaba la etapa de los clientes que era una deuda que tenía la fiscalía y que ahora se está saldando con estas capturas”, dijo el martes 3 de enero Allan Hernández, jefe de unidades especializadas de la Fiscalía, durante una conferencia ofrecida poco después de las capturas de Regalado, el “Gordo Max”, Salvador Enrique García Arévalo y Luis Alonso Marroquín. 

Ernesto Regalado junto con Maximiliano González, Gordo Max, en la División de Investigaciones de la PNC en San Salvador, el 4 de enero de 2017.
Foto FACTUM/Salvador Meléndez

En la presentación que hizo en esa conferencia de prensa, la Fiscalía facilitó a los reporteros presentes un documento en el que se lee: “Cabe señalar que la administración anterior de la Fiscalía, pese a existir señalamientos de víctimas hacia el imputado Alejandro Maximiliano González Jiménez le otorgó calidad de testigo en escasas diligencias realizadas y no judicializadas”.

No es la primera vez que subalternos del actual fiscal, Douglas Meléndez, cuestionan las acciones del titular anterior de la Fiscalía. Y no es la primera vez que se sabe de investigaciones obviadas u obstruidas por Martínez. Esta Revista publicó, en diciembre, que el anterior fiscal había enterrado una investigación por lavado contra el líder del grupo de narcotráfico conocido como el Cartel de Texis y que está acusado de fabricar pruebas para favorecer al empresario Enrique Rais.]

Del testimonio de Natalia:

Conocí a Beverly en octubre de 2011. Yo estaba con Estela Lourdes. Le dije que necesitaba trabajar y ella le habló a Beverly. Quedamos de vernos en el Kentucky (Fried Chicken) de Metrocentro. La primera vez que la vi había otras cheras, una se llamaba Doris y era menor de edad. Ese día le llamó un cliente; Beverly nos dijo que saliéramos al parqueo de Metro porque el cliente iba a vernos y a escoger. Me escogió a mí. Me pagó 30 dólares y Beverly se quedó con 40. Beverly me consiguió unos 40 clientes. Yo tenía 16 años.

Cuarto de una residencia privada en la que Natalia fue prostituida entre 2011 y 2012. Foto tomada de presentación de la FGR.

Un día, en diciembre de 2012, Beverly me llamó. Yo estaba en mi casa. Me dijo que había un cliente, que tomara un taxi a una gasolinera de Santa Elena y que ahí me iban a ir a traer. El cliente se llamaba Ernesto Regalado. Llegó un guardaespaldas de ese señor en un pick up verde. Cuando entré a la casa vi que ahí estaba Beverly tomando un trago.

Ernesto me dio licor. Me tomé tres tragos.

Después nos dijo que íbamos a jugar un juego de quitarse la ropa. Yo me quedé desnuda. Empecé a baliar. Estaba muy tomada. Empecé a vomitar. Ernesto se enojó y me pegó. En la espalda. En el estómago. Me tomó del pelo.

Uno de los guardaespaldas me llevó al parqueo del Holiday Inn. Me pidieron un taxi. Yo estaba muy borracha. Tenía 17 años.

A Valeria (la investigación identificó a esta mujer como Carla Yamileth Iraheta, de 27 años en 2015, cuando fue una de las proxenetas condenadas en octubre de ese año por trata de personas) también la conocía en el Kentucky. Ahí conocí a mucha gente de las que sacaban cheras para clientes.

Un día, Valeria y René (César René Merino Morán, de 22 años en 2015; también mencionado por Natalia como uno de los proxenetas que la explotó entre 2011 y 2012, pero absuelto por “falta de pruebas”) me dijeron que un cliente había pedido una virgen y que me iban a pagar 150 dólares. Les dije que iba a ir, pero les pregunté cómo iba a hacer para que el cliente pensara que yo era virgen. Yo tenía 17 años.

Nos fuimos al hotel Alameda de San Salvador, pero antes Valeria y René pasaron por la funeraria Moderna. Cuando llegamos al lobby Valeria se fue a un cuarto del hotel donde estaba el cliente. Regresó a los 25 minutos y me explicó lo que tenía que hacer:

Me dio cinco algodones en forma de bolas que ya estaban preparados. Me dijo que me metiera en la vagina dos que estaban limpios y que solo tenían lubricantes. Después me tenía que meter otros dos que estaban pintados de rojo y por último otro solo con lubricante. Valeria me dijo que los algodones rojos llevaban pintura. Me explicó que cuando el cliente me penetrara le iba a costar por los algodones y que el algodón rojo lo iba a manchar y el cliente iba a creer que estaba virgen.

“Hacé como que te duele y decile que no podés seguir porque te duele”, me dijo Valeria.

Me llevaron al cuarto del hotel, pero antes de entrar Valeria me quitó el maquillaje y una cola que yo andaba en el pelo; me hizo el peinado del lado.

“Aquí traigo esta muñeca. Me la cuida que me ha costado conseguírsela”, le dijo Valeria al hombre cuando entramos al cuarto. Yo hice todo lo que me dijeron con los algodones y el cliente creyó que yo era virgen. Cuando se manchó le dije que yo ya no podía seguir. Paramos. Pero antes de dejarme ir me dijo que le hiciera sexo oral. Me pagó los 150 dólares y me dijo que a Valeria le había dado otros 100, pero después yo le tuve que dar otros 50 de lo mío para darle a René. Al final a mí solo me quedaron 90 dólares. Nos fuimos. Yo tenía 17 años.

El 5 de noviembre de 2012 me presentaron a Sheila (Sheila Vanessa Carbajal Vides, imputada en 2014). Me la presentó Blanca Hermelinda (Montiel Benítez, alias Marillona, condenada a 20 años de prisión por dos casos distintos y a quien hoy la Fiscalía señala como la proxeneta que abastecía de prostitutas al imputado Ernesto Regalado). Una vez, Sheila me llevó a la colonia Shanmico de San Salvador. Fuimos en un taxi a la casa de un cliente que se llamaba Sergio. Esa vez me tomé diez cervezas y me dieron cocaína.

Al señor al que le dicen Gordo Max lo había conocido poquito antes, en octubre de 2012. Una vez estábamos en el Kentucky de Metrocentro y ahí estaba Ruth, una chera que manejaba clientes a la que me habían presentado el año antes. Ruth me dijo que me iba a llevar donde un cliente, pero me dijo que íbamos a ir de escondidas para no pagarle comisión a Beverly, que era la que me había presentado a Ruth.

[En el requerimiento que presentaron al juzgado Segundo de Paz de San Salvador el 29 de agosto de 2014, los fiscales Nuria Esmeralda Campo, Raquel Elizabeth Vásquez, Gloria Jacqueline Linares y Manuel Armando Ramírez identifican a este cliente con la clave Salvador “por gozar de régimen de protección”. En una versión anterior del testimonio de Natalia, que Factum cotejó con el requerimiento presentado para certificar que se trata del mismo relato, la víctima se refiere al cliente como Gordo Max. La Fiscalía, hoy, dice que investiga por qué esa institución ofreció beneficios al presentador de televisión, estrella de la televisora TCS. Los cuatro detenidos serán acusados por el delito de remuneración de actos sexuales con menores de edad, pero no de estupro, algo que la Fiscalía no ha aclarado. El estupro por prevalimiento, según el artículo 164 del Código Penal, establece penas de cárcel entre 6 a 12 años para el que tenga relaciones con menores de edad “prevaliéndose de la superioridad originada por cualquier relación”].

 

Esa tarde nos fuimos en un microbús de la 101-D hasta la gasolinera Puma que está en Santa Elena. El cliente llegó en una camioneta. Nos subimos y él se fue a otra gasolinera a sacar dinero. Cuando él estaba en el cajero automático Ruth me explicó que este cliente tenía su rutina, que él me iba a decir palabras feas y que yo lo que tenía que hacer era subir mi autoestima.

El hombre le pagó 100 dólares a Ruth, de los que ella me dio 50. Me fui solo con él a su casa.

Cuando llegamos me dijo que sacara de mi cartera lo que iba a necesitar y que dejara lo demás en el carro. En el cuarto me dio una toalla para que me fuera a bañar. Cuando tuvimos relaciones sexuales me pidió que le dijera que yo era su perra… En fin, solo vulgaridades. Yo tenía 17 años.

18 años

A finales de ese mes de octubre conocí a un chero al que solo le decían Grimaldi. Después supe que se llama Daniel Armando Pérez Bonilla. También en el Kentucky de Metrocentro. Yo le pregunté si él sacaba cheras con clientes y él me dio su teléfono. Yo le llamé varias veces para ver si me podía sacar. Me pidió que le mandara fotos mías en ropa interior porque él, me dijo, llevaba un catálogo. Una vez me llevó donde un cliente en el bulevar Constitución. Poco después, ya entrado noviembre, cumplí 18 años.

Cuando yo ya era mayor de edad seguí saliendo con cuatro clientes de Grimaldi. Uno de ellos me pagó una vez 60 dólares y me dijo que era alcalde.

Fue con uno de esos clientes que yo empecé cobrar comisión por otras cheras. Grimaldi llevó al Kentucky de Metrocentro a una que se llamaba Madelin y él me dijo que si yo quería le sacara uno de mis clientes a ella. Eso hice. Un cliente que se llama Alex se llevó a la Madelin y le pagó 70 dólares; yo me quedé con 30.

Grimaldi me enseñó un álbum con un montón de bichas. Me dijo que unas eran mayores y otras menores de edad, y que a algunas él las sacaba a Honduras y Guatemala. Dos veces me ofreció Grimaldi llevarme a Honduras; la segunda vez le dije que sí, pero ya cuando me fue a traer me dio miedo, así que le conseguí a otra amiga mía a la que le decíamos Merci y Paola. Se la llevó. Cuando volvió ella me contó que por un solo cliente había ganado 150 dólares. A veces a mí me pagaban eso también en El Salvador. Yo tenía 18 años.

[Tras la acusación de 2014, los fiscales y algunos medios de prensa presentaron a Pérez Bonilla, alias Grimaldi, como líder de la red que explotaba a menores como Natalia. Del relato de esta víctima se concluye, sin embargo, que cada proxeneta tiene su propia lista de clientes y que cada vez que uno de ellos quiere ampliarla acude a otros con carteras más grandes de clientes, por lo cual todos en la cadena, el proxeneta que busca a otro y las víctimas, deben pagar comisiones].


El inicio de la investigación

No es una red, son varias. La investigación que desembocó el 3 de enero de 2017 en las capturas de los imputados Alejandro Maximiliano González -el “Gordo Max”-, Ernesto Regalado, Salvador Enrique García Arévalo y Luis Alonso Marroquín Pineda es consecuencia de un caso más viejo, acaso el más grande de la última década iniciada por la Fiscalía General, abierto tras el asesinato, en julio de 2008 del doctor Carlos Humberto Sigüenza Guardado, entonces jefe de siquiatría del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS).

La División Élite contra el Crimen Organizado (DECO) y la Unidad contra el Crimen Organizado de la Fiscalía investigaron el asesinato del psiquiatra a manos de pandilleros del Barrio 18 y de una menor prostituida a la que los investigadores llamaron solo Jocelyn.

Los acusados Salvador Enrique García, Maximiliano González, Luis Alonso Marroquín y Ernesto Regalado durante su presentación como clientes de una red de trata de menores.
Foto FACTUM/Salvador Meléndez

Tres detectives de la DECO y una fiscal que conoció a Jocelyn confirmaron a Factum, entre 2014 y 2015, algunas revelaciones hechas por la menor durante los interrogatorios por la muerte de Sigüenza Guardado; por ejemplo: ella era prostituida por proxenetas que, ya entonces, operaban desde centros comerciales y restaurantes de comida rápida con la misma modalidad que quienes unos años después explotarían a Natalia.

“Las redes se van reciclando. En este caso de hoy del Gordo Max están algunas de las rufianas de las que nos habló Jocelyn. Jocelyn dio un montón de información sobre todo eso, pero la DECO no investigó bien”, dijo en 2014 David Jerónimo Monroy, uno de los detectives que investigó la muerte del médico del ISSS. A Monroy lo asesinaron en noviembre de 2015 luego de que hizo denuncias de corrupción y malos procedimientos contra algunos de sus jefes inmediatos en la Policía.

En el requerimiento que presentó en 2014, la Fiscalía ofreció al tribunal, como evidencia, el análisis preliminar que la División Central de Investigaciones de la PNC hizo en agosto de ese año de toda la información recabada hasta entonces. “…el caso, el cual inicia con la localización de la víctima de clave Jocelyn, obteniendo su entrevista y posterior captura de los imputados que ella relaciona que la explotaron sexualmente…” El testimonio de Jocelyn llevó hasta otras dos víctimas, a las que la Fiscalía también dio régimen de testigos protegidas: Catherine y Stephany.

Los relatos que Catherine y Stephany hacer sobre proxenetas y clientes llevan a la Fiscalía hasta Natalia. “Posteriormente se obtiene la declaración extrajudicial con clave Natalia, quien señala aproximadamente a 18 sujetos relacionados con el delito de trata de personas… Se ilustra la forma de operar y finalmente se establecen los perfiles de los imputados…”, dice la acusación fiscal de 2014. En el testimonio de Natalia aparecen al menos 24 clientes, pero en la conferencia del 3 de enero pasado, la Fiscalía dijo que solo habían individualizado a los cuatro detenidos ese día.

A Jocelyn, la menor prostituta cuyo testimonio inició todo, la mataron luego de que había pasado varios meses en una casa para testigos protegidos que la DECO tenía a final de la década pasada en la zona de la intersección entre la Alameda Roosevelt y la 49ª. Avenida Sur, en la colonia Flor Blanca de San Salvador.
El detective Monroy y un fiscal que trató con Jocelyn durante esos meses nunca descartaron que hayan sido policías quienes la mataron para que no hablara de abusos a los que fue sometida mientras estuvo en la casa de la Flor Blanca.


[Primeras declaraciones de Max González, luego de que la Policía Nacional Civil lo presentara ante los medios de comunicación, al estar acusado del delito de remuneración de actos sexuales con menores de edad]

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